2009/04/15

Un pez sacado del agua...

En el blog El Salmón (crónicas sobre peces sacados del agua y sobre peces en el agua) aparece una crónica gris que quiere llegar a ser roja. Empieza así:

La vida es un continuo aprendizaje, dicen los que saben. Y yo, que no sé nada, desconfío (mi experiencia lo hace obstinadamente), porque no aprendo: me desprendo (de ideas, afectos, pulsiones y sensaciones de toda estofa, que un día iluminaron mi presente y me anunciaron un futuro que guardaba cierta simetría con mis sueños, ¡tamaño disparate!). Si algo me ha enseñado la vida es que hay cosas que pasan, cosas que pesan, y nos hacen más duros, gélidos –quiero decir indolentes–, porque en realidad nos endurecen el corazón, el sexo, las manos, la piernas o el semblante que le mostramos a esa realidad que siempre se las ingenia para sacarnos la vuelta (“la muerte es una amante despechada, que juega sucio y no sabe perder”).

Camino por la Plaza de Armas tratando de olvidarme de mí mismo y pienso que hay gente con caries, migrañas, pies planos, várices, escoliosis, cáncer o sida. Y habemos otros que –aparte de la gastritis crónica producto de la ansiedad, el alcohol y las caparinas– estamos enfermos del corazón. ¿Alguna cardiopatía?, preguntará el especialista. No, ¡qué va! Hablo de cosas más profundas que ningún bisturí podrá siquiera rozar simplemente porque no están dentro de mí, sino “lejos, en el centro de la tierra: las raíces del amor donde estaban quedarán”.

Para leerla toda clic aquí.


2009/04/07

7 de abril de 2009: LA JUSTICIA HABLÓ (que el asco no meta su cuchara)

En la imagen: el tándem del asco. El asesino japonés y su heredera. Que esperen al 2032.

La justicia ha hablado y el Perú lo agradece hasta el infinito. Kenya Fujimori tendrá que purgar condena hasta el año 2032. Es un día para festejar, lavemos e icemos las banderas a lo largo y ancho de la patria, y encontrémonos en un abrazo jubiloso que ojalá no se termine nunca: la bosta mayor de todo el excremento fujimorista que ensució y sigue ensuciando a nuestro país tiene y debe perecer tras las rejas (que así sea. Amén).
Pero no todo es color de rosa, hoy más que nunca tenemos que estar atentos: nadie puede descartar que más pronto que tarde el aprismo metería su cuchara, como suele ser su costumbre. Alan García ya lo ha dejado en claro en uno de sus raptos de sinceramiento alevoso: él decidirá (como ya lo hizo en 1990) quién será su sucesor. Es más que probable que el líder del Apra le allane el camino a la hija del sátrapa y –toquemos madera con todos los nudillos de pies y manos– le regale el indulto a su padre antes de retirarse para siempre de Palacio de Gobierno. Gesto inequívoco de la más cínica simpatía… si no pregúntenle al autor de Conversación en La Catedral, que hoy preside la comisión del Museo de la Memoria.
Contrario a lo que parece, esto no ha acabado: recién empieza. La historia tiene giros azarosos y puntos de inflexión que son casi siempre insospechados y en donde el derrotado, luego de supercherías y reveses propios del realismo mágico, resulta siendo el vencedor (para muestra un botón macondiano: Alan García, ayer asilado político en la tierra de García Márquez, hoy es el presidente del Perú).
Prohibido olvidar: hace 17 años, Kenya Fujimori instauró la dictadura más hedionda de nuestra historia republicana; hoy, esta pena (de muerte, por la edad del ex-aspirante al senado japonés), puede servirle como espaldarazo definitivo a su hija Keiko que pretende ser la primera presidenta del Perú (las elecciones la han puesto a la cabeza en la encuestas limeñas y, además, como virtual ganadora en una posible segunda vuelta con Ollanta Humala).
Lo que viene de aquí en más es esa guerra sucia y encarnizada, plagada de supuestos mesías, outsiders y payasos de diversa laya, que es, por definición, toda contienda electoral en nuestro país. ¿Los candidatos? Por ahora bosquejemos una terna del espanto: Keiko Sofía Fujimori Higuchi, Ollanta Humala Tasso y posiblemente Jaime Bayly Letts. ¿Alguien más? Mejor no seguir porque en esta lista la escoria se confunde con la falsa izquierda y, por si fuera poco, asoman ribetes cómicos y, cuándo no, disforzados e hipócritas a más no poder.
El recurso del gobierno de turno –utilizado en su momento para ensuciar al Fredemo y tumbarse a Vargas Llosa– será educar al electarado (sic) en la cultura del terror (se le podría llamar terrorismo periodístico, sin querer sonar aparatosos): no votar por quien representa el cambio, no votar por los que prometan que los crímenes de Cayara, Accomarca y El Frontón no quedarán impunes.
Lo sabemos todos: en política la escuela del terror da cuantiosos resultados; es por eso que hoy estamos embarcados en ese socarrón “cambio responsable” que enarbola este aprismo de petroaudios y ratas gordas, cleptómanas y soberbias que le siguen regalando el país a los chilenos.
Los libros de historia (la oficial, la que todos deberán leer y aprender) dirán que el 7 de abril del 2009 la justicia habló y nos dio un respiro en esta ciénaga de la sordidez y la inmundicia. Ojalá, pues, que el 28 de julio de 2011 todos juntos ratifiquemos el cambio y no repitamos errores del pasado. Mejor que mejor si no precisamos de taparnos la nariz cuando acudamos a las urnas.
Ojalá erradiquemos al electarado y lo convirtamos por fin y para siempre en ELECTORADO. Hoy festejamos que Kenya Fujimori morirá en prisión. Ojalá pronto logremos que otros lo acompañen.
Porque sólo los imbéciles y los fanáticos enceguecidos vieron en Fujimori a nuestro Chinochet. Y esos son los mismos que seguramente verán en Keiko a nuestra Michelle Bachelet en versión peruano-nipona. No queremos a Kenyi colocando sus posaderas sobre una curul del congreso. Por favor, que nos dejen de gobernar el asco y la verguenza.
¡LA JUSTICIA HABLÓ! INSISTO: NO NOS SIGAMOS EQUIVOCANDO.


2009/04/06

Un café en El Capriccio


Soy un hombre de impulsos, seguramente por eso soy escritor. Nunca pienso las cosas. Siempre hago –o escribo– lo que me venga en gana. Y porque me dio la gana: así, de la nada, y tratando de obviar descaradamente todo lo sucedido, tomé el teléfono y marqué ese número memorizado desde la tarde de nuestro primer encontrón en la biblioteca del Instituto de Idiomas: 959347599.

Timbró varias veces y, en cada una de ellas, recordé que no había nada más que decir (mi estupidez había hablado por mí y por toda mi descendencia). Lo mejor, ahora, era callar. El contestador automático me pidió que, de haberlo, dejara grabado mi mensaje.

Pasé un poco de saliva, respiré hondo y solté lo que me salió del forro:
–Si me sigues pensando, estoy aquí.

Colgué y me sentí el sujeto más cursi de toda mi generación. "Si me sigues pensando, estoy aquí", repetí riéndome nerviosamente. ¿Estoy aquí? ¿En dónde? ¿En la puta madre que me parió? De un tiempo a esta parte el no estar en ningún lado era mi afición predilecta. Justamente por mis constantes desapariciones es que había estallado esa olla a presión apremiante en que se había convertido nuestra relación.

Las piernas me pesaban, o era acaso el peso de la vergüenza que descendía por mis muslos y se iba sedimentando en la planta de mis pies. Este tipo de cosas no hacen más que confirmar mi vieja teoría de que nuestro estado de ánimo suele reflejarse en nuestros miembros inferiores.

Volví a coger el teléfono. Ahora lo hice con una cuota de seguridad que no había asomado en mucho tiempo. No podía mostrarme arrepentido. ¿O sí? Sería como darle la razón. ¿La razón de qué? Por mi culpa nada tenía sentido. ¿Y acaso el amor lo tiene?

Contra todo pronóstico contestó a la primera timbrada. Sorprendido, alcancé a construir mentalmente el borrador de mi alegato más parco y, luego, lo escupí sin tartamudear...

Léelo todo acá:
http://home.cc.umanitoba.ca/~fernand4/uncafe.html