—¿Cómo era
en los viejos tiempos? ¿Todos saliendo a caballo, disparando. . . humo por
todas partes, gritos, el zumbido de las balas?
—Supongo.
—Mierda,
creía que nos iban a matar. Hasta tenía miedo. ¿Tenías miedo en aquellos
tiempos?
—No me
acuerdo. Estaba siempre borracho.
—¡Le disparé
al cabrón tres veces! Estaba cagando, iba a coger su pistola y le disparé. El primer disparo le dio justo en el pecho. Ese fue el
primero.
—¿Primer
qué?
—El primer hombre que
he matado en toda mi vida.
—¿Sí?
—¿Sabes? Cuando
dije que ya había matado a cinco, no era verdad.
—¿El
mejicano con la navaja?
—Le rompí la
pierna con una pala. No lo maté.
—Bueno, al
tipo de hoy sí lo mataste.
—¡Sí! Lo
dejé hecho polvo, ¿verdad? Tres tiros cuando estaba cagando.
—Toma un
trago, Chico.
—¡Dios! No
me parece verdad. Que no volverá a respirar nunca. Que está muerto. Y el otro
también. Basta con apretar el gatillo…
—Es algo
duro matar a un hombre. Le quitas todo lo que tiene. . . y todo lo que podría
tener.
—Supongo que
lo tenía escrito.
—Está
escrito para todos, Chico.
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Ella era una muchacha guapa que le rompió a su madre el
corazón cuando decidió contraer matrimonio con William Munny, un ladrón y
asesino conocido. . . un hombre notorio por su carácter vicioso y inmoderado. Cuando
ella murió, no fue por él,como esperaba su madre. . . sino por la viruela.
(...) Unos años más tarde, la señora Feathers hizo el arduo viaje a
Hodgeman para visitar el último descanso de su única hija. William Munny había
desaparecido con sus hijos mucho tiempo atrás. . . decían que a San Francisco.
. . y dicen que prosperó por la venta de provisiones. Y no había nada en la
tumba para explicarle a la Sra. Feathers por qué su hija se casó con un ladrón
y asesino conocido. . . un hombre notorio por su carácter vicioso e inmoderado.
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