A Fabián Bielinsky lo encontraron muerto en un hotel de Sao Paulo, Brasil. Un final muy cinematográfico el suyo. Un cineasta argentino que antes de irse sin avisar –rara costumbre la de los genios– nos dejó "Nueve reinas" y esa obra maestra argentina que se llama "El Aura".
El Aura me retrotrae, un viaje en el tiempo que me lleva a los lunes de formación, charlas espirituales de, cuándo no, Jorge Pacheco o Benito Campo del Río; charlas soporíferas e himnos… lunes de desmayos, claro; cuando descubrí lo que la ciencia llama "el aura"… esa sensación que, en realidad, es un cúmulo de sensaciones que los que nunca pasaron por esto llaman con cierta ironía "desenchufarse".
–¿Sabés qué? Necesitaría un auto. Si sabés de alguien…
–¿Por cuánto tiempo?
–No sé… un par de días.
–Le puedo dar mi camioneta, es la que está detrás de la cabaña.
–Pero, no me gustaría dejarte de a pie.
–No, no se preocupe. Yo, si la necesito, le aviso.
–Tiene licencia, ¿no?
–No… pero manejo bien, desde chico.
–¿Entonces?
–Soy epiléptico.
–¿Por eso no le dan licencia?
–Dicen que uno podría sufrir un ataque mientras maneja.
–¿Eso es cierto?
– A mí nunca me pasó pero, si eso es un inconveniente, te entiendo.
–No…
–¿Cómo son?… Los ataques, digo, ¿son dolorosos?
–No, no duelen.
–¿Y le vienen así de repente?
–No… no… unos segundos antes yo ya sé que voy a tener un ataque… Hay un momento… Hay un cambio: los médicos le dicen "aura". De pronto las cosas cambian. Es como si el mundo se detuviera y se abriera una puerta en la cabeza que dejaba pasar cosas.
–¿Qué cosas?
–Ruidos… música… voces… imágenes… olores, olor a escuela, a cocina, a familia. Me dice que el ataque es inminente, que no se puede hacer nada para evitarlo… nada… es horrible y perfecto porque durante esos segundos sos libre… no hay opción, no hay alternativa: nada para decidir. Todo se ajusta, se estrecha: Y uno se entrega.
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Los invito a entregarse a esta película formidable que tendrá un sabor especial para los que se desmayan o sufren ataques de pánico y, claro, para los epilépticos. En suma, para todos aquellos que, cuando sentimos que el mundo se detiene, dejamos abierta esa puerta… y sólo nos queda pensar (o exclamar): "Me voy a desmayar". Y luego sólo queda la libertad. Y está bien que así sea.
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