Seis a cero. Seis razones suficientes para no ser reiterativo ni obvio. Seis latigazos tan señeros como para no volver caer en el lugar común del "fuera Burga", "te quemaste, Chemo" o en la odiosa cantinela del "empecemos un proceso con miras al 2014 o el 2018".
Del Solar se irá, pero Burga no. Nadie tiene los suficientes pantalones como para echarlo a puntapiés sin temer el castigo FIFA que, sin duda, nos vendría como un premio. Algún día se irá ese caradura… los hombres pasan, pero los resultados quedan. Fue la peor goleada de nuestra historia en lo referente a partidos eliminatorios.
Antes del partido contra Colombia, un amigo me decía que ojalá nos encajaran más de diez goles. Rogaba por la estocada final para no seguir dando manotazos de ahogado, para no continuar engañando a la gente con ese viejo cuento de las matemáticas y de que mientras hay vida, hay esperanza.
En el fútbol cholo no hay vida, sólo superchería: once zombies blandengues que le dan pena a la tristeza no pueden representar a un país que sueña con volver a los mundiales.
Ahora que Del Solar se va, deja abierta la boca del lobo: ¿el bueno de Oré hará las veces de tonto útil? ¿Páez campeonará con Alianza y pedirá selección? ¿El Tigre Gareca estará en la mira de esos fracasados que sólo saben manchar currículos de entrenadores de valía? Son preguntas ociosas, pero sintomáticas, aleccionadoras. Porque así somos. Andamos a trancas y barrancas, ponemos el parche y nos hacemos los locos. Algún incauto arribará a ese mal puerto llamado VIDENA y, así, empezaremos a soñar con ganarle a Venezuela y, luego, hacer un milagro contra Argentina recordando el empate en la Bombonera. No, por favor, no sigamos formando parte de esa comparsa de cómplices del fracaso, de esta caterva de candelejones que creemos que podemos luchar la eliminatoria sudamericana.
Seis a cero. Duele perder así, pero lo que irrita y enferma es esa vieja sensación, ese pálpito de sabernos siempre a la deriva. Este barco no tiene capitán y los grumetes sonríen a la distancia: Farfán no extraña a la selección, Pizarro tampoco. Algunos crecimos soñando con vestir esta banda roja cruzada, otros prefieren irse de putas por empatarle a un Brasil que otros –los paraguayos y los propios venezolanos– pasan por encima sin despeinarse.
Seis a cero. Fracasamos todos… pero, no se angustien mucho, pues lo seguiremos haciendo.
Del Solar se irá, pero Burga no. Nadie tiene los suficientes pantalones como para echarlo a puntapiés sin temer el castigo FIFA que, sin duda, nos vendría como un premio. Algún día se irá ese caradura… los hombres pasan, pero los resultados quedan. Fue la peor goleada de nuestra historia en lo referente a partidos eliminatorios.
Antes del partido contra Colombia, un amigo me decía que ojalá nos encajaran más de diez goles. Rogaba por la estocada final para no seguir dando manotazos de ahogado, para no continuar engañando a la gente con ese viejo cuento de las matemáticas y de que mientras hay vida, hay esperanza.
En el fútbol cholo no hay vida, sólo superchería: once zombies blandengues que le dan pena a la tristeza no pueden representar a un país que sueña con volver a los mundiales.
Ahora que Del Solar se va, deja abierta la boca del lobo: ¿el bueno de Oré hará las veces de tonto útil? ¿Páez campeonará con Alianza y pedirá selección? ¿El Tigre Gareca estará en la mira de esos fracasados que sólo saben manchar currículos de entrenadores de valía? Son preguntas ociosas, pero sintomáticas, aleccionadoras. Porque así somos. Andamos a trancas y barrancas, ponemos el parche y nos hacemos los locos. Algún incauto arribará a ese mal puerto llamado VIDENA y, así, empezaremos a soñar con ganarle a Venezuela y, luego, hacer un milagro contra Argentina recordando el empate en la Bombonera. No, por favor, no sigamos formando parte de esa comparsa de cómplices del fracaso, de esta caterva de candelejones que creemos que podemos luchar la eliminatoria sudamericana.
Seis a cero. Duele perder así, pero lo que irrita y enferma es esa vieja sensación, ese pálpito de sabernos siempre a la deriva. Este barco no tiene capitán y los grumetes sonríen a la distancia: Farfán no extraña a la selección, Pizarro tampoco. Algunos crecimos soñando con vestir esta banda roja cruzada, otros prefieren irse de putas por empatarle a un Brasil que otros –los paraguayos y los propios venezolanos– pasan por encima sin despeinarse.
Seis a cero. Fracasamos todos… pero, no se angustien mucho, pues lo seguiremos haciendo.
Orlando Mazeyra Guillén
(hoy en "Cartas de los lectores", La República de Lima)
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