Me
quedé mirándolo atentamente, como si hubiera sido la primera vez, esperando que
se me presentasen los pensamientos. Pero no hubo ninguno más, excepto la
recomendación que me hice de fijarlo en la memoria cuando él estuviera muerto.
Quizá pudiera evitarse, así, que con el paso de los años mi padre se trocase en
algo atenuado y etéreo. «Tengo que recordar con precisión», me dije. «Tengo
que recordarlo todo con precisión, para poder recrear en mi mente el padre que
me creó, cuando él ya no esté.» No hay
que olvidar nada.
Philip Roth, Patrimonio. Una historia verdadera
Mi HISTORIA DEL RUIDO aparece en la revista El
Malpensante de Bogotá, Colombia.
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