2012/05/13

Mi madre no me leía cuentos

Mi madre no me leía cuentos. Ella misma los inventaba. No sólo para mí, sino también para mis otros tres hermanos. Esas historias de sobremesa marcaron con fuego nuestra vida. No exagero: mi primera mascota —un can chusco y enorme que fue ultimado por el balazo de un infeliz oficial de la Fuerza Aérea que estaba cansado de verlo vagabundear por la base militar… o simplemente recostado debajo del viejo carro de mi padre, esperándolo para perseguirlo y, así, tratar de volver a casa; cosa que, en efecto, logró hacer en más de una ocasión— fue bautizada con el nombre de uno de los personajes más memorables que ella inventó: Solosín. Algunos suelen bautizar a sus perros o gatos con nombres (o apellidos) de sus autores preferidos o los de los personajes que estos inventaron. Yo, sin embargo, me quedé prendado, desde muy chico y para siempre, con el que fabuló la mujer más importante de mi vida. Contar historias es algo que, más allá de los resultados, me produce un tremendo placer y me ayuda a sentirme vivo. Me hace feliz reconocer que lo aprendí de la persona que más amo y necesito: mi madre, la vela que nunca se debe apagar.

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