2019/11/27

La ruta literaria de Silábika: Entrevista a Orlando Mazeyra Guillén

2019/08/04

Mario Benedetti: cien años

Marios: Benedetti y Vargas Llosa
Escribe Mario Vargas Llosa
Aunque fuimos buenos amigos, no recuerdo cuándo conocí a Mario Benedetti. Probablemente, la primera vez que fui al Uruguay, en 1966: un viaje maravilloso en el que descubrí que un país de América Latina podía ser tan civilizado, democrático y moderno como Suiza o Suecia. En las calles de Montevideo había carteles anunciando un Congreso del Partido Comunista y los periódicos —El País, La MañanaMarcha—estaban muy bien escritos y mejor diagramados, el teatro era soberbio, las librerías formidables, se respiraba por doquier una libertad sin orejeras. Ese país tan chiquitito tenía una vida cultural de primer orden y, si uno podía pagarlas, en Linardi y Risso encontraba todas las primeras ediciones de Borges. Yo había dado antes conferencias ante pequeños públicos, pero en la Universidad de Montevideo, adonde me llevó José Pedro Díaz, hablé de literatura ante un público que abarrotaba el auditorio, algo que me dejó pasmado.

Si fue entonces donde nos conocimos, debí felicitarlo por sus cuentos y poemas, que había leído en Lima y me habían entusiasmado, Montevideanos sobre todo, pero también la poesía de Poemas de la oficina y Poemas del hoyporhoy. Era un escritor que rehuía los “grandes temas” y se acercaba a la gente común y corriente con delicadeza y ternura, a los oficinistas, los taquígrafos, los empleados del montón, las familias sin historia, aquella clase media que sólo en el Uruguay parecía representar a todo un país en la América Latina de aquellos días, de desigualdades atroces. Benedetti lo hacía con una prosa y unos versos sencillos, claros, directos, impecables. Era una voz nueva y sorprendente, sobre todo en la literatura de la época, porque rehuía el relumbrón y el aspaviento y transmitía sinceridad y limpieza moral.

Nos vimos luego muchas veces en lugares diferentes e intercambiamos una copiosa correspondencia. Alguna vez, jugando a adivinar qué escritores latinoamericanos entrarían en el cielo, si existía, recuerdo un empate entre dos candidatos: Rulfo y Benedetti. Eso fue antes del caso Padilla, un cataclismo del que ahora nadie se acuerda y que a comienzos de los años setenta rompió relaciones y dividió ideológicamente a unos escritores del nuevo mundo que, hasta entonces, pese a la diversidad de opiniones, manteníamos el diálogo y hasta la amistad. Como él y yo adoptamos posturas radicalmente opuestas sobre este asunto, desde entonces nos vimos poco y los breves encuentros a lo largo de los años fueron casi siempre formales, desprovistos de la complicidad y el afecto de antaño.

Pero yo lo seguí siempre leyendo y admirando, sobre todo cuando escribía cuentos, novelas, poesía y ensayos que no fueran políticos. Y debo haber sido uno de los pocos lectores que defendió como un logro muy audaz El cumpleaños de JuanÁngel, una novela escrita en versos, experimento que la crítica, en general, recibió con escepticismo. Tuvimos una polémica bastante enérgica, en el diario EL PAÍS, y algunos años más tarde, creo que la última vez que nos encontramos, él la recordó con nostalgia, contándome que algunos lectores del diario habían escrito pidiendo que continuáramos polemizando porque lo hacíamos con buenos argumentos y, sobre todo, sin insultos.
Me he preguntado mucho, estos últimos años, qué hubiera pensado Benedetti con las ocurrencias políticas de los últimos tiempos. Sobre todo, de la caída y, para todos los efectos prácticos, desaparición del comunismo. ¿Alguien puede todavía pensar que Cuba, Venezuela o Corea del Norte podrían ser los modelos para acabar con el subdesarrollo y crear una sociedad más justa y próspera? O de la lenta pero inequívoca resignación de la izquierda extrema en América Latina a las elecciones libres y a la coexistencia en la diversidad que antes rechazaba como al agua los gatos. Nadie puede contestar estas preguntas en su nombre, ahora que él está ausente, por supuesto. Emir Rodríguez Monegal, que había sido su amigo y del que se distanció también por razones políticas, decía de Mario Benedetti que su formación en el Colegio Alemán de Montevideo lo convirtió en un “puritano” de ideas rígidas, que, una vez tomada una posición, era incapaz de dar su brazo a torcer. Yo lo refutaba, convencido de que, aunque se equivocara en muchas cosas, como todo el mundo, lo hizo siempre con buena fe y por razones generosas.
Ahora nos quedan, por encima de sus posturas políticas, los bellos poemas y relatos que escribió, reivindicando con amor esas vidas incrustadas en la monotonía de la rutina, sin grandeza, de heroísmo discreto, que van puntualmente a la oficina y ahorran parte del salario haciendo sacrificios para disfrutar de unas pequeñas vacaciones, que lo piensan varias veces antes de comprarse un nuevo vestido o traje, y que viven siempre con apuros, aquellos ciudadanos sin historia que suelen ser los grandes excluidos de la literatura, a los que él dio vida, color, resaltando su decencia y mostrando que ellos son los verdaderos pilares de una sociedad, pues de ellos depende que ésta prospere o retroceda, que se modernice o retorne al salvajismo de la tribu.
El mundo que Benedetti construyó no hubiera sido posible sin la experiencia uruguaya que lo marcó con fuego, aunque, ya hombre grande, viviera en el exilio muchos años. Pero, no hay duda, se llevó consigo cuando fue ciudadano del mundo, la memoria de su pequeño país, la excepción a la regla en América Latina por sus instituciones representativas, su amor a la libertad y a la cultura, y por haber representado durante tantos años la civilización en un continente que parecía haber elegido la barbarie. Su gran mérito fue haber mostrado que esa sociedad que se acercaba a la perfección, no era nada perfecta cuando se la exploraba de cerca con el cariño que a él le inspiraban esas gentes que sin saberlo ni proponérselo construyen un país mediante sus esfuerzos cotidianos. Cuando los jóvenes revolucionarios llamados tupamaros decidieron que allí también hacía falta una revolución a la cubana —el sueño ideológico de la época— e introdujeron la violencia, aquel país tolerante desapareció y se convirtió en otro país latinoamericano prototípico, con militares torturadores y revolucionarios terroristas. Uruguay pareció tocar fondo. Menos mal que se ha ido reconstruyendo y vuelve, poco a poco, a parecerse al de los poemas y narraciones de los grandes escritores uruguayos de aquella notable generación: Juan Carlos Onetti, Idea Vilariño, Ángel Rama, Emir Rodríguez Monegal, Carlos Real de Azúa, Mario Benedetti y tantos otros.
La última vez que nos vimos fue en Buenos Aires. Estaba cenando con unos amigos en una pequeña fonda en la que preparan buenos bifes y alguien me avisó que allí estaba también Benedetti. Fui a saludarlo y lo encontré cansado y envejecido. Cambiamos unos recuerdos afectuosos y, a la hora de despedirnos, estoy seguro que, en vez de la mano, nos dimos un abrazo.
Fuente: diario El País de Madrid.

2019/07/10

Sobre Tía María

"Pensar el hoy significa, ante todo, recobrar la mirada crítica. Por ejemplo, el triunfo de la economía de mercado – un triunfo por default del adversario – no puede ser únicamente motivo de regocijo. El mercado es un mecanismo eficaz pero, como todos los mecanismos, no tiene conciencia y tampoco misericordia. Hay que encontrar la manera de insertarlo en la sociedad para que sea la expresión del pacto social y un instrumento de justicia y equidad. Las sociedades democráticas desarrolladas han alcanzado una prosperidad envidiable; asimismo, son islas de abundancia en el océano de la miseria universal. El tema del mercado tiene una relación muy estrecha con el deterioro del medio ambiente. La contaminación no sólo infesta al aire, a los ríos y a los bosques sino a las almas. Una sociedad poseída por el frenesí de producir más para consumir más tiende a convertir las ideas, los sentimientos, el arte, el amor, la amistad y las personas mismas en objetos de consumo. Todo se vuelve cosa que se compra, se usa y se tira al basurero. Ninguna sociedad había producido tantos desechos como la nuestra. Desechos materiales y morales". (Octavio Paz)

2019/06/21

Independiente, mi viejo y yo

[…] Después me levantó en brazos y cantamos “la copa, la copa, se mira y no se toca”, y dimos la vuelta olímpica a los saltos, por toda la casa. Vino el micro y me fui al jardín de infantes.
                Supongo que ésos son los recuerdos que se le meten a uno en los recovecos del corazón, y echan cría y se nutren de su propio néctar, y nos marcan para toda la vida. Por lo menos así ocurrió conmigo.  Y no me avergüenza reconocer que ahora, ya de grande, cuando tengo un problema que me agobia, o cuando me toca sufrir por radio y por televisión un partido de Independiente y me como los codos por la ansiedad y la angustia (la vida me enseñó lo inconveniente que puede resultar fumarse los nervios), siento un impulso difícil de dominar, una tentación casi irresistible que me invita a irme a dormir, a abrigarme a la certeza de que mientras yo sueño, mi papá e Independiente, como duendes laboriosos, van a arreglarme el mundo para que yo lo encuentre refulgente en la mañana.
                Y queda en mí el mandato inexorable que dictan las fidelidades eternas. Cuando Independiente gana un campeonato –al fin y al cabo, Dios y sus milagros evidentemente existen– lo primero que hago, en la cancha o en mi casa, es levantar los brazos y los ojos hacia el cielo, abrazándolo a mi viejo a través de todos los rigores del destino, y por encima de todas las traiciones de la muerte. Lo que pasa es que tratándose del Rojo, de mi viejo y de mí, hay veces que la muerte es una señora que nos tiene un miedo bárbaro. Una vieja podrida a la que, de locales en Avellaneda, le tiramos la camiseta y podemos, de vez en cuando, llenarle la canasta.
                Todavía me acuerdo de ese número once de cuero blanco, cosido en la camiseta como el de Bertoni. Pero ahora también veo, cuando me fijo con suficiente atención, que mi viejo también lleva lo suyo. Lo tiene ahí, en la espalda, justo a la altura del nacimiento de las alas: un diez de cuero blanco, igualito igualito al de Bochini.

Eduardo Sacheri, La vida que pensamos (cuentos de fútbol) 

2019/02/20

FBC Melgar nos hace soñar... y en Lima tienen pesadillas

Portada del diario Sin Fronteras: arranque extraordinario de Melgar en la Copa Libertadores. Tres partidos con el arco invicto. Dos victorias en Arequipa y un empate en Santiago de Chile. Y vamos por más.
Portada del diario Correo (Arequipa): torrencial lluvia activó torrentera de la avenida Venezuela (donde queda el estadio Monumental Arequipa) y dejó daños en distritos de Arequipa.



Aquellos que, a pesar de ser arequipeños, consumen la prensa deportiva de la capital se creen todos los dislates y mentiras que (en muchos casos con mala leche) llegan desde allá. Y –esto es lo peor– se difunden a lo largo y ancho de todo el Perú.  

En el canal de RPP Noticias, por ejemplo, desde hace tres semanas siguen diciendo que el argentino Jorge Pautasso es “uruguayo”, sin importarles que se trata de uno de los entrenadores más importantes del fútbol peruano (ha sido asistente técnico de Gerardo Martino en nada más y nada menos que la selección argentina, también en la paraguaya y en el gigante catalán F.C. Barcelona).

En Gol Perú comentaban ayer con cierto humor –un sentido del humor bastante desafortunado– que en el partido Melgar-Caracas la hinchada iba a ¡estar dividida! Sí, ¡DIVIDIDA EN AREQUIPA! Como si alguna vez sus equipos de Lima hubieran conseguido ser locales en nuestra ciudad (hemos disputado, siempre siendo mayoría en el estadio de la UNSA, en los últimos cinco años 2 finales con Cristal, una semifinal con Universitario y otra con Alianza Lima). Aunque, claro, ya sabemos por quién hincharon muchos limeños… como los “amigos” de Gol Perú…

En Fox Sports Perú (que en realidad debería llamarse Fox Sports Lima) están tan desinformados que dijeron que Hernán Hinostroza alinearía en Santiago de Chile ante la Universidad de ese país, cuando todos en Arequipa sabíamos que ni siquiera había subido al avión que los llevó a Chile. Y, luego de la brillante e histórica clasificación de Melgar en el estadio Nacional de Santiago, siguieron mintiendo cuando afirmaron que el entrenador de Melgar no quería hablar con la prensa de Arequipa. Pautasso, para enmendarles la plana, ha hablado con la prensa mistiana luego de la derrota contra Municipal y también después de la celebrada victoria contra el Caracas.

Hay que ser muy mala leche para tergiversar las palabras del entrenador de Melgar como lo hizo anoche la mesa de Fox Sports Perú. Era obvio que Pautasso se refería a la proximidad entre el partido entre Municipal y Caracas (y no a los 4 días de descanso que tuvo entre el partido en Chile y el duelo contra Municipal por la Liga 1). La Federación Peruana no ha apoyado a Melgar a pesar de que, en palabras del director técnico argentino, Melgar está haciendo una “patriada” que pos del prestigio del fútbol peruano. ¿Se entiende o no? Además en Fox Sports Lima siguen con el discurso de que la hinchada de Melgar es violenta y se comporta mal, hasta proponen que nos quiten la localía (como ya dijo el señor Alan Diez con la venia de su colega Loret de Mola). Pero no dicen nada del mal comportamiento de la barra de Universitario y del uso de bengalas y pirotecnia el domingo pasado en Moyobamba (¡que están prohibidas!). Claro: se quejan sólo cuando les conviene.

¿Hace cuántos años un club peruano jugaba tres partidos de Copa Libertadores y dejaba su valla en blanco (ganado dos partidos en casa y empatando de visita)? ¿Cuándo un club peruano eliminó a uno chileno en Santiago (en partidos de ida y vuelta) por Copa Libertadores de América?

Sobre el tema recurrente de que va muy poca gente al estadio Monumental Arequipa. En primer lugar, vean la escasísima asistencia que tuvo el partido en Chile entre Palestino y el Deportivo Independiente de Medellín. Ojo: jugaron en el estadio San Carlos de Apoquindo que apenas es para unos quince mil espectadores y ni siquiera lo llenaron (el Alberto Gallardo en donde juega Cristal es para 18 mil y nunca lo llenan, ¿por qué la prensa de Lima no le jala las orejas a la hinchada de su “campeón”? ¿No se trata de un club “grande”?).
Otro dato que viene de un país recontra futbolero como Uruguay: el Defensor Sporting no pudo llenar el estadio Luis Franzini (de 18 mil espectadores) ante el Barcelona de Ecuador. Ese pequeño recinto estaba vacío y era ¡copa Libertadores! Lo mismo podríamos decir de los partidos entre el Delfín de Ecuador y el Caracas. No pongo acá el ejemplo de clubes argentinos como el Talleres de Córdoba porque ellos, al menos para mí, tienen a las mejores hinchadas del continente. Y sí, debemos apuntar a eso, sin embargo no es sencillo porque para empezar la Policía Nacional del Perú no deja que la barra de Melgar ingrese instrumentos y banderolas (cuando la CONMEBOL sí lo permite).  Por otro lado los controles para ingresar al estadio son muy lentos y por eso la imagen de las tribunas al empezar el partido es muy distinta a la que se tiene al finalizar el encuentro.
Ayer en Arequipa, horas antes del duelo entre FBC Melgar y Caracas se cayó el cielo como dice la portada de hoy del diario Correo (edición Regional). Hay quien dice que para el hincha no hay pretextos. Lamentablemente en Arequipa cada vez que hay una lluvia intensa la ciudad colapsa y no estoy exagerando. La lluvia torrencial de ayer activó la torrentera de la avenida Venezuela (donde queda el estadio Monumental Arequipa) y dejó severos daños en distintos distritos de Arequipa.
Y sobre la hinchada del Caracas nada tengo que decir, salvo que elogiarlos por estar con el equipo de su país. Yo fui a la tribuna oriente que al final estuvo con mucha gente (reitero: los controles son pésimos y por eso cuando el partido empieza el estadio está vacío, comparen con las imágenes al final del Melgar-Caracas). 
En la tribuna sur también hubo mucha gente que asistió a pesar de las complicaciones de la lluvia. En la tribuna norte (del visitante) había un racimo de hermanos venezolanos. No, no llegaron esos miles de hinchas venezolanos que anunció Gol Perú. Nada de eso. Es más –y quiero cerrar con esta anécdota– cuando Melgar se puso 2 a 0, los visitantes tuvieron varias chances para descontar y la pequeña barra venezolana utilizaba esa odiosa frase que también es común en los peruanos: “¡Sí se puede!”. Me llama mucho la atención porque en el Perú solemos utilizarla cuando nos sentimos inferiores al rival y necesitamos “creérnosla” para ganar partidos (o al menos intentar empatarlos). Entonces si seguimos así, de la mano de Pautasso vamos a seguir creciendo y nos van a respetar cada vez más. Vean este dato que colgó en su Twitter el periodista Mario Pinedo: Melgar ya igualó en estos 3 partidos de la era Pautasso todo lo hecho en las últimas cuatro presentaciones de la Copa Libertadores (1984, 2016, 2017, 2018) en veinte (¡20!) partidos.  
Ayer Melgar –con lluvia y con su gente– dio otro paso más en busca de la fase grupos de la Copa CONMEBOL Libertadores, aunque a muchos (que hincharon por el Caracas) les joda. Les joderá más cuando llenemos el estadio Monumental Arequipa.
¡Gracias, Pautasso! ¡Gracias, equipo!

Nota final.- El entrenador argentino Miguel Ángel Russo se alineó a la postura de Jorge Pautasso e indicó que hay que apoyar a TODOS los clubes que participan en la Copa Libertadores.  Algo más: la prensa de Lima ya reconoce (porque no le queda de otra) que se hizo el fixture de la Liga 1 Movistar sin pensar que podía clasificar. Acá una prueba contundente: si Melgar consigue la clasificación en Caracas el martes 26 de febrero entonces forzosamente no podrá jugar contra UTC de Cajamarca en el horario programado por la Liga 1 (domingo 3 de marzo a las 6.15 de la tarde) porque tendría que jugar contra San Lorenzo de Argentina el martes 5 de marzo a las 5.15 de la tarde y NO HAY NI SIQUIERA 48 HORAS entre el partido de Liga y el de Copa Libertadores. Mañana jueves al mediodía la Liga 1 dará una conferencia de prensa... a ver qué nos dicen...


Fotografía tomada desde la tribuna oriente alta de la tribuna sur anoche en el estadio. Al final sí hubo gente.


2019/01/03

Adiós, Hemingway



–Adiós, Jemingüéy –gritó, y recibió como respuesta la sonrisa del hombre.
Varios años después, cuando descubrió la dolorosa necesidad de escribir y comenzó a escoger a sus ídolos literarios, Mario Conde supo que aquélla había sido la última navegación de Ernest Hemingway por un pedazo de mar que había amado como pocos lugares en el mundo, y comprendió que el escritor no se podía estar despidiendo de él, un minúsculo insecto posado sobre el malecón de Cojímar, sino que en ese momento le estaba diciendo adiós a varias de las cosas más importantes de su vida.   
[…]
De cualquier modo, a su lado no quería ni a escritores ni a políticos. Y por eso se negaba, cada vez más, a hablar de literatura. Si alguien le preguntaba sobre sus trabajos apenas decía: ‘Estoy trabajando bien’, o si acaso: ‘Hoy escribí cuatrocientas palabras’. Lo demás no tenía sentido, pues sabía que cuánto más lejos va uno cuando escribe, más solo se queda. Y al final uno aprende que es mejor así y que debe defender esa soledad: hablar de literatura es perder el tiempo, y si uno está solo es mucho mejor, porque así  es como se debe trabajar, y porque el tiempo para trabajar resulta cada vez más corto,  y si uno lo desperdicia siente que ha cometido un pecado para el cual no hay perdón.
Adiós, Hemingway, Leonardo Padura