La pregunta se instala en el papel sin hacer el menor asomo de esfuerzo: ¿cómo queremos que el arequipeño de a pie acceda a la cultura si nadie, absolutamente nadie, se anima a poner en marcha actividades y/o eventos que le permitan a aquél empaparse de ésta?
Cabe recordar, ahora, que nuestro consabido regionalismo nos hace creer, con argumentos enclenques y fácilmente pulverizables, que Arequipa compite, palmo a palmo, con Lima; y que, en consecuencia –y sin dar margen a duda alguna–, nuestra nívea ciudad es, por mérito propio, la segunda en el agreste escalafón nacional.
Pero, apelando a una elemental sinceridad, hay que señalar que la verdad, monda y lironda, es otra. Nadie puede poner en tela de juicio la prosapia de este “baluarte de la libertad”, ubérrima cuna de intelectuales que han descollado en distintas ramas y ciencias: Mario Vargas Llosa, coloso de la literatura hispanoamericana; Hernando de Soto, lúcido e inapreciable economista; Honorio Delgado Espinosa, quien, en vida, supo amalgamar vastos sus conocimientos de medicina, sicología y filosofía, para gestar una copiosa obra que no pierde vigencia...
Hoy por hoy, sin embargo, la diligente –¿inmarcesible?– fábrica intelectual parece haberse apagado (o, cuando menos, averiado): los intelectuales y pensadores ya no germinan desde hace varias décadas. ¿Los culpables? ¿Las autoridades? Claro, las autoridades que siempre le dan la espalda a la cultura. Pero, si somos honestos con nosotros mismos, podremos apreciar que esta desidia es colectiva; es decir, que todos somos copartícipes de esta negligencia que atenta contra el saludable crecimiento cultural de nuestra ciudad.
En Arequipa, vivimos de los íconos que nos legó un pasado generoso: miramos atrás pero no hacia delante, vivimos de espaldas a la acuciante realidad. Ese nefasto anquilosamiento se hace patente cuando comparamos a nuestra ciudad con otras que, desde hace rato, nos están sacando varios cuerpos de ventaja.
Lima, por ejemplo, tiene, entre otras (medianas y menores) tres grandes ferias anuales del Libro: la Feria del Libro “José Carlos Mariátegui” (que en el 2004 tuvo su primera versión), la Feria Internacional del Libro de Lima (que, en julio pasado, completó su IX edición) y la Feria del Libro “Ricardo Palma” (que, contra todo pronóstico, ya cumplió un cuarto de siglo el año pasado).
Tal vez alguien dirá que Lima está por encima del resto y sentenciará que todo tiene que ver con el centralismo... Y seguro no se equivoca. Pero, entonces, si nos comparamos con resto del país, deberíamos estar en primera fila. No, pues, no es así: estamos, para pesar nuestro, bastante rezagados.
Chiclayo, la Capital de la Amistad, ya estrenó, durante el mes de octubre del 2004, su primera Feria Nacional del Libro; y Trujillo (que para muchos es la segunda ciudad del país) durante la última quincena del mes de enero llevó a cabo su Segunda Feria del Libro que, para más señas, tuvo invitados de talla internacional: la colombiana Laura Restrepo (que con su última novela, “Delirio” ganó la penúltima versión del Premio Alfaguara de Novela) y el poeta chileno Gonzalo Rojas (que el año 2003 fue condecorado con el Premio Cervantes).
Tal vez alguien dirá que Lima está por encima del resto y sentenciará que todo tiene que ver con el centralismo... Y seguro no se equivoca. Pero, entonces, si nos comparamos con resto del país, deberíamos estar en primera fila. No, pues, no es así: estamos, para pesar nuestro, bastante rezagados.
Chiclayo, la Capital de la Amistad, ya estrenó, durante el mes de octubre del 2004, su primera Feria Nacional del Libro; y Trujillo (que para muchos es la segunda ciudad del país) durante la última quincena del mes de enero llevó a cabo su Segunda Feria del Libro que, para más señas, tuvo invitados de talla internacional: la colombiana Laura Restrepo (que con su última novela, “Delirio” ganó la penúltima versión del Premio Alfaguara de Novela) y el poeta chileno Gonzalo Rojas (que el año 2003 fue condecorado con el Premio Cervantes).
Arequipa, en cambio, bien gracias. Sin ninguna feria libresca a la vista, el Misti mira en silencio como otros rincones de la patria promueven la lectura, mientras, acá, rezagados, seguimos creyendo que, a pesar de darle tozudamente la espalda a la cultura, por siempre tendremos “juventudes que renueven laureles de ayer”.
Ojalá, pues, abramos los ojos y emulemos la plausible iniciativa de las ciudades norteñas; porque, si hablamos claro y poniendo los puntos sobre las íes, tenemos que decir que es una vergüenza que la cuna de nuestro intelectual más reputado y laureado no tenga una feria libresca.
El 2005, ha sido declarado el Año del libro en Barcelona, el lema lo dice todo: "Más libros, más libres".
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