Mi madre no me leía cuentos. Ella misma los inventaba. No sólo para mí,
sino también para mis otros tres hermanos. Esas historias de sobremesa
marcaron con fuego nuestra vida. No exagero: mi primera mascota —un can
chusco y enorme que fue ultimado por el
balazo de un infeliz oficial de la Fuerza Aérea que estaba cansado de
verlo vagabundear por la base militar… o simplemente recostado debajo
del viejo carro de mi padre, esperándolo para perseguirlo y, así, tratar
de volver a casa; cosa que, en efecto, logró hacer en más de una
ocasión— fue bautizada con el nombre de uno de los personajes más
memorables que ella inventó: Solosín. Algunos suelen bautizar a sus
perros o gatos con nombres (o apellidos) de sus autores preferidos o los
de los personajes que estos inventaron. Yo, sin embargo, me quedé
prendado, desde muy chico y para siempre, con el que fabuló la mujer más
importante de mi vida. Contar historias es algo que, más allá de los
resultados, me produce un tremendo placer y me ayuda a sentirme vivo. Me
hace feliz reconocer que lo aprendí de la persona que más amo y
necesito: mi madre, la vela que nunca se debe apagar.
«Salieron, y si en Dahlmann no había esperanza, tampoco había temor. Sintió, al atravesar el umbral, que morir en una pelea a cuchillo, a cielo abierto y acometiendo, hubiera sido una liberación para él, una felicidad y una fiesta, en la primera noche del sanatorio, cuando le clavaron la aguja. Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñado» (Jorge Luis Borges, El Sur).
2012/05/13
2012/05/10
Historia del ruido - El Malpensante
Me
quedé mirándolo atentamente, como si hubiera sido la primera vez, esperando que
se me presentasen los pensamientos. Pero no hubo ninguno más, excepto la
recomendación que me hice de fijarlo en la memoria cuando él estuviera muerto.
Quizá pudiera evitarse, así, que con el paso de los años mi padre se trocase en
algo atenuado y etéreo. «Tengo que recordar con precisión», me dije. «Tengo
que recordarlo todo con precisión, para poder recrear en mi mente el padre que
me creó, cuando él ya no esté.» No hay
que olvidar nada.
Philip Roth, Patrimonio. Una historia verdadera
Mi HISTORIA DEL RUIDO aparece en la revista El
Malpensante de Bogotá, Colombia.
2012/05/06
Armas Marcelo: «Creo que en Ernesto Vargas hay un personaje de novela»
Hoy en el diario El Pueblo de Arequipa aparece una entrevista a Juan José Armas Marcelo
(España, 1946), quien es un escritor y periodista experto en la obra de Mario Vargas
Llosa y amigo muy cercano del novelista arequipeño. Ha publicado, entre otros, Vargas Llosa. El vicio de escribir
(1991) y este año apareció su última novela La
noche que Bolívar traicionó a Miranda (2012). Y también aparece una pertinente Nota del editor: "las preguntas fueron formuladas vía internet y las respuestas llegaron desde Nueva York", esto debido a la pifia que apareció en Hildebrandt en sus trece donde se señala que la entrevista se dio en España. Léanla, vale la pena.
2012/05/04
Fuiste Tú
Fuiste tú,
Tenerte fue una foto tuya puesta en mi billetera,
un beso y verte hacer pequeño por la carretera.
Lo tuyo fue la intermitencia y la melancolía,
lo mío fue aceptarlo todo porque te quería.
Verte llegar fue luz, verte partir un blues.
Fuiste tú,
de más está decir que sobra decir tantas cosas,
o aprendes a querer la espina o no aceptes rosas.
Jamás te dije una mentira o te inventé un chantaje,
las nubes grises también forman parte de paisaje.
Y no me veas así, si hubo un culpable aquí…
Fuiste tú.
Qué fácil fue tocar el cielo la primera vez,
cuando los besos fueron el motor de arranque,
que encendió la luz que hoy se desaparece.
Así se disfraza el amor para su conveniencia,
aceptando todo sin hacer preguntas,
y dejando al tiempo la estocada a muerte.
Nada más que decir,
sólo queda insistir…
Dilo…
Fuiste tú,
la luz de neón del barrio sabe que estoy tan cansada,
me ha visto caminar descalza por la madrugada.
Estoy en medio del que soy y del que tú quisieras,
queriendo despertar pensando como no quisiera.
Y no me veas así, si hubo un culpable aquí…
Fuiste tú.
Qué fácil fue tocar el cielo la primera vez,
cuando los besos fueron el motor de arranque,
que encendió la luz que hoy se desaparece.
Así se disfraza el amor para su conveniencia,
aceptando todo sin hacer preguntas,
y dejando al tiempo la estocada a muerte.
Nada más que decir,
sólo queda insistir…
Qué fácil fue tocar el cielo la primera vez,
cuando los besos fueron el motor de arranque,
que encendió la luz que hoy se desaparece.
Así se disfraza el amor para su conveniencia,
aceptando todo sin hacer preguntas,
y dejando al tiempo la estocada a muerte.
Nada más que decir,
si quieres insistir…
Fuiste tú.
Subscribe to:
Posts (Atom)