En la edición Nro. 195 del semanario Hildebrandt en sus trece |
También en la página 27 aparece un bello de texto de César Hildebrandt titulado Dormir sin culpa, que comparto.
Los animales duermen sin culpa. Sin manchas ni remordimientos. Duermen como han de morir, como vivieron: puros, lo más cercanos a Dios (si Dios hubiese). Vivían las bestias la paz del paraíso hasta que el mono transformado llegó para trocearlos. Y el mono inventó las hamburguesas, los patés, las putas de Avignon embutidas en mallas de torero, las máquinas fabricadoras de mastitis, las páginas sociales, los reyes belgas matando por marfil. Decretó el mono apenas transformado que él era el rey de la creación y el hijo de Dios y todo eso lo dijo para inventar corrales, mataderos, lentas muertes, programadas gorduras. Lo dijo con la voz del falso coronel de Kentucky Fried Chicken. Llegó con hachas el mono transformado, con patadas llegó la bestia humana a establecer el reino del martirio. Ese mono bajado de los árboles que afirma haber visto la zarza ardiendo está matando también su madriguera. El planeta está harto del mono soberbio, los hielos se derriten por su culpa y el culto por las chimeneas terminará con esta roca que gira sin sentido alrededor de una estrella que ignora también por qué se quema. Cuando la locura me llama y la ninguna razón del universo solicita mi atención, entonces yo me pongo a ver fotos de animales que duermen y consigo así no suicidarme.
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