Ya estoy
en el hotel de la tortuga (de 140 años). Cierro el equipaje para mañana.
Después de un vibrante recital (me quedo corto) en Arequipa (la rebelde)
cenamos todos juntos con la CREW: Marcelo, Fernando, El Pampa, Flaquito, El
Chinas, Olga, Romina, Toño, Martín y Germán como es habitual y constante
después de los conciertos: cenamos todos juntos con alegría y camaradería, como
tiene que ser, en el sitio, un anfiteatro cubierto con el público dispuesto en
un ángulo vertical, el auténtico marco incomparable. Y lo fue con creces en
Arequipa, Perú. Un concierto muy intenso con la emocionada participación del
público … Desde el silencio para escuchar al trío con cantante, para escuchar
con atención mi presentación de canciones y (en el último tercio) para cantar
como un trueno las últimas canciones de un recital que vamos a recordar por el
calor volcánico de un respetable que ofreció una entrega notable… Aplausos,
ovación y canto colectivo que hizo vibrar los cimientos del Palacio
Metropolitano de Bellas Artes y los corazones de los presentes en un recital
memorable por la emotiva reacción de un público que me quiere con lealtad y que
agradece con estruendo los oficios de La Cuadrilla con cantante: Esta gira,
Licencia para Cantar. Es difícil explicar por escrito lo vivido esta noche, el
VENUE lleno hasta arriba con todo el papel vendido, el respetable entregado y
participativo hasta los límites de las lágrimas que vimos derramarse en rostros
compungidos por la emoción y la alegría. Cumplimos como señores (o como toreros
en una buena tarde). Hicimos lo nuestro para una multitud arrebatadora que supo
conjugarse con el silencio que permite a la música ser escuchada en sus
detalles, con aplausos intensos que premian la excelencia del trío (de
especialistas) y con un trueno de voces colectivas cantando el tramo final de
un recital marcado por la emoción generada por el público, sensaciones vivas y
sobrenaturales para cerrar con sobresaliente nuestro triángulo de recitales en
el Perú que saldamos con un triple “no hay más localidades”. Todo el papel
vendido. Mientras este viaje musical siga así, el listado de canciones
(repertorio) sigue inalterable y es otro ejercicio; casi de memoria tocamos
libres e inspirados (y cantamos lo mejor que podemos), esta noche para un público
que no dejó de agradecer con intensidad memorable lo que vinimos a ofrecer:
canciones arropadas por un instrumental elegante y virtuoso, mérito de la
cuadrilla que fue ovacionada con creces … Servidor, el cantante, recibió un
auténtico baño de gloria bendita en Arequipa, un concierto con una dinámica
extrema: desde el silencio profundo y los aplausos poderosos para saludar las
canciones, al éxtasis total en el párrafo final y el epílogo de la tocada de
esta noche. Corresponde agradecer al Perú por tres formidables SOLD OUT y a
Arequipa por brindarnos semejante despedida del Perú… Tierra bendita donde la
cultura florece en la playa, la montaña y la selva, repica en los negros
cajones, viaja con Ayahuasca y sabe comer… A la importante lista de tesoros peruanos
hay que agregar al público amoroso y la explosión de euforia y gratitud que
generaron y supieron darnos. Mañana viajamos a Chile para tocar tres veces en
tres ciudades… Nos espera un día de esperas en aeropuertos y viajes
considerables hasta llegar a Santiago. Dejamos sembrados recuerdos en el
escenario, los conciertos que compartimos con mis compañeros y compañeras que
viajan conmigo, todos agradecidos con el Perú, tierra bendecida por manjares,
sustancias alucinantes, cumbia psicodélica y las generosas gentes que ofrecen
el corazón en forma de grito sagrado. ¡Chévere! Gracias, Arequipa. Gracias,
Lima. Gracias, Perú. Próxima estación: Santiago.
«Salieron, y si en Dahlmann no había esperanza, tampoco había temor. Sintió, al atravesar el umbral, que morir en una pelea a cuchillo, a cielo abierto y acometiendo, hubiera sido una liberación para él, una felicidad y una fiesta, en la primera noche del sanatorio, cuando le clavaron la aguja. Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñado» (Jorge Luis Borges, El Sur).
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