Fernando de Szyszlo Valdelomar (1925-2017) |
No quiero ponerle título a este cuadro. Quiero que me hable él mismo y me diga su nombre. Estoy buscando su voz entre las formas. Sé que ya lo he acabado y está frente a mí, mirándome. A veces pasa con los animales, sobre todo con los perros. Si tienes cierta relación con tu perro, verás que en algunos momentos se sienta frente a ti atentamente, quizá con esa especie de sonrisa con la que miran a su dueño. Y si lo miras tú a los ojos puedes sentir que, en ocasiones, está a punto de hablar. Esa expresión que tiene una persona cuando va a contarte algo importante, sin decidirse todavía. Al final, el perro desiste. Como si, en realidad, no valiera la pena hablar. Como si, después de todo, tampoco fuera tan importante eso que iba a decir. Y entonces quita la mirada, se va, vuelve a actuar como de costumbre, pidiéndote algo, o simplemente echándose a tu lado. Cuántas veces habría sido mejor no haber dicho ciertas cosas. Si uno tuviera que romper ciertos límites difíciles antes de cada frase se habrían dicho muchas menos estupideces en la vida. Habría menos conflictos, peleas y guerras. Menos dolor.
Fernando de Szyszlo Valdelomar, La vida sin dueño
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