"Pedrito escribe sin parar
que el mundo está por estallar,
y los demás en la oficina, por nada...".
Caín Caín, El amor es más fuerte
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Hace unos días, alguien, en medio del frío y la noche, me dijo: "No, Orlando, el amor no es lo más fuerte: la mejor prueba de ello soy yo".
Fue una mentira, desde luego, pero una mentira que, disfrazada de verdad, me hizo pasar un muy mal rato.
Fue una mentira, desde luego, pero una mentira que, disfrazada de verdad, me hizo pasar un muy mal rato.
No todo fue gris aquella noche. Sus ojos estuvieron de mi lado y fueron mis cómplices: la delataban, no hacían otra cosa que mostrarme una mentira hiriente e innecesaria que afortunadamente ya no podía sostenerse; totalmente distinta a esas mentiras que encontramos en las ficciones: aquéllas que –como insiste Vargas Llosa– nos ayudan a escapar de esta cárcel llamada Realidad, y nos permiten vivir otras vidas.
Escribes es una historia que, partiendo de una canción de Tango Feroz, da testimonio de ese vínculo irrompible que anuda al lector con sus libros predilectos (libros que en un instante determinado, aunque no en todos los casos, lo invitan a dar ese salto que convierte al lector en autor). Pero Escribes no es sólo eso. Escribes es, por otro lado, un humilde himno a la literatura: a sus poderes benéficos y a sus peligros.
Por suerte, sigo creyendo que, como lo dijo Tanguito en su hora más lúcida, el amor es más fuerte. Pero no nos olvidemos de que él habla del amor genuino… ése que nos cambia la vida y nos hace ser –si no distintos– mejores de lo que somos.
El amor es más fuerte, puede ser una canción desconocida para muchos de los lectores de mi relato, y eso al final no es gravitante. Pero, para mí, esa canción marca el fin de una época de aprendizaje, donde los amigos son, a la vez, el punto de partida y el de llegada.
Por suerte, sigo creyendo que, como lo dijo Tanguito en su hora más lúcida, el amor es más fuerte. Pero no nos olvidemos de que él habla del amor genuino… ése que nos cambia la vida y nos hace ser –si no distintos– mejores de lo que somos.
El amor es más fuerte, puede ser una canción desconocida para muchos de los lectores de mi relato, y eso al final no es gravitante. Pero, para mí, esa canción marca el fin de una época de aprendizaje, donde los amigos son, a la vez, el punto de partida y el de llegada.
Con los amigos uno aprende a hacer de todo… pero también aprende a no hacer nada… y, a su vez –si los amigos valen la pena–, nunca termina de aprender.
Yo he aprendido poco del mundo, algo de los demás y casi nada de mí; pero con eso me basta para decir que, de lejos, EL AMOR ES LO MÁS FUERTE.
Hay amores de todos los colores (y para todos los lectores): el amor de pareja, el amor filial, el amor que sentimos por nuestras mascotas o por un equipo de fútbol. No todos son iguales. Unos son más intensos y desbordantes que otros. Pero hay un amor que está disfrazado detrás de una palabra que algunos nunca llegan a conocer: vocación.
García Márquez me hace recordar mucho al Tanguito de la película del cineasta argentino Marcelo Piñeiro cuando dice que el artista es el hombre más libre del mundo. Y es que el Gabo sabe lo que dice; por eso tampoco se equivoca cuando afirma que este oficio –el de escritor– es para galeotes y no para diletantes. Lástima que el personaje del relato es, como yo, un simple diletante… un diletante que sólo tiene fe en una sola cosa: la literatura… y acudirá a ella cada vez que quiera escapar y salvarse… acudirá a ella mientras los demás sigan en la oficina… por nada.
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Hay amores de todos los colores (y para todos los lectores): el amor de pareja, el amor filial, el amor que sentimos por nuestras mascotas o por un equipo de fútbol. No todos son iguales. Unos son más intensos y desbordantes que otros. Pero hay un amor que está disfrazado detrás de una palabra que algunos nunca llegan a conocer: vocación.
García Márquez me hace recordar mucho al Tanguito de la película del cineasta argentino Marcelo Piñeiro cuando dice que el artista es el hombre más libre del mundo. Y es que el Gabo sabe lo que dice; por eso tampoco se equivoca cuando afirma que este oficio –el de escritor– es para galeotes y no para diletantes. Lástima que el personaje del relato es, como yo, un simple diletante… un diletante que sólo tiene fe en una sola cosa: la literatura… y acudirá a ella cada vez que quiera escapar y salvarse… acudirá a ella mientras los demás sigan en la oficina… por nada.
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Imagen: Tanguito y una parte del canon personal del personaje de mi historia: el Nóbel sudafricano Coetzee, la novela Historia de Mayta (Vargas Llosa) y Ribeyro. Escribes acaba de aparecer en la Edición Nro. 143 de Letralia, la primera publicación cultural venezolana en la red que, al cumplir sus primeros diez años de vida, quedó finalista en los premios Stockholm Challenge 2006. Para leer el relato haga clic aquí.
© Orlando Mazeyra Guillén, 2006.
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