2008/02/08

Sandra




Te escribo una vez más sin tentar respuesta alguna. Prefiero tu indiferencia antes que recibir tus calificativos malintencionados (como cuando me dijiste que mi prosa, cuando no es chapucera, es rosa).
No lamento el haberte conocido: al final fue un azar electivo o esas cosas extrañas que me hablabas del poeta mexicano que tanto te gustaba cuando soñabas con casarte en la India al pie de un árbol centenario (¿conmigo o, acaso, con ese lunarejo cincuentón de cara larga y hocico partido?).
Ayer se me rompió un plato y en cada pedazo -disperso en el suelo de la cocina que tú decoraste- encontré un fragmento de tu carta de despedida. Quizá por fin he comprendido que el amor no es un sentimiento: es casi una manera imperfecta de masturbar el alma.
Eso era todo: ahora ríete de mí, de mis conclusiones cojudas y sigue sintiéndote una puta.
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Imagen: "Mujer durmiendo en un paisaje" de Salvador Dalí (1931)
Este texto lo publique en la Biblioteca Cervantes Virtual:

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