Por Orlando Mazeyra
Guillén
En La civilización del espectáculo,
el último libro de Mario Vargas Llosa, el escritor arequipeño atiende la idea
del poeta, dramaturgo y crítico literario estadounidense T. S. Eliot de que es
indispensable que existan culturas regionales que nutran a una cultura nacional
y, a la vez que formen parte de ella, existan con su propio perfil y gocen de
cierta independencia: «Es importante —sentencia Eliot— que un hombre se sienta no sólo ciudadano de una
nación en particular, sino ciudadano de un lugar específico de su país, que
tenga sus lealtades locales. Esto, como la lealtad con la propia clase, surge
de la lealtad hacia la familia».
El Diccionario de arequipeñismos ha sido escrito, creo, azuzado por
esa genuina identificación que Juan Guillermo Carpio Muñoz siente con su tierra
natal, sus raíces, su familia, es decir: Arequipa.
Yo había leído, hace algunos meses,
una versión bastante resumida, cuando el autor le regaló un ejemplar a mi madre
luego de degustar, cómo no, un sabroso adobo preparado por ella. No podrían
imaginar (o quizá sí) lo placentero que fue el retar a mis hermanos a pasar la
prueba de saber cuán arequipeños eran, preguntándoles el significado de algunas
palabras que consideraba «rebuscadas» y, a
su vez, la fruición que me producía el reencontrarme con vocablos que parecía
exhumar de los sótanos de la memoria, recordando, así, los domingos, en la casa
de la Mamá María, mi abuela materna, en Cerro Colorado: correteando en su gran
huerta, escuchándola hablar y sintiendo un secreto orgullo por no sólo ser
nieto de arequipeños de pura cepa, sino porque había un valor agregado: ¡eran
chacareros!
Valga aclarar que la lectura de este
libro ha servido para enmendarme la plana y, así, descubrir que el habla
arequipeña es mestiza y, por lo tanto, se forjó por contribuciones tanto de los
chacareros como de los citadinos. En consecuencia, no sólo es un absurdo el sentirse
más arequipeño porque uno es descendiente de chacareros mistianos, sino que,
como nos lo dice el autor del diccionario, hay que erradicar el equívoco de
llamar loncco, al hablar típico,
tradicional, característico o ancestral del arequipeño.
Esta publicación no sólo nos acerca
a terminologías locales, sino que también a definiciones sobre lo que es ser
arequipeño. Ahora, a puertas de un nuevo aniversario de la Ciudad Blanca,
vuelve a plantearse la pregunta de siempre: ¿quién o qué es un arequipeño?
En esencia, un arequipeño es un
mestizo que no tiene complejo de inferioridad frente a los demás, no reniega,
no se avergüenza, ni se siente tributario de sus ascendientes indios o
españoles, porque se siente un ser nuevo y diferente —y, algunas veces, equívocamente, hasta se cree
superior— a ellos.
Hace algunas semanas, le comenté a
don Juan Guillermo que quizá muchos de estos arequipeñismos están condenados (y
disculpen por utilizar este término que puede sonar despectivo o desafortunado)
a convertirse en antiguallas para el arequipeño del siglo XXI; sin embargo, eso
sólo lo dirá el tiempo. Pongo como ejemplo, lo que tengo más a la mano, mi
familia. O, para ser más preciso, mi familia paterna. Los hermanos de mi padre
tenían la costumbre de poner apodos muy arequipeños: a la hermana mayor, por
ser muy beata y llorona, una solterona pertinaz, señorita que ya frisa los
ochenta años, le decían «sor
cariche»; y a una de
las últimas tías del clan, por ser la de piel más blanca y de ojos claros, le
decían, con cierto retintín, «la carulla».
Cariche y Carulla, dos arequipeñismos que, entiendo, para el arequipeño
promedio deben sonar a términos, si no extraños, poco usuales. Ojalá me
equivoque.
Además, el doctor Carpio Muñoz nos
advierte, para mi espanto, que una de las características del habla de los
arequipeños (la correcta pronunciación de la «ll»), se está perdiendo producto del agobiante centralismo limeño. Entonces
lo que se viene no es muy alentador, aunque todo depende del cristal con que se
observe. Julio Cortázar afirmó que «las novedades del habla popular
son la creación de poetas anónimos que precisamente crean nuevas formas porque
las usuales están gastadas, han perdido filo».Yo no creo que estos términos hayan perdido
filo. Es simple, o desolador: ha dejado de interesarnos lo propio, lo que nos
distingue de los demás.
A contrapelo de todo lo expuesto, esta
bella publicación atiza la llama de una esperanza. Espero, pues, que la
difusión del Diccionario de
arequipeñismos sea un primer gran paso: una tarea pertinente, porque además
el esfuerzo de galeote de su autor lo merece y, tal como lo señaló el poeta
cusqueño Odi Gonzáles, estamos ante un hombre que «ha cargado un puma vivo». Este libro es parte de nuestra
historia, pasado y presente, anidándose para construir un futuro que cumpla con
la promesa de nuestro amado himno: renovar los laureles de ayer.
Como arequipeño me siento agradecido
y es mi deber compartir esta emoción con todos los lectores, la emoción de
sentirme ciudadano de esta tierra.
Orlando Mazeyra Guillén
01 de agosto de 2012.
Por Sara Guillén Camargo
Esta noche se reúnen
los lonccos y los ccalas
en la biblioteca del Nobel Don Mario Vargas
Llosa
para atingir lo que ha escrito el Juan Guillermo,
después de muchas jornadas de esjuerzo;
paiso le ha dau el tatito
bastante caycumen.
Seguritito que se ha quedau chocni
y se ha tocpiu el celebro pacer este
nuevo libro;
que más
parece una lloglla de palabras;
que me han cercenau el corazón,
recórdándome que bonito
hablaba
en antaño mi aguelo Fernando y la mamitá
Juana.
Veyo en su libro una pucuna
que servirá para soplar cultura
a tanto mocotecte y badulaque
Lue estau leyendo y me guelto loca de alegría,
una
tarabilla contando, y recordando a mi familla
arequipeñismos de tanta maravilla.
Juan Guillermo, ¿cuánto te habéis demorau
para escribir tanto?
Por Diosito seguro que has estau
como gallina tocta encerrau en San Lázaro;
¿Cuántos días encerrau? Y ahora:
¿Cuántos riales por revainarte el celebro?
¡Eso no importa!
Seguro
cuatro riales por el esjuerzo.
Recuerdo que decía el
abuelo: Si no vivís pa servir
no servís pa vivir.
Por eso no permitáis
que te domine el cansancio…
Vos seguí en la faina, creyando
cultura
para tanta criatura.
Ya viene la fiesta de la
Asunción voy a pedir que
La mamita linda te
bendiga
y te ilumine la Santisma
Trinidá;
Tu no dejís de mirar pal
cielo dando
gracias por el
bendito caycumen que te ha
dau el Tatito.
Esta noche recibe una quepiñada de felicitaciones
de todos los que te
acompañan.
Gracias Juan Guillermo
por seguir construyendo cultura,
para tu Arequipa, a la
que amas y conoces con locura.
Sara Guillén Camargo
1 de agosto de 2012
ALGUNOS AREQUIPEÑISMOS Y SU SIGNIFICADO
(fuente Diccionario de J. G. Carpio Muñoz)
1. Guardacho: dinero, comida, o en general cosas que se guardan o esconden
con mucho celo, de tal suerte que los demás no tienen idea de su existencia.
Por ejemplo: hijito, te voy a comprar una computadora con un guardacho que
tengo, pero no se lo digas a nadie.
2. Guato: cordón ordinario o gastado por el uso, algunas veces hecho con una
tira de tela, que sirve para amarrar. Por ejemplo: amárrate los guatos de los
zapatos.
3. Toncori: Garganta, tráquea. Por ejemplo: se le atracó un hueso en el
toncori.
4. Mistiano: natural, perteneciente o relativo a Arequipa. Literalmente
hijo(a) del Misti, el volcán tutelar de Arequipa. Por ejemplo: las mistianas,
además de atractivas, son trabajadoras y exigentes.
5. Misquirichi o Misquiriche: avaro, miserable, tacaño, el que se engolosina
con su dinero o con las cosas de su propiedad. Por ejemplo: ella no te convidará
ni un pan, es una misquirichi.
6. Chajualla: perro chico y ladrador y bullicioso; por extensión, persona
bulliciosa y parlanchina; por extensión: algo o alguien sin importancia,
insignificante.
7. Trica: el conjunto de las tres porciones en que se divide la bebida
preparada con la mezcla de los líquidos de una botella de licor de alto
contenido alcohólico y una botella de gaseosa (de uno a dos litros de
capacidad). La medida es: una de licor por dos de gaseosa. De uso reciente
entre los jóvenes.
8. Cotimbear: mentir o decir cotimbas (mentiras, embustes). Esta acepción
está en desuso. Generalmente se le confunde con quetimbear.
9. Forata: expulsar a alguien, botarlo, echarlo, arrojarlo, ponerlo fuera.
Por ejemplo: ya les dimos forata a esos intrusos. Romper unilateralmente una
relación o un compromiso. Por ejemplo: Elenita le dio forata a su enamorado.
Parece provenir del español fuera.
10. Chilicuto: Grillo. Apodo de varón bajito y casi volátil por su poco
peso.
11. Tolina: Marisco difundido en la costa del Perú y en el norte de Chile.
En Arequipa se conoce más con el nombre de tolina, pero también algunos le
llaman: casco de burro, y otros abalón (que no es palabra del español). Nuestro
plato típico en que es protagonista es la sarza de tolinas. En Chile le llaman
loco y lo comen con mayonesa. Es también muy difundida su acepción: vagina (por
el parecido del marisco al órgano femenino ya mencionado).
12. Diana: bebida caliente que se prepara con leche, agua, castañas,
almendras, coco rallado, canela, clavo de olor y pisco (o en su defecto coñac),
y que es tradicional tomar "para el frío" y por las noches en los
lugares públicos donde se verifican festividades populares. Posiblemente este
arequipeñismo se haya formado de manera figurada a partir del vocablo español
diana, que como sabemos nomina a ese toque de corneta que se hace en las
madrugadas en los cuarteles para levantar a la tropa.
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