Con Oswaldo Reynoso, en el bar Don Lucho, Jirón Quilca, Lima. |
"Rosquita, aunque no lo creas, te conozco
demasiado. En la galería del cine de tu barrio eres el más ocurrente.
Desde la triste soledad de la platea te he escuchado. Y un día de verano
te he visto gorreando en el estribo de un tranvía de Chorrillos. Ibas
con todo el cuerpo al aire y tus cabellos en tremolina al viento cubrían
tus ojos. Y, cada vez que venía el cobrador lo saludabas, palomilla:
"Presente, mi general". Cada cuadra un
chiste y un repertorio inacabable de piropos. Recuerdo que un cura gordo
y serio se comía la risa, hipócrita. Te he visto también jugar fútbol
en la calle de tu Quinta. Y te he visto también llorar después de la
pelea con algún "torcido", como los llamas tú. Te he visto también en el
billar "La Estrella", escondiéndote de Don Lucho. Y te he visto también
cantar y bailar en la cantina del japonés. Te he visto también,
tímidamente y oculto, deslizarte por lugares prohibidos. Y te he visto
también pasear con tu muchacha, con tu gila, Rosquita.
Pero también
sé que a pesar de tus gracias, de tu risa y palomillada eres triste.
Eres triste porque comprendes que un muchacho como tú puede perderse.
Ahí no está el Príncipe de ladrón. Colorete, de "maldito" y casi casi
perdido; Cara de Ángel, de jugador, capaz de empeñar su camisa e irse
desnudo, de noche, a su casa, por una mesa de billar; Carambola que está
llevando mala vida con una mujer mayor que él; Natkinkón, bohemio y
jaranero; y del Chino y del Corsario, mejor no hablar de ellos. Pero tú
quieres ser bueno: lo sé. Si en algo has fallado ha sido por tu familia,
pobre y destruida; por tu Quinta, bulliciosa y perdida; por tu barrio,
que es todo un infierno y por tu Lima. Porque en todo Lima está la
tentación que te devora: billares, cine, carreras, cantinas. Y el
dinero. Sobre todo el dinero, que hay que conseguirlo como sea. Pero sé
que eres bueno y que algún día encontrarás un corazón a la altura de tu
inocencia" (fragmento de LOS INOCENTES de Oswaldo Reynoso).
Por Orlando Mazeyra
Guillén
El narrador guatemalteco Augusto
Monterroso (Tegucigalpa, 1921- Ciudad de México, 2003) alguna vez confesó que su
ideal último como escritor consistía en ocupar algún día en el futuro media
página en el libro de lectura de una escuela primaria de su país. El
peruano Oswaldo Reynoso (Arequipa, 1931) hace suyas estas palabras y sabe que lo
ha conseguido. Sin embargo, no fue nada fácil, pues cuando publicó Los
Inocentes no fueron pocos los que pidieron que le quitaran el título de
profesor. Y, además, quisieron prohibirle el ingreso a cualquier colegio. En
más de una entrevista contó que lo acusaron —algunos lo siguen acusando— de ser
un corruptor de menores, de emplear un lenguaje procaz, que hablaba mucho de
sexo. El tarabilla aprista «Javier Valle Riestra, en una sesión del
municipio cogió mi libro y dijo que debía impedirse su lectura y que parecía
escrito por un podólogo, o sea, con los pies, y que había que cerrar el bar
Palermo porque ahí se reunía gente de mal vivir, cuando todos los que nos
reuníamos ahí éramos poetas».
ABIMAEL GUZMÁN[1], ¿UN HUMANISTA?
«En esa entrevista para un blog del diario Perú21, en primer lugar me preguntan:
¿usted lo conoció a Abimael Guzmán? Sí, lo he conocido en Arequipa y en Huamanga.
¿Y cómo era? Le respondo al periodista: yo con él hablaba de literatura, pues él conocía
bastante de literatura, sabía mucho de música, le gustaba, por ejemplo,
Vivaldi, Mozart, también leía muchos libros de filosofía. Era un humanista.»
—¿No le parece
que bajo ese concepto también
podríamos decir que Hitler era un humanista? A él le gustaba mucho la pintura y
se dice que los nazis exterminaban a los judíos escuchando a Wagner, ¿escuchar música
clásica los convierte en humanistas?
—Pero lo que yo estoy diciendo sobre
Guzmán es que yo lo conocí como humanista. Ahora, yo ya no me hago responsable
de lo que él hizo después.
—Debe entender que muchos esperamos
que usted, como un escritor representativo de la generación del cincuenta y que
además admiramos su obra, condene enfáticamente todo lo que hizo precisamente
después Abimael Guzmán que, entre otras cosas, fue un genocida.
—Para mí, Sendero Luminoso está
dentro del proceso histórico peruano, no lo podemos desligar del proceso
histórico.
LA «HISTORIA SECRETA» DEL PERÚ Y LA
HIPOCRESÍA
—Es obvio que ya forma parte de la
historia del Perú. Pero de una parte negra de nuestra historia, por eso creo
que hay que asumir una postura clara: condenarlo, rechazarlo…
—No. Yo no condeno ni estoy de
acuerdo. Es un proceso. Y yo creo que, de acá a cincuenta o noventa años, habrá
la suficiente serenidad para juzgar estos acontecimientos históricos, ¿no? Por
otra parte, desde el colegio nos han enseñado que el Perú es un país pacífico y
eso es mentira. Eso es totalmente falso. Durante la colonia hubo grandes
levantamientos indígenas que rechazaban la cultura dominante. Entonces no nos enseñaron
a nosotros la verdadera historia del Perú. Yo, en secundaria, simplemente
aprendí que hubo un determinado número de virreyes… y que un virrey había
mandado a construir un puente y que otro virrey había mandado a construir una
plaza de toros. Son trescientos años, ¡trescientos años de dominación!
Trescientos años de gran exterminio de la raza indígena. Eso no nos lo enseñó
nadie. Luego viene la emancipación. Gran parte de los ejércitos de los
españoles estaba formado por nativos peruanos, o de lo que vendría a ser el
Perú. En realidad, era una guerra de emancipación comandada por los criollos
que habían gobernado el Perú a nombre de España y ahora querían gobernar a su
nombre. Y luego vienen las guerras de los generales: cada general armó su
propio ejército y se disputaban las riquezas del pueblo. Los Gamarra, Los Santa
Cruz, Los Salaverry… generales que combaten entre ellos hasta la Guerra del
Pacífico. ¡La Guerra del Pacífico fue un desastre, una masacre! Y durante el
siglo XX se producen una serie de levantamientos en todo el Perú. En los años
treinta, el Apra toma Trujillo[2], Cajamarca y Huamanga: los apristas masacraron
a policías y luego fueron a matar a militares en el Cuartel de Artillería de
Trujillo. Se bombardea Trujillo. Después el ejército captura a los apristas y
fusila a miles de apristas y también a no apristas en Chan Chan. No nos
olvidemos tampoco de la rebelión de los marinos (Guerra civil peruana de
1856-1858). La guerrilla de
Luis de la Puente Uceda, fundador del MIR (Movimiento de Izquierda
Revolucionaria), la guerrilla de Héctor Béjar, la intentona revolucionaria del
poeta Javier Heraud y, finalmente, el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru
(MRTA) y Sendero Luminoso (SL). Entonces, en conclusión, toda la historia del
Perú está jalonada por grandes rebeliones e innumerables matanzas, ¿no? Lo que
pasa es que esa historia es una «historia secreta». Hace poco, que he estado en Pucallpa, me han dado un libro que todavía
no he terminado de leer, pero hay documentos que indican que la Fuerza Aérea de
Panamá exterminó etnias en la Amazonía, bombardearon el Perú. ¡Todos esos
documentos se ocultan! ¿Por qué no salen a la luz?
—Pero la violencia venga de donde
venga hay que condenarla, ¿sí o no?
—Un momentito. La violencia surge
cuando no se han resuelto problemas importantes y hay conflictos terribles. La
violencia no viene del aire, la violencia se forma. Una persona es violenta
porque ve que sus derechos son vulnerados. Hay un caldo de cultivo, porque
estoy seguro que si un terrorista va a un distrito como San Borja o La Planicie
y dice: «¡vamos a tomar las
armas!», lo
sacan a patada limpia. Pero si va a un terreno donde hay grandes problemas,
como la Amazonía o la sierra, la cosa será distinta. Entonces hay que
plantearlo esto desde el punto de vista de un proceso. Y ésta es una sociedad
hipócrita. Yo estoy en contra de que a
los niños se les enseñe a tomar un arma y a matar como actualmente ocurre en el
VRAE. Pero, ¿quién reclama? ¿Quién sale a dar la cara? Los que permiten que la
televisión sea una escuela de violencia en el Perú. ¡Es una sociedad hipócrita!
Que la gente no se rasgue las vestiduras: si acá en la ciudad, que se supone
que es gente civilizada, y vive gente
con cultura, se permite que los niños
vivan en un ambiente de violencia y que manejen armas virtuales, con juegos que
busquen matar al enemigo, y que todos los días por los canales de televisión
haya muertos y sangre, noticieros que se
regodean enseñando sangre… entonces esa sociedad debe protestar, así como
protesto yo porque a los niños se les enseña a matar, debe protestar contra
este modelo organizado exactamente para inculcar la muerte y la violencia.
HAY QUE SER
TOLERANTES…
—Sobre
su último libro, En busca de la sonrisa encontrada, usted me comentaba que
muchos amigos suyos —que leyeron las primeras versiones—, hablando por lo bajo,
decían «bueno, pues, hay que ser tolerantes»…
—Lo que quiero aclarar también es el uso que muchos le dan a la
palabra «tolerante». Ahora está de moda decir: «hay que ser tolerantes». La palabra tolerante de acuerdo
como lo define el diccionario de la Academia. Y, ojo, que no digo «Real».
—¿Y por qué no dice «Real»?
—Porque Real viene de la realeza, de
la monarquía, ¡quiere decir que todavía no nos hemos independizado de España!
—Pero ellos, los españoles, todavía
tienen un rey que caza elefantes…
—Para nosotros no es «Real». El diccionario de la Academia dice que hay
tolerancia cuando hay poder. Cuando uno se siente superior al otro y deja pasar
lo que le molesta del otro: entonces es tolerante. En el Perú lo que debe de
haber no es tolerancia sino respeto: respeto al otro. El que dice «hay que ser tolerantes» se cree superior al otro.
—¿Siente
que no respetan a su nueva obra?
—En el Perú debemos aprender a respetar
en todo aspecto. Respetar al otro. En relación a las declaraciones que yo di
sobre Abimael Guzmán, luego entré a internet y hay un señor (Gustavo) Faverón…
—Que ha
escrito positivamente sobre su obra en un ensayo que apareció en la revista Hueso Húmero[3]…
—Ese señor dijo que por qué se había hecho tanto
escándalo por las declaraciones de Iván Thays[4] porque dijo que la comida peruana
es indigesta y no me hacían escándalo a mí. Entonces a mí me preguntan sobre
eso y yo les digo lo siguiente: «miren, cuando leí las declaraciones de Thays y supe del cargamontón que
le hicieron, yo salí en defensa de Thays porque hay que respetar la opinión de
un escritor, él sabrá por qué lo dice, hay que respetar las ideas del otro,
¿por qué todos vamos a pensar igual? Si a él le parece que la comida peruana es
indigesta, allá él». Entonces, ¿qué pasó? Lo llamaron traidor a la
patria. Incluso salió un pobre infeliz que se autodenominó el mejor cocinero de
ceviche del Perú…
—Javier Wong…
—Salió con un cuchillo, a decir: «¡ese hijo de puta!», amenazante. Y luego publican
fotografías de Thays con un parecido a Oscar Wilde y le dicen: «maricón de mierda». Luego el conductor del programa La noche es mía le pregunta al público: «¿quién conoce a éste?» ¡Nadie!, responden todos. «Entonces es un desconocido». Yo he salido en defensa de Thays.
No es posible que se diga tanta barbaridad. Y luego me entero de que se quejan
de por qué le hacen escándalo a él y no a mí[5].
En octubre no hay milagros |
—Y
Thays ha llegado a deslizar en
las redes sociales la idea de que hay muchos escritores gays homofóbicos y que
una muestra de eso es su novela En octubre
no hay milagros.
—Eso pasa por no saber leer. Por lo
siguiente: la novela En octubre no hay milagros no es una
novela homofóbica, sino una novela contra el poder. Ahí hay dos tipos de relación
homosexual: la relación de poder, del dictador, del tirano con el joven que se
rebela; y la otra relación homosexual es la del profesor. La de don Manuel con
Tito es una relación de poder; en el otro caso, el caso del profesor, es una
relación de amor.
—A qué se refiere cuando habla de los
escritores «transgénicos»…
—Un alimento transgénico es aquel
elaborado artificialmente en un laboratorio. Y hay escritores elaborados
artificialmente en «laboratorios». Pero felizmente en las provincias
del Perú está apareciendo el verdadero movimiento literario: por ejemplo, en
Chimbote hay un gran escritor Fernando Cueto que acaba de ganar el Copé con la
novela Ese camino existe, Óscar Colchado con Rosa Cuchillo y su última
novela Hombres de mar, también los escritores de Huánuco, Pucallpa,
Tarapoto, Iquitos, Arequipa que no se conocen en Lima, pero que están innovando
la literatura peruana actual. Entonces Lima se está quedando atrás, porque Lima
es la misma cantaleta de siempre. Hay periódicos que antes tenían una página
entera dedicada a la cultura, ahora la han eliminado y han puesto espectáculos
y más deportes. En las provincias se está dando el gran renacimiento de la
literatura peruana. Recordemos, también, que Octavio Paz decía que una persona
culta e inteligente era capaz de escribir un buen poema o un buen cuento, pero
eso no era arte, sino artificio.
—¿Y cómo accede usted a la llama
creadora del arte?
—Los antiguos griegos llamaban a eso
las musas. Así le llamaban a la inspiración.
—¿Y Oswaldo Reynoso dónde encuentra
la inspiración?
—En la vida intensa y la cerveza.
MONTERROSO Y LA INMORTALIDAD
Tito Monterroso |
—Yo sé que a usted la idea de vencer
a la muerte como que no le quita el sueño y también desconfía de todos los
premios literarios porque piensa que son amañados. Sin embargo, justamente a un
narrador universal como Augusto Monterroso, lo condecoraron en España con el
premio Príncipe de Asturias, y él en su discurso de aceptación del lauro,
confesó: «mi ideal último como escritor consistía en ocupar algún día en el
futuro media página en el libro de lectura de una escuela primaria de mi país».
—Suscribo
exactamente lo mismo.
—Monterroso
añade: «Acaso esto sea el máximo de inmortalidad a que pueda aspirar un
escritor».
—Exactamente.
Yo estoy totalmente de acuerdo.
—Lo que pasa
es que usted ya lo consiguió. Además muchos afirman que, después de Vargas
Llosa y Bryce, el autor más leído en las escuelas del Perú es Oswaldo Reynoso.
—Cuando yo
escribí Los Inocentes pidieron que me quitaran el título de profesor. Y
querían prohibirme el ingreso a cualquier colegio. Y me acusaron de corruptor
de menores. Y te cuento que tengo un relato que quise incluir en El
goce de la piel pero desistí, tampoco lo puse en mi último libro. Es un
relato sobre mi infancia en Arequipa y ocurre precisamente allí (señala con
cierta malicia la Catedral de Arequipa) porque yo fui monaguillo. Seguramente
lo incluiré en otro libro.
—¿Qué
significa para Oswaldo Reynoso la ciudad de Arequipa?
—Arequipa para
mí significa una infancia muy hermosa. Y una adolescencia también hermosa,
sobre todo por el ambiente familiar, pero hubo autoridades que luego del
levantamiento del cincuenta lo llevaron preso a mi padre acusándolo de espía
chileno y eso lo dañó mucho, lo hizo sufrir y morir sin patria.
¿DÓNDE ESTÁ EL RÍO?
«Alrededor de mis libros discurren
conflictos fundamentales, pero yo no soy quién para explicarlos porque hay
escritores que escriben algo y luego escriben otro libro para explicar lo que
han escrito. Entonces el que encuentra los conflictos que yo planteo, que los
encuentre; y el que no los encuentra, pues es problema de él. La literatura no
nace con un autor, la literatura es un proceso, es como un río. El problema que
yo veo ahora con los narradores es que no saben dónde está el río ni qué
recodos tiene ese río y desconocen la obra de los narradores fundamentales. Yo
me he encontrado con narradores que creen que han inventado el mundo».
—Justamente
Monterroso ironizando dice: yo aprendí a ser breve leyendo a Proust.
—¡Claro! Yo te
puedo contar una anécdota de Monterroso con Bryce. En un congreso literario
Bryce tomó la palabra y respondiendo a una pregunta dijo: «yo escribo, escribo
y escribo». Luego Monterroso toma la palabra y dice: «yo, al contrario de mi
amigo Bryce, corrijo, corrijo y corrijo» (ríe). Ahora, Bryce cuando apareció
fue novedoso, tiene picardía y todo eso, pero es muy descuidado. Demasiado. En
un solo párrafo utiliza demasiados adverbios terminados en mente.
—Para
evitar eso se puede utilizar las herramientas de un procesador de textos. ¿Usted
no le opone resistencia a la tecnología, verdad? Usa la computadora, el correo
electrónico, etcétera…
—Todo depende
de cómo se utilice. Yo me pongo a escribir en la computadora, alrededor de una
hora, luego le saco una copia, imprimo. Después en la noche corrijo con
lapicero y al día siguiente, con esa corrección, vuelvo a la computadora y hago
las correcciones en el archivo.
—¿Cuál
su música favorita al momento de escribir?
—Depende de mi
estado de ánimo. Me gusta mucho Vivaldi, Mozart, Beethoven.
EL TRASLADO
Vargas Vicuña |
«Eleodoro Vargas Vicuña se murió
el 10 de abril, el día de mi cumpleaños. Él era mi compadre, yo fui padrino de
su hijo. Ese día yo recibí una llamada en la mañana y una voz me dijo: cuida
tu cuerpo como si fuera un templo. Me repitió esa frase como tres veces
y yo no sabía quién era. A la media hora recibo otra llamada, era la hermana de
Vargas Vicuña que me informó: hace media hora Eleodoro ha muerto y lo vamos a
velar en el hospital Rebagliati. Yo le dije que Eleodoro se merecía otro tipo
de despedida y de inmediato hice llamadas para que lo velaran en el Museo de la
Nación y, al día siguiente, el dueño de una empresa de transporte puso un
microbús para llevar el féretro a Tarma y, así, partimos en caravana. Llegamos
a eso de las seis de la tarde a Tarma, donde había una delegación que le había
preparado una capilla ardiente en el local del municipio, luego llegó una
comisión de Acobamba que dijo que Eleodoro debía ser enterrado en Acobamba. Lo
llevamos y lo velamos en Acobamba en una capilla muy pequeña por la cantidad de
gente que fue, entonces lo llevamos al municipio y después a la sala principal,
antes lo habíamos velado también en un club, de ahí lo trasladaron a la iglesia
y finalmente al cementerio que queda en una pendiente. En medio de la pendiente
hay un descanso donde se hizo un homenaje final, luego yo ya no pude subir.
Pero cuando ya lo estaban poniendo en el nicho apareció un sobrino para cumplir
con una vieja promesa del bar Palermo: ponerle dos botellas de trago. Y el
sobrino nos dijo que Eleodoro había pedido que lo entierren en la punta del
cerro. Y por fin lo enterramos. Después, cuando ya regresábamos, yo en ese
entonces tomaba ron, estábamos con Maynor Freyre tomando ron, y cuando
estábamos llegando a Lima no sé cómo me acuerdo repentinamente de mis años en
Arequipa, habíamos formado el grupo Avemur con Aníbal Portocarrero, cuando conocí
a Eleodoro en la Plaza de Armas, y me dijo: mira lo que acabo de escribir. El
cuento se llamaba El traslado y empezaba así: cambiamos de lugar aún después de
muerto… Y entonces llegando a Lima yo les digo a todos: recuerdo que en
la Plaza de Armas de Arequipa, Eleodoro me leyó ese cuento, El
traslado, que aparece en su libro Ñahuin y comienza con esta frase: cambiamos
de lugar aún después de muerto: el hospital Rebagliati, el Museo de la
Nación, el club de Acobamba, el municipio, la iglesia, la mitad del cementerio,
el nicho y por último la punta del cerro».
LA HOMOESTÉTICA
—Martín
Adán es su gran referente.
—Me
impresionó La casa de cartón, yo aprendí a escribir con La
casa de cartón. Y luego leí su poesía que en ese entonces no comprendía
mucho. Aparte de Martín Adán yo siempre recomiendo que lean a Arguedas, a
Valdelomar. Ahora, respecto a Martín Adán, sobre mi último libro, a mí no me
agradan las calificaciones que han hecho algunos. Dicen que es un libro
homoerótico. Porque lo erótico es la exaltación del sexo. A mí me parece que es
un libro homoestético porque no hay ninguna descripción o escena sexual.
—¿Homosensual
tal vez? —pregunta Carlos Bellatín.
—Ho-mo-sen-sual
—silabea Reynoso—. Salud por eso: ¡homosensual! —y chocamos nuestros vasos de
cerveza.
—Bueno,
yo como lector quizá esté equivocado, Oswaldo. Pero como que intuyo que no pisa
el acelerador a fondo porque todavía se siente atado de pies y manos por la
sociedad en la que vive, yo lo noto así como lector, ¿qué piensa al respecto?
—Sí
—asiente convencido—, es muy difícil romper eso.
—¿O
sea no se atreve a reventar, a explotar todo en su narrativa sobre las relaciones
homosexuales? —pregunta Carlos Bellatín.
—No.
Yo lo quiero dejar así en mi
narrativa. Porque lo otro es pasar a
otro tipo de cosas. Por ejemplo, Miguel Gutiérrez dijo que yo debería escribir
una novela sobre la homosexualidad. Pero a mí me parece que ya es un tema muy
trillado, manoseado. Y porque además no lo siento.
—Pero
precisamente ha criticado a aquellos que han abordado con superficialidad el
tema de la homosexualidad. Usted, en cambio, lo haría con belleza, profundidad,
hondura…
—No creo. Ya
no. No puedo ya. Es muy difícil. La Arequipa de mi juventud fue una sociedad
muy conservadora, demasiado machista…
—¿Esa
Arequipa de su adolescencia donde un viento feroz quiso apagar para siempre la
llama de la lámpara de Aladino que ardía en su piel?
—Es muy
difícil —reitera y uno puede reconocer el desaliento en su voz, sentimientos
encontrados, recuerdos dolorosos o quizá sólo un ligero malestar. ¿El malestar
que nos produce el Perú? Siento que ya fueron suficientes preguntas, al menos
por hoy.
Ahora es mejor
apurar el vaso de cerveza y repetir aquella frase de Eleodoro Vargas Vicuña: ¡Viva
la vida, carajo! El amigo del alma de Oswaldo Reynoso que —contó alguna
vez Edmundo de los Ríos—, aunque nacido que La Esperanza (Cerro de Pasco),
gustaba en provocar llamándose arequipeño. Ese mismo que, a pocas horas
del irreversible final, le dijo al autor de En busca de la sonrisa
encontrada: «¡Gracias, compadre, por haberme enseñado a
reír de la muerte!»
Plaza de Armas de Arequipa, abril de
2012.
«Veo
con mucho temor, veo, a veces con escalofríos, cómo se está tratando este
asunto de la desafección juvenil respecto del sistema. Claro, entonces la
pregunta es: ¿y qué quieren si Humala prometió cambiar el país y miren lo que
está haciendo? Yo sentí una suerte de pánico intelectual controlado cuando el
otro día una chica del Movadef me dijo en un video que estaba dirigido a mí: “señor
Hildebrandt, ¿acaso Túpac Amaru no fue juzgado como traidor y ajusticiado y,
doscientos años después, reivindicado?” ¡Madre mía! ¡Qué razonamiento! Eso no
es broma, eso es para tratarlo con mucha seriedad. Pero, claro, ¿qué le vas a
pedir a la derecha? La derecha te dice: “no, ¡bala! ¡Con esa, bala!” Y no es así.
La conclusión, para mí, es que el Perú construye por enésima vez un foco violento
autodestructivo gracias a esta política de tomar distancia de todo aquello que
resulta inaceptable, de condenar todo aquello que resulte hereje o blasfemo y
de considerar que, digamos, todas las personas que están lejos del sistema son enemigas,
enemigas irreconciliables. Bueno, yo pienso modestamente que aquí el gran
enemigo del Perú es el sistema. Exactamente al revés: el gran enemigo del Perú
es el sistema, el que no permite que el Perú sea el país que esperamos:
reconciliado, relativamente convocante, es el sistema» (Cesar Hildebrandt).
ENLACES
[1]
Abimael Guzmán (Mollendo, Arequipa, 1934) líder y fundador de la organización
terrorista peruana Sendero Luminoso. Según el Informe Final de la Comisión de la Verdad y
Reconciliación (CVR), «el Partido Comunista del Perú, conocido como Sendero
Luminoso (PCP-SL), es una organización subversiva y terrorista, que en mayo de
1980 desencadenó un conflicto armado contra el Estado y la sociedad peruana. La
CVR ha constatado que a lo largo de ese conflicto, el más violento de la
historia de la República, el PCP-SL
cometió gravísimos crímenes que constituyen delitos de lesa humanidad y fue
responsable del 54% de víctimas fatales reportadas a la CVR. En base a los
cálculos realizados, la CVR estima que la cifra total de víctimas fatales
provocadas por el PCP-SL asciende a 31,331 personas».
[2] Según el historiador
aprista Hugo Vallenas Málaga, «la
revolución trujillana del 7 de julio de 1932 es reseñada en forma defectuosa
por diversos científicos sociales que los estudiantes peruanos consideran
confiables y objetivos. Por ejemplo, Julio Cotler, Aníbal Quijano, Alberto
Flores Galindo y Manuel Burga, han coincidido en mencionar este importante
movimiento social liderado por el aprismo como un “alzamiento” o una “rebelión
popular”, pero no una revolución en el sentido moderno y profundo de la
palabra. Con esto pretenden decir que fue un acto de insurgencia popular
aislado, sin perspectivas políticas y sin organización partidaria».
[3]
Gustavo Faverón señala en un fragmento de su ensayo El
amor es un dios materialista: sobre El goce de la piel de Oswaldo Reynoso: «(…) De acuerdo con un proceso que se ha vuelto
constante y creciente en el trabajo del autor arequipeño, en El goce de la
piel las cosas están dichas con una suerte de lirismo callejero, que no
teme lidiar con el problema de buscar un estatus poético para el idioma a veces
sucio y destemplado de la calle. A diferencia de muchos autores realistas
posteriores, de aspiración más o menos marginal, algunos de los cuales escriben
tras su huella (Sergio Galarza, por ejemplo), en Reynoso esa lengua se vuelve
conducto para reflexiones que trascienden la frontera intelectual de la cantina
y la tropelía esquinera. Reynoso no rehúye su compromiso autoimpuesto de pensar
nuestra cultura, o ciertos aspectos de ella, a través de la palabra de la
pandilla de barrio, del lumpen carcelario, de las esforzadas y más o menos
móviles clases populares, y, por supuesto, de la intelectualidad desplazada
fuera de los grandes circuitos de transmisión ideológica de nuestra sociedad.
Si cuenta historias de marginales, lo hace sin renunciar (¿por qué habría de
renunciar?) a una intención canónica: no habla desde el centro, pero habla hacia
el centro».
[4] Iván Thays, en su blog Vano Oficio del diario El País, escribió: «(…) Mis restaurantes favoritos son de los de pasta y creo, honestamente, que la comida peruana es indigesta y poco saludable. Casi sin excepción se trata de un petardo de carbohidratos al cubo, una mezcla inexplicable de ingredientes (muchos de ellos deliciosos en sí mismos, hay que decirlo, pues los insumos son de primera calidad) que cualquier nutricionista calificado debería prohibir».
[5]
Gustavo Faverón, en un post titulado Ceviche
o muerte, venceremos, escribió en su blog personal: «Ok,
es oficial. En la sociedad peruana si un escritor como Iván Thays declara que
la comida peruana le parece indigesta, lo que sigue es una catilinaria de
ataques, agravios, insultos y desplantes. Pero si un escritor como Oswaldo
Reynoso declara públicamente que Sendero Luminoso no
fue un grupo terrorista, que sus acciones no fueron negativas para el país y
que Abimael Guzmán es un humanista, al 99.99% de los peruanos le importa un
reverendo pepino».
2 comments:
Excelente post, interesantísimo, objetivo, y muy bien documentado. Fue realmente un placer leerlo señor Orlando Mazeyra!
Maestro muy interesante , felicitaciones .
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