A pesar de algunas lagunas (como mencionó Juan
Reynoso en conferencia de prensa), el equipo rojinegro le ganó con autoridad al
club Universitario de Deportes. Con sólidas actuaciones de Lampros Kontogiannis,
Montaño y del tridente ofensivo: “Cachete” Zúñiga, Bernardo Cuesta (un golazo en el segundo tiempo) y Omar Fernández (marcó el primero tras un grosero error del meta José Carvallo).
La prensa deportiva limeña aguardaba un cierre
sabatino de edición con una victoria del equipo capitalino que, según ellos,
podía “dormir puntero”. Sí, claro, ese era su deseo: vender como pan caliente
una victoria del equipo de Challe en Arequipa. Lástima para ellos. El “Dominó”
les cortó la racha y otra vez asoma el fantasma de la baja en las huestes del equipo
de Ate.
LA PRENSA DEPORTIVA
QUE SE VENDE HOY EN LIMA
Atención. “El Bocón”, en una nota pequeñita,
informa: “U pierde invicto en era Challe en Arequipa”.
Y tal como vaticinábamos anoche: si ganaba el
FBC Melgar, la portada sería Messi, tal como ocurre en “Depor” que se lamenta
con su nota minúscula: “La U bajó de su nube, perdió 2-0 en Arequipa”.
Finalmente, “TodoSport” tiene a Messi dentro de
su plan de contingencias. Pero pone un pretexto risible: “U cayó 2-0 [porque] faltó la Pulga [Ruidíaz]”.
Párrafo aparte para la transmisión de CMD
(Cable Mágico Deportes): hubo duelo, mucha tristeza. Notorios lamentos, según me informan porque
yo estuve en la tribuna: José Luis Carranza juraba que la “U” estaba más cerca
del empate que Melgar del segundo y le fue muy mal.
¡Arriba, Melgar! ¡Paso a paso! ¡Contra todo y
contra todos!
EN LA PREVIA
Horas antes publicamos en Ovación del Sur nuestra "Oración al balón" que dio resultado. Y fue compartida por el defensar mexicano Lampros Kontogiannis, a través de su cuenta de twitter.
ORACIÓN AL BALÓN (Por Orlando Mazeyra Guillén)
Empatía: según la Academia de la Lengua es la identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro. Tú, como hincha del Dominó, para identificarte con tus jugadores –ponerte por un instante en sus botines–, debes haber jugado, obvio. No pido mucho (sería incoherente): al menos haber pateado un balón. No importa si fue en tu cuna con una pelota de playa que era casi de tu tamaño, en tu patio con un tío cojo o en una pista con piedras oficiando de marcas precarias para definir las porterías. No, no se trata de tu (falta de) talento, de si no pasaste del polvoriento canchón de tu barrio o de si llegaste a jugar las etapas decisivas de la Copa Perú: hablo de las emociones. Hablo de fútbol.
Vuelvo al inicio: empatía. Eso te pido cuando los veas pisar el gramado del Monumental Arequipa. Porque tú bien sabes que es un placer jugarlo, pero no es nada sencillo. Entonces insisto: ponte, al menos por un instante, en la piel de esos once leones que saltan a la cancha para defender tus colores. Piensa en lo más elemental: una pichanga (porque hasta las pichangas hay que ganarlas). Piensa en la atención que tienes que prestar a los movimientos de tus pares: compañeros de equipo y rivales. Los desplazamientos, tu ubicación en la cancha y, sobre todo, el desplazamiento del balón. Algunos le dicen: saber jugar sin pelota. Concentración pura. Te distraes y cagas. Te equivocas en un pase y la inseguridad empieza a ganar una batalla. Cuando tienes miedo del rival –sí, dije miedo, porque el árbitro, por ejemplo, también puede ser tu rival, un tipo que venga a joderte todo lo planificado durante la semana– tienes que utilizar esa angustia como un impulso. Chumpitaz decía que si uno no tiene miedo antes de saltar a la cancha, entonces debía dedicarse a otra cosa: a ser un pésimo comentarista de CMD, por ejemplo. Por algo todos lo conocen como el Capitán de América.
Maradona, por su parte, utilizaba la bronca como combustible (lo hizo a la perfección contra los ingleses en México 86, por ejemplo, y después contra los italianos nada más y nada menos que en Italia 90) y Jorge Valdano hablaba del miedo escénico, saltar a un estadio repleto de hinchas. No sólo hay que enfrentar al rival sino a la tribuna, sobre todo cuando juegas de visita o no sabes ser local a estadio lleno como siento que en ciertas ocasiones le ocurre a mi equipo. ¿De dónde debe llegar a veces la garra que por momentos desaparece del césped de juego? De la grada: del grito incondicional del hincha.
El fútbol es una droga formidable (la primera que descubrí, la que me acompañará toda la vida). Te olvidas de todo: de la chica que te dejó o de la que no te hace caso, de los problemas en casa, de que ya no hay plata en la billetera, de que el lunes hay que volver a trabajar. Una válvula de escape: un grito de gol esta noche, quizá dos, los que sean necesarios para lograr una victoria… eso es todo lo que necesito para que la vida, al menos por unos días, sea perfecta. Por eso cuando la tengan Cachete, Cuesta, Fernández o cualquiera de los de rojo y negro y, de pronto, apunten al arco del rival, repite la oración al balón que Valdano nos enseñó. Es una sola palabra, no te la puedes olvidar (todos la decimos tácitamente antes del grito de gol): ¡entra!
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