La octogésima entrega de los premios Óscar, hoy domingo 24 de febrero, tendrá como competidoras a Mejor Película a: “Expiación”, “No es país para viejos”, “Michael Clayton”, “Juno” y “Petróleo Sangriento”.
El más notable de los cinco largometrajes es “Expiación”, basada en la novela homónima de Ian McEwan (que, al parecer, es mucho mejor que la película, habrá que conseguir el libro para corroborarlo), trata sobre una muchacha ciertamente vanidosa y con una llamativa precocidad literaria, quien, por equivocación o por sentirse despechada, acusa de un atroz crimen al amante de su hermana mayor. Esta acusación marcará para siempre el destino de estos tres personajes y dejará a la protagonista con una pregunta que martillará toda su existencia: ¿acaso hay (habrá) alguna manera de reparar un daño de tal dimensión?
La película habla, ante todo, de los poderes de la literatura (los alcances simbólicos de la ficción): corregir la vida, reparar los errores en el papel, mas no en la realidad. Lo que la protagonista –ya decrépita y consagrada como novelista– llama “un último acto de amabilidad”.
Su último libro (más bien el primero, el que tanto le costó escribir) trató de resarcir a esas dos personas que ella separó para siempre. La novela postrera no hizo otra cosa que dar cuenta de un amor que lamentablemente nunca puedo consumarse.
Por otra parte, la cinta “No es país para viejos” concita especial interés en la comunidad española, y de habla hispana en general, por la nominación del talentoso español Javier Bardem (Las Palmas de Gran Canaria, 1969), quien, a sus 38 años, está a un paso de convertirse en el primer actor ibérico en alzarse con la estatuilla dorada.
Hay que recordar que ésta no es la primera nominación de Bardem: ya antes había sido considerado por su estupenda actuación en “Antes que anochezca”, donde encarna al escritor cubano Reinaldo Arenas. Luego, nos estremeció de una manera quizá más contundente en “Mar adentro”. Hoy, sin duda, se merece el Óscar por interpretar a Antón Chigurh, asesino y psicópata del aclamado filme “No es país para viejos”.
Todos los fanáticos de Bardem esperamos, pues, que los miembros de la Academia le otorguen este más que merecido reconocimiento. Ojalá así sea.
El más notable de los cinco largometrajes es “Expiación”, basada en la novela homónima de Ian McEwan (que, al parecer, es mucho mejor que la película, habrá que conseguir el libro para corroborarlo), trata sobre una muchacha ciertamente vanidosa y con una llamativa precocidad literaria, quien, por equivocación o por sentirse despechada, acusa de un atroz crimen al amante de su hermana mayor. Esta acusación marcará para siempre el destino de estos tres personajes y dejará a la protagonista con una pregunta que martillará toda su existencia: ¿acaso hay (habrá) alguna manera de reparar un daño de tal dimensión?
La película habla, ante todo, de los poderes de la literatura (los alcances simbólicos de la ficción): corregir la vida, reparar los errores en el papel, mas no en la realidad. Lo que la protagonista –ya decrépita y consagrada como novelista– llama “un último acto de amabilidad”.
Su último libro (más bien el primero, el que tanto le costó escribir) trató de resarcir a esas dos personas que ella separó para siempre. La novela postrera no hizo otra cosa que dar cuenta de un amor que lamentablemente nunca puedo consumarse.
Por otra parte, la cinta “No es país para viejos” concita especial interés en la comunidad española, y de habla hispana en general, por la nominación del talentoso español Javier Bardem (Las Palmas de Gran Canaria, 1969), quien, a sus 38 años, está a un paso de convertirse en el primer actor ibérico en alzarse con la estatuilla dorada.
Hay que recordar que ésta no es la primera nominación de Bardem: ya antes había sido considerado por su estupenda actuación en “Antes que anochezca”, donde encarna al escritor cubano Reinaldo Arenas. Luego, nos estremeció de una manera quizá más contundente en “Mar adentro”. Hoy, sin duda, se merece el Óscar por interpretar a Antón Chigurh, asesino y psicópata del aclamado filme “No es país para viejos”.
Todos los fanáticos de Bardem esperamos, pues, que los miembros de la Academia le otorguen este más que merecido reconocimiento. Ojalá así sea.
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En imágenes: Bardem interpretando al desquiciado Antón Chigurh y "Expiación". El actor ha dicho hoy en El País de España que su categoría es una de las más difíciles: "Hay un talentazo en ella. Estos premios son una lotería, un juego, y lo acepto. Yo me enfrento a esto con el placer de saber que yo ya he ganado. He trabajado con los hermanos Coen y he salido ileso. No parecí un marciano en mitad de esta historia tan estadounidense, dentro de un equipo técnico y artístico americano. El resto es accidental. Rodar con los Coen es un milagro. Siendo español, me parecía imposible acceder a su mundo. Cuando contactaron conmigo me sentí conmocionado".
También ha agregado que uno debe alejarse de este eco promocional porque "al final tu trabajo queda sepultado por el ruido mediático, y hay que volver al inicio, a recordar que estos momentos de alegría vienen de una película. Aunque claro, cuando ves el recibimiento a No es país para viejos, te alegras, porque uno lo ha pasado mal, no ha sido fácil componer el personaje de Anton Chigurh, un tipo con flequillo raro que va por ahí con una máquina de matar vacas. Estoy contento pero agarrándome las riendas. Hace falta filosofía zen para no perderse en este ruido. Tengo una distancia óptima y saludable respecto a cualquier accidente, sea éste feliz, un premio Oscar, o desafortunado.
Ha sido un viaje muy largo que empezó en Cannes, con el estreno en el festival de No es país para viejos. Llevo hablando de lo mismo tantos meses... He vivido el viaje con alegría y con distancia, porque si no, te puedes perder en todo este ruido que es insano para, y no quiero que suene demasiado pretencioso, el arte. Debo seguir con proyectos que tengan algo importante que decir. Para mí, esta gala es una parada que no va a alterar la dirección que llevo. Eso no hay Oscar que lo cambie".
Ha sido un viaje muy largo que empezó en Cannes, con el estreno en el festival de No es país para viejos. Llevo hablando de lo mismo tantos meses... He vivido el viaje con alegría y con distancia, porque si no, te puedes perder en todo este ruido que es insano para, y no quiero que suene demasiado pretencioso, el arte. Debo seguir con proyectos que tengan algo importante que decir. Para mí, esta gala es una parada que no va a alterar la dirección que llevo. Eso no hay Oscar que lo cambie".
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