2006/12/26

Disparos al aire

Antes de que el 2006 nos abandone,
en vez de los cohetillos o los fuegos artificiales,
lanzo unos cuantos Disparos al aire
esperando toparme con otros
que no sean tan vacuos e impertinentes como los míos.

2006/11/09

VOLVER

Me vas a hacer llorar, y los fantasmas no lloran...
Carmen Maura en Volver


Pues yo no soy un fantasma y puedo Volver a llorar y emocionarme como el que más con última película del ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Artes. El tango que le da nombre a película –que muchos lo habrán escuchado de labios de Gardel– es, para mí, el detonante de la historia (o uno de los detonantes, como en el caso de la canción, en vivo, de Caetano Veloso en HABLE CON ELLA).
¡Volver a Almodóvar siempre será una experiencia fascinante!

2006/11/03

¿Aguantaré, doña Anselma?

"Doña Anselma era una vieja frutera serrana que, desde que llegué a parar aquí injustamente, había profesado un inexplicable cariño por mí..."

Léelo todo haciendo clic aquí.

2006/10/18

HermanoCerdo # 8

He publicado, en la octava entrega de HermanoCerdo, el relato Mi primera flaca.


Nadie pensó que HermanoCerdo llegaría al número ocho; tampoco nadie pensó que Rocky tendría una secuela número seis; mucho menos era de imaginarse que un coreano sería el Secretario General de la Organización de la Naciones Unidas (o miembro de nuestro consejo honorario). ¿Qué sigue? ¿Un Papa polaco? Últimamente los coreanos han dado mucho de qué hablar, y además, Philip Roth no ganó el premio Nobel de literatura. En HermanoCerdo, México, decimos: hay algo en Suecia que huele a podrido. Este número de HermanoCerdo se publica bajo protesta.
Nos sentimos muy orgullosos de este número ocho, y para demostrarlo hemos tenido encuentros sexuales con extraños en los ascensores. Tenemos un par de historias inéditas: "Viva la Tropicana" de Leonard Michaels, un maestro desconocido en Hispanoamérica, y "Eeldrop y Appleplex"; aparentemente el único texto de ficción escrito por T.S. Eliot y hasta hora inédito en español. A pesar de que es un número de lujo, tuvimos que prescindir del maestro Javier G.Cozzolino, escritor argento, pues no pudimos reunir los 500 dólares que nos exigía a cambio de una entrega más. HermanoCerdo está en quiebra.
Incluimos una crónica de Abril Olmos Loya sobre el Chicago de Saul Bellow: un recorrido por los bajos fondos puertorriqueños, salsa y estadísticas de bateo. También ficción de Eduardo Varas, J.S.de Monfort, Orlando Mazeyra, José Luis Justes Amador, viejo sabio. Nuestra sección en portugués dirigida por Edgardo Dieleke presenta "Contradança" de Paloma Vidal.
HermanoCerdo Internacional también estrena página donde pueden descargarse el número actual y los anteriores, artículos e historias selectas, así como las biografías de los miembros de la conspiración porcina.
Los editores

2006/09/21

La muerte siempre está

La muerte es, para mí, una de esas obsesiones tenaces que sabes que, hagas lo que hagas (y como Reyna a Maradona en 1985), siempre van a estar soplando tu nuca. Y, en cierto sentido, estoy agradecido por eso. Sólo quien valora la vida tiene miedo de morir.

No sé cómo hacerlo -talvez este relato sirva en algo-, pero hay muchas cosas que tengo que agradecerle a la vida, y, a su vez, tengo muchas cosas que agradecerle a la muerte (a mis pequeñas muertes personales y a las grandes muertes ajenas). Vida y muerte: de ambas aprendo… y a ambas estoy atado desde que nací (¿y hasta que me muera?).

Intuyo, como en el relato que es motivo de este post, que la muerte nunca es buena: es fría y oscura, es invierno eterno que entumece músculos y es, también, aura ponzoñosa que, en realidad, nos mata a todos. De a poquitos o de a pocazos, pero nos mata a todos. Porque la muerte de tu padre te mata un tanto, la muerte de tu abuela te agota otro poco y así sucesivamente… hasta que la muerte grande –la definitiva– disuelve a las pequeñas… para morir con ellas.
¿Hay que temerle a la muerte? Desde luego. Hay que temerle amando a su contracara -la vida, la que nos permite ser conscientes de nuestra finitud-; hay que temerle con un temor que, en el fondo, abrigue una esperanza. La esperanza de que también ella sea buena como esa suerte de sediciosa ingravidez que desvanece los sentidos... tan buena como esa sensación que me empujó a escribir LA MUERTE SIEMPRE ESTÁ, relato dedicado a María Jesús, mi abuela.
Lee el relato haciendo clic aquí.

2006/09/15

SE ARRIENDA: Bienvenidos a la cordura

El pasado es un país extranjero.
Allí hacen las cosas de otro modo

L.P. Hartley




Luego de saborear como el que más la victoria de Coronel Bolognesi sobre el Colo Colo de Chile (por la Copa Sudamericana, en el estadio Jorge Basadre de Tacna), decidí conseguir el primer largometraje del escritor chileno Alberto Fuguet. Antes ya había visto –más de cinco veces, solo y acompañado– Tinta roja (dirigida por Pancho Lombardi, tacneño hincha del ‘Bolo’) y leído la novela en cuestión.

No he visto película latinoamericana que esté en tanta consonancia con Escribes.

Gastón Fernández no quiere ser escritor. Es compositor: un artista que, soñando y soñando, se quedó en sueños (ensueños). El personaje es el típico joven clasemediero con debilidades artísticas, quien, en primera instancia, recibe el apoyo familiar (paterno, para ser específicos). Un apoyo que con el tiempo se va desgastando porque Gastón no produce, y para pertenecer al sistema hay que producir (dinero, obviamente, otra cosa no sirve… como no sirve lo que no tiene precio, lo que no puede arrendarse o subastarse).
El problema es que Gastón se ha hecho viejo, quizá sin darse cuenta. Lo peor de todo es que no hay el menor asomo de coherencia entre su vanidad y su realidad (y no es bueno “pasarse la realidad por la raja”, como dijeron sus camaradas, aquellos que supieron ingresar al sistema en el momento correcto… porque no se puede vivir “haciendo poemitas o vendiendo artesanías”).

La repelencia es recíproca: de él hacia el Sistema y del Sistema hacia a él. Pero todo tiene un tiempo límite. Es hora de insertarse, de pedir disculpas agachando la cabeza, de acceder a él.
Ya no podía ser siendo el inútil de la familia y su padre le dio el empujón necesario. Gastón entró al negocio familiar (arriendos, una inmobiliaria que pertenece a su progenitor). Empezó a arrendar casas, habitaciones, departamentos… y, sin darse cuenta, empezó, también, a arrendar su esencia, sus convicciones e ideales.
Para sentirnos menos mal, o para adormecer al abogio con coartadas eficaces, hay que buscar a alguien que esté peor que nosotros. Escapar -gracias a otros- de nosotros mismos y de la puntillosa retrospección es un medida estimable. Eso hizo Gastón. Arrendó su insatisfacción. El pretexto perfecto: una confesión de uno de sus clientes que tuvo un padre desquiciado que casi lo mata a punta de balazos.
Gastón descubrió que tenía un buen padre y quiso empezar de cero. ¿Arrendando? Talvez.
La batalla, en este caso, la ganó la cordura, pues, como dice Hildebrandt, “La cordura gana casi siempre por unanimidad. Consiste en un adiestramiento del olvido. O sea, debes olvidar que el mundo podría cambiar, que no fue siempre este hervor de hormigas adictas a las figuritas. Debes olvidar tu cólera e integrarte. Y por último, debes olvidar que has olvidado.”
Gastón Fernández debe empezar por olvidarse de su pasado… ese país extranjero que lo acusa, lo seduce y también lo ensalza; porque está impregnado de ese odio afectuoso que nadie podrá arrendar.

2006/09/12

No te hagas el loco

–¡Ese huevón me quitó a mi mujer!
Su mano apuntaba en línea recta. Hacia allí miré sorprendido, estaba en la vereda de al frente: salía con un gesto adusto de la tienda de alfajores de doña Rosaura. Un sobretodo azul marino lo protegía de la garúa. Al voltear la vista, nos reconoció (mejor dicho, reconoció a Felipe):
–¿No te cansas de perseguirme, vago de mierda?
Felipe, asustado, me tironeó del chaleco:
–¡Vámonos, vámonos!
–Suelta mi chaleco, Felipe, me ha costado un ojo de la cara y es el único que tengo –le dije retirando su mano de mi prenda y empezamos a caminar, de manera desordenada, rumbo a la Plaza de Armas.
La garúa paulatinamente se transformaba en lluvia: caía verticalmente sobre nuestras cabezas (y también nos cayó una amenaza de parte de ese sujeto que yo creía haber dejado atrás):
–Sí, mejor váyanse porque no quiero perder el tiempo rompiéndoles la crisma a ustedes dos, par de ociosos.
Volteé de inmediato y le lancé una mirada resoluta antes de gritar a voz en cuello:
–¿A quién le vas a pegar tú, mojón? Dame dos minutos, nada más dos minutos para cerrarte el hocico a punta de trompadas.
–Mejor haz algo que valga la pena: ¡págale un psiquiatra a tu amigo! –exclamó, con una falsa sonrisa, antes de detener un taxi y subir en él.
–Vámonos, Martín, acabas de llegar a la ciudad: ¡no te ganes problemas! –me dijo Felipe–. Vamos al Cyrano a tomar unas cervezas.
–Ese sujeto nos ha querido cuadrar por tu culpa, te ha dicho vago y luego loco –le dije, molesto, molestísimo–. Y tú, en vez de encararlo, te escapas, ¡arrugas como un cobarde! ¿Qué chucha te ha pasado, Felipe?
–Ando medio loco, eso es lo que me pasa: desde que perdí el trabajo he tenido problemas mentales, estoy enfermo de ésto –me confesó avergonzado, tomándose las sienes–. Claudia me ha dejado… se fue con Florcita. ¡Me dejaron solo, hermano!
Parecía un niño, lloraba a lágrima viva en un estado que, más que pena, provocaba vergüenza ajena.
Saqué un poco papel higiénico de mi pantalón y se lo entregué.
–Toma, límpiate esas lágrimas y no hagas tanto roche que nos están mirando –le dije–.¿Cuándo perdiste la chamba?
–Casi un mes después de que te fuiste –me dijo, tratando de hacer memoria.
Yo, escrutando sus fachas, ahora ya caía en la cuenta. Empecé a entender el por qué de ese traje grasiento y de esos zapatos sin hileras que parecían carecer de zuela... y de decencia.
– ¿Y Claudia se fue con ese sujeto?
–Sí –asintió volviendo a humedecer sus ojos y buscando cigarrillos en sus bolsillos–. Qué mala suerte, no encuentro ni un puto pucho. Dame un cigarro y te cuento cómo se mandó a cambiar con ese tipo que se subió al taxi...
–¿En serio? –le pregunté, incrédulo, imaginando a su esposa con el extraño en la cama: haciéndole toda clase de maromas que el pobre Felipe había visto jamás en su triste vida–. Es un mocoso, podría ser tu hijo.
–Hijo mío no es. Es el hijo menor del doctor Cabrejos.
–¿Y quién miércoles es el doctor Cabrejos?
–Era mi psiquiatra hasta que me enteré de que su hijo se metía con Claudita y…
–¿Claudita? –pregunté, irritado–. ¿Le dices Claudita a esa perra?
–Cállate, Martín, no te permito que hables así de mi mujer
–¿Tu mujer? ¡Será la mujer de ese mocoso que te hizo orinarte en los pantalones! Te pones machito conmigo, con tu pata del alma; pero con ese mojón que se la culea a tu mujer te encogiste como un pichón mojado. Ya no sé qué pensar de ti... Hablemos claro: te me caíste. Yo no volví a esta ciudad para encontrarme con las ruinas de mi amigo. ¿Te acuerdas de que te dije para irnos juntos? No hiciste caso, ahora pues, ahora pues, ¡arrepiéntete!
–Carajo, Martín, no me hagas sentir mal.
–Te juro que yo me siento peor que tú. Todo lo que te digo me sale del alma y si te duele, mejor. Me voy por un par de años y todo se pone de cabeza. Mucha información para un solo día, Felipe… Ahora sólo falta que me digas que el Joselo se ha vuelto cabro.
–¿Qué comes que adivinas? –me preguntó cambiando radicalmente de actitud y de semblante. Antes de continuar, endulzó su voz premeditadamente–: Ha puesto una peluquería al frente del parque Duhamel. Si quieres vamos a verlo, aunque te advierto que ya no le decimos Joselo: todos le dicen Monique.
–¿Monique? –escupí tratando de recordar.
–Sí, Monique, siempre dice que es parte de una promesa de amor.
Cumpliste la promesa, Joselo”, pienso en silencio, “me juraste que de volver a vernos todo sería distinto: serías Monique… mi Monique y para siempre…”
–¿Quieres ir a verlo?
No –respondí, sin terminar de oír la pregunta–. Quiero ir a verla. Me muero por verla.
–¿Se van a casar? –indagó a boca de jarro.
–¿Quiénes? –pregunté haciéndome el desentendido.
–Ustedes dos pues, no te hagas el loco. Monique me lo contó todo. Ojo: sólo a mí ah, a mí y a nadie más… dice que como estoy loco no hay problema… que si me pongo a hablar nadie me haría caso, ¿tu qué piensas? ¡Dime qué piensas, hermano!
Pensaba en cómo pasa el tiempo y en cómo cambiamos todos. Pensaba en desaparecer para siempre. Me arrepentí de haber vuelto, quise estrangularlo antes de escapar de la ciudad, pero, los dos lo sabíamos: no iba a poder hacerlo…
–Ya pues, Martín, ¿Monique y tú se van a casar? –me preguntaba tan recocijado como rejuvenecido–. Responde de una vez y no te hagas el loco, hermano.
© Orlando Mazeyra Guillén, 2006.

2006/09/04

Travesuras de la niña mala



La reseña que hizo Johnny Zeballos acerca de la última novela de Mario Vargas Llosa, la leí en El Hablador hace una semana y, hasta hoy -que acabo de leer el blog de Gustavo Faverón-, me estuvo dando vueltas por la cabeza. Para liberarnos de algo, a veces no nos queda otra cosa que escribir... una buena oportunidad para volver a postear.
Luego de leer los más de diez extensos párrafos, me sentí decepcionado y hasta quizá estafado (porque no encontré nada de lo que mi lectura personal me dejó; seguramente yo estaba pidiendo demasiado y hacía mal en desestimar una crítica por el simple hecho de no estar en sintonía con, digamos, mi ‘reseña privada’).
A mitad de la reseña me topé con algunas afirmaciones (“en Travesuras de la niña mala, el notable escritor parece rivalizar con Alfredo Bryce Echenique”) que me llevaron a preguntarme si acaso el autor de la misma había leído cabalmente la novela de Vargas Llosa. Me pareció que no. En todo caso, la había leído mal.

Si Zeballos, en primer lugar, hubiera prescindido del autor, su crítica sería distinta a la resultante, que miente, Pero miente mal, porque aborda cualquier novela menos Travesuras de la niña mala.
Soy realista, en mis novelas trato siempre de mentir con conocimiento de causa”, dice el narrador –alter ego de MVLL- de Historia de Mayta. Y creo que eso lo podría suscribir cualquier buen crítico o reseñista, porque la crítica, si es audaz y atrevida (y más allá de su rigor y academicismo), también miente, porque da una visión singular, sesgada, única; en donde también están inmersos los prejuicios, las aversiones, las fobias, pasiones y desencantos del crítico.
La crítica puede ser valiosísima para adentrarse en el mundo y las maneras de un autor, y, a veces, un ensayo crítico constituye en sí mismo una obra de creación. Ni más ni menos que una gran novela o un gran poema”, nos dice MVLL en Cartas a un joven novelista.

Quizá pido mucho y, a su vez, confundo la reseña con la crítica erudita. En realidad, no pido nada: exijo que un reseñista mienta –está en su pleno derecho– con conocimiento de causa. Hablo de argumentos certeros e inferencias edificantes, y no de píldoras para el bostezo y la repulsa.
Yo no soy un crítico, ni cuento con las armas para serlo, pero, a mi manera y para vindicar un libro que he disfrutado de principio a fin, puedo decir que en Travesuras de la niña mala, Vargas Llosa se sirve de una historia de amor para explorar la naturaleza de la ficción y para dar cuenta, subrepticiamente, de sus razones e inseguridades literarias (hablo de lo que lo ha llevado a dedicar toda una vida a la invención de historias): “vivir en esa ficción le daba razones para sentirse más segura, menos amenazada, que vivir en la verdad. Para todo el mundo es más difícil vivir en la verdad que en la mentira (…) todos quienes viven buena parte de su vida encerrados en fantasías que construyen para abolir la vida verdadera, saben y no saben lo que están haciendo”.
Esta novela, más allá de dejarme un testimonio ondulante acerca de la peripatética e insufrible aventura amorosa de Ricardo Somocurcio con su niña mala, me permite comprender que toda una vida no basta para develar de dónde nace, por qué lo hace, y hacia dónde va la voluntad de crear; me da, también, nuevas señas para reinterpretar o mirar de otra manera, libros como El pez en el agua; para entender que apuestas desbocadas por la trashumancia y el cosmopolitismo hacen de los apátridas a rajatabla una especie de seres etéreos, porque están y no están, pues ya no pertenecen a ningún lado: “allá [en Europa] , he terminado por convertirme en un ser sin raíces, en un fantasma. Nunca seré un francés [o un español], aunque tenga un pasaporte que diga que lo soy. Allá seré siempre un métèque. Y he dejado de ser peruano, porque aquí [en Lima] me siento todavía más extranjero que en París”.
Ricardo Somocurcio es, como el autor de la novela, más que un individuo libre, un alma sensible. Envidio mucho esa sensibilidad que muchas veces nos hace falta para poder comprender o reseñar una novela. A veces contamos con muchas armas, pero no con el calibre imprescindible.

2006/08/12

La talega




Ese anciano de mirada perdida siempre camina arrastrando una pesada talega color cereza. Los cuentistas del vecindario dicen que adentro lleva tres enormes espejos. Dos de ellos ya están rotos: el primero lo rompió cuando descubrió su primera arruga; y el segundo fue a parar al suelo cuando contempló su primera cana. El tercer espejo sigue intacto… algunos arguyen que su avanzada ceguera le impide dar cuenta del último espejo. Yo creo que se romperá cuando el viejo esté cara a cara con la Muerte.
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Este microrrelato también lo publiqué en Gambito de peón del escritor Ricardo Sumalavia.
© Orlando Mazeyra Guillén, 2006.

2006/07/25

Bryce y Morote: el plagio.

Yo me cuento entre los (lamentablemente) poquísimos peruanos que han tenido la suerte de leer un par de libros del escritor Herbert Morote. Y justamente descubrí a Morote leyendo un artículo de Bryce, en donde, entre otras cosas, el autor de Un mundo para Julius afirma lo siguiente: "un libro que debiera ser lectura obligatoria no sólo para los peruanos, sino también para todos aquellos que pretendan entrar sin anteojeras ni tapujos en las mil y una falsificaciones de la realidad peruana. Herbert Morote no pretende hacer un estudio histórico del Perú, sino revisar una tras otra todas las mentiras que los propios peruanos han ido transmitiendo de generación en generación hasta matar una patria en la que el autor pretendió hace poco volver a vivir".
El libro al que se refiere elogiosamente ABE se llama Réquiem por Perú, mi patria, un ensayo que yo, como lector profano, humildemente también me atrevo a recomendarles a todos.
En verdad, me apena mucho lo sucedido entre estos dos buenos amigos, y lo lamento sobre todo por ABE, quien, luego de prácticamente aceptar el plagio en una carta aparecida en el diario El Comercio (“Lamento mucho que, debido a la excepcional extensión del artículo que publiqué el 25.06.06, no se haya publicado la nota en que debí agradecer al señor Herbert Morote el manuscrito que me envió desde España, titulado Pero... ¿tiene el Perú salvación?, en el que se aborda extensamente el tema de la educación, y que me fue de gran utilidad en la redacción de mi artículo”), ahora parece desdecirse.
Está claro que la exigua obra de Morote no goza de la fama y el reconocimiento que sí tiene la de Bryce; sin embargo estoy seguro de que lo que hace Morote no tiene nada que ver con un ardid publicitario, pues es lo que menos le interesa. Además hay que recordar que, a pesar de haber publicado muy poco, Morote ya cuenta con un par de premios internacionales (y sé que un premio no garantiza nada, pero si son premios serios pueden ser, como en este caso en particular, un buen referente): XXIX PREMIO DE ENSAYO CIUDAD DE IRÚN 1997 (por el ensayo VARGAS LLOSA, TAL CUAL) y Premio al Teatro Ciudad de San Sebastián, año 2003 (por la obra teatral LA GUÍA DEL HERMITAGE).
Me parece pertinente el contar que luego de leer el ensayo sobre Vargas Llosa le envié una furiosa carta a Morote, la cual él se dignó responder. Acá unos fragmentos que me parecen muy interesantes:
YO TAMBIÉN ADMIRO A VARGAS LLOSA, COMO LITERATO, ES LO MEJOR QUE HA DADO EL PERÚ, CREO QUE ESTO LO HE DEJADO BIEN CLARO EN MI ENSAYO. ADEMÁS LE QUIERO DECIR QUE EL PRIMER LIBRO QUE RECIBÍ SE LO ENVIÉ A MARIO, Y LE DIJE QUE ÉL ME OBLIGÓ A ESCRIBIRLO, AHORA, MARIO, COMO POLÍTICO O PERSONA, QUE ENTIENDA DE QUÉ VA LA VIDA, ESO ES OTRA COSA. LE FALTA ALGO QUE SE LLAMA SOLIDARIDAD, Y ESO LE FALTA TAMBIÉN A LOS PERUANOS (…) YO CREO QUE UNO DEBE VIVIR SIN RENCORES, MENOS CONTRA AQUELLOS QUE UNO HA CREADO POR RAZONES DE MARKETING O POR OTRA COSA. SER IDEALISTA, GENEROSO Y VALIENTE ES ACEPTAR LOS CAMBIOS, Y ACEPTAR LOS PROPIOS ERRORES, REÍRSE DE UNO ES MARAVILLOSO. MARIO NO SE RÍE NUNCA DE ÉL, SU EGO SE LO IMPIDE. LOS RENCORES SÓLO REPOSAN EN ALMAS MEZQUINAS. HAY QUE VIVIR ACEPTANDO A LOS DEMÁS, ESO NO QUIERE DECIR ACATANDO SUS ÓRDENES. LA VALENTÍA SE DEMUESTRA EN LA PROTESTA ANTE EL PODEROSO SEA ESTE POLÍTICO O FAMOSO. SEA FUJIMORI O VARGAS LLOSA”.
Aunque le importe a nadie, lo diré: yo soy un ciego admirador del arequipeño universal, pero también admiro, por distintos motivos, a Bryce y a Morote. En el caso particular de Herbert Morote, creo que no es nada fácil atreverse a decir con tanta dureza lo que uno piensa del Perú o de un escritor consagrado: el libro en donde habla del Perú me dolió tanto como el otro, en el que habla del Vargas Llosa ‘persona’ (dejando, o pretendiendo dejar, al ‘escritor’ de lado).
No sé si se puede separar claramente al escritor del ser humano de a pie, y tampoco sé si Morote logró hacerlo con acierto. Pero, reitero, sí estoy convencido de que Morote ha denunciado a Bryce por ser más amigo de la verdad que amigo de sus amigos.
Los seguiré leyendo atentamente a los tres… creyendo conocerles un poco más gracias a sus ensayos o novelas… y talvez será un vano intento, pues sólo conoceré a los ‘creadores’ y nunca llegaré a descubrir a los bípedos en sus aspectos más pedestres: “Hay perfectos hijos de puta que son grandes escritores”, ha dejado dicho Arturo Pérez-Reverte.
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Nota: Este post aparece, retaceado, en Perú21 y en Caretas 1936.

2006/07/16

¿Conoces a Marcial Mena?

"Dejé de divertirme cuando descubrí la diferencia entre escribir bien y mal, y luego hice un descubrimiento más alarmante aún: la diferencia entre escribir bien y el verdadero arte. Una diferencia sutil, pero feroz. Después de eso, cayó el látigo ."
Truman Capote
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Quienes no conozcan a Marcial Mena, y quieran hacerlo, pueden echar un vistazo aquí.

2006/07/03

Rotito

El coloquio de los perros es una revista española que lleva el nombre de una novela cervantina. Está en la red desde el año 2000 y publica narrativa, poesía e imperdibles entrevistas y reportajes (recomiendo la entrevista a Enrique Vila-Matas y, también, "Aprender regresando", donde se aborda la presentación de la última película de Almodóvar: VOLVER).
En su último número aparece ROTITO, un microrrelato que escribí hace un par de meses, lo pueden leer haciendo clic aquí.

2006/06/25

El amor es más fuerte

"Pedrito escribe sin parar
que el mundo está por estallar,
y los demás en la oficina, por nada...".
Caín Caín, El amor es más fuerte
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Hace unos días, alguien, en medio del frío y la noche, me dijo: "No, Orlando, el amor no es lo más fuerte: la mejor prueba de ello soy yo".
Fue una mentira, desde luego, pero una mentira que, disfrazada de verdad, me hizo pasar un muy mal rato.
No todo fue gris aquella noche. Sus ojos estuvieron de mi lado y fueron mis cómplices: la delataban, no hacían otra cosa que mostrarme una mentira hiriente e innecesaria que afortunadamente ya no podía sostenerse; totalmente distinta a esas mentiras que encontramos en las ficciones: aquéllas que –como insiste Vargas Llosa– nos ayudan a escapar de esta cárcel llamada Realidad, y nos permiten vivir otras vidas.
Escribes es una historia que, partiendo de una canción de Tango Feroz, da testimonio de ese vínculo irrompible que anuda al lector con sus libros predilectos (libros que en un instante determinado, aunque no en todos los casos, lo invitan a dar ese salto que convierte al lector en autor). Pero Escribes no es sólo eso. Escribes es, por otro lado, un humilde himno a la literatura: a sus poderes benéficos y a sus peligros.
Por suerte, sigo creyendo que, como lo dijo Tanguito en su hora más lúcida, el amor es más fuerte. Pero no nos olvidemos de que él habla del amor genuino… ése que nos cambia la vida y nos hace ser –si no distintos– mejores de lo que somos.
El amor es más fuerte, puede ser una canción desconocida para muchos de los lectores de mi relato, y eso al final no es gravitante. Pero, para mí, esa canción marca el fin de una época de aprendizaje, donde los amigos son, a la vez, el punto de partida y el de llegada.
Con los amigos uno aprende a hacer de todo… pero también aprende a no hacer nada… y, a su vez –si los amigos valen la pena–, nunca termina de aprender.
Yo he aprendido poco del mundo, algo de los demás y casi nada de mí; pero con eso me basta para decir que, de lejos, EL AMOR ES LO MÁS FUERTE.
Hay amores de todos los colores (y para todos los lectores): el amor de pareja, el amor filial, el amor que sentimos por nuestras mascotas o por un equipo de fútbol. No todos son iguales. Unos son más intensos y desbordantes que otros. Pero hay un amor que está disfrazado detrás de una palabra que algunos nunca llegan a conocer: vocación.
García Márquez me hace recordar mucho al Tanguito de la película del cineasta argentino Marcelo Piñeiro cuando dice que el artista es el hombre más libre del mundo. Y es que el Gabo sabe lo que dice; por eso tampoco se equivoca cuando afirma que este oficio –el de escritor– es para galeotes y no para diletantes. Lástima que el personaje del relato es, como yo, un simple diletante… un diletante que sólo tiene fe en una sola cosa: la literatura… y acudirá a ella cada vez que quiera escapar y salvarse… acudirá a ella mientras los demás sigan en la oficina… por nada.

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Imagen: Tanguito y una parte del canon personal del personaje de mi historia: el Nóbel sudafricano Coetzee, la novela Historia de Mayta (Vargas Llosa) y Ribeyro. Escribes acaba de aparecer en la Edición Nro. 143 de Letralia, la primera publicación cultural venezolana en la red que, al cumplir sus primeros diez años de vida, quedó finalista en los premios Stockholm Challenge 2006. Para leer el relato haga clic aquí.
© Orlando Mazeyra Guillén, 2006.

2006/06/18

Continuidad en Febrero

A Johanna... que, en Agosto, me sacó de Febrero.
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“¿Cómo rompo la monotonía?”, me preguntó un viejo amigo después de leer mi relato Continuidad en Febrero. De inmediato, le dije la verdad: lamentablemente no tenía una respuesta para su pregunta.
Voy a ver el partido de básquet –agregó antes de irse–. Y a buscar un lápiz para tachar el 30 febrero en el almanaque”.

Bueno, el cuento lo hice para Johanna, y recién aparecerá en el portal de El Proyecto Sherezade el 1 de Julio. Pero los que quieran leerlo (y, de paso, tachar el 30 de febrero en el almanaque), ya pueden hacerlo.

El día que escribí Continuidad en Febrero anduve sumergido en la lectura de dos historias de distinta factura: La segunda juventud de Luis Loayza y Casa Tomada de Julio Cortázar. Recomiendo ambos relatos que nada tienen que ver con el mío que, me parece, nace de mi aversión a la monotonía, de mi rechazo a una vida uniforme y sin sobresaltos. Marcus Riga tenía (¡tal vez sigue teniendo!) una vida como la de muchos seres humanos: predecible y aburrida hasta la exasperación (un almanaque tuvo que sacudirlo y, por un día, redimirlo de esa rutina embrutecedora). En el fondo, lo detesto visceralmente porque él y sus almanaques tienen mucho de mí.
© Orlando Mazeyra Guillén, 2006.

2006/06/10

CervantesVirtual.com renueva su diseño

La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, que dirige el autor de Travesuras de la niña mala, ahora luce una nuevo diseño que permite navegar en dicho portal con mayor comodidad :

“El Patronato de la Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, que preside el Mario Vargas Llosa, se reunió en Madrid para revisar la marcha de las actuaciones previstas para este ejercicio y proponer nuevas iniciativas para el resto del año. El encuentro fue presidido por Vargas Llosa, quien inició su intervención recordando la vocación de servicio público de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, que facilita el acceso a sus contenidos de forma gratuita, y se mostró convencido de que cervantesvirtual.com contribuye, mediante la difusión de la cultura, al desarrollo de la sociedad. Señaló además que la Biblioteca se ha convertido, en sus siete años de existencia, en una herramienta de referencia para avanzar en la Sociedad de la Información, especialmente en lo que se refiere al ámbito de las bibliotecas digitales. Vargas Llosa señaló que la consolidación de la dimensión iberoamericana del portal debe ser un asunto prioritario para la Fundación. Con esta finalidad, acometerá, entre otras actividades, planes que favorezcan la creación del Espacio Iberoamericano del Conocimiento, iniciativa liderada por la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), con la que la Fundación ha firmado recientemente un convenio de colaboración. El Presidente de la Fundación destacó que la institución seguirá los avances que experimente el proyecto de creación de una Biblioteca Digital Europea, y trabajará para facilitar la participación en dicha iniciativa de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes."

En dicho portal he publicado dos microrrelatos: ¿Y ahora qué mierda quiere? y Peor es Nada, además de un ensayículo titulado El motor del progreso universal .

2006/06/06

Si yo fuera Alan García

Yo me pregunto, ¿qué cara tendrá un presidente en presencia del Gran Juez, Aquel que todo lo sabe y al que no se le puede engañar? Digamos, si yo fuese Alan García (1985-1990), ¿cómo podría justificar la inmensa desilusión que llevé a todos los hogares del Perú después de haber sido elegido, por amplia mayoría? Esperaban que pacificase el país y llevase a cabo el primer gobierno aprista, retardado decenas de años a fuerza de golpes militares. Esa injusticia costó la vida a muchos partidarios del único partido organizado de este siglo, cercano al pueblo y, en su tiempo, con luz ideológica propia.
Cómo podré dar la cara después de que toda la nación, apristas o no, creyó en mí, en mi entusiamo, mi juventud, en mis ademanes simpáticos y criollos que enloquecieron a las masas y dio esperanzas a los más recalcitrantes pesimistas. Toda esta euforia duró pocos meses, después me volví loco (quizá siempre lo fui). Loco como un caballo desbocado acabé llevando entre mis patas a mi Patria moribunda, y a miles y miles de compatriotas que murieron de hambre por mi culpa.
Además, entregué a esos mismos militares que antes odiaba el control de la lucha antiguerrillera, sabiendo que el asunto es económico y político, no militar.
Mientras se derrumbaba el país, yo no sólo cantaba rancheras en la Plaza Garibaldi de la Ciudad de México, sino que hacía crecer mi fortuna y las de mis “compañeros”. Qué cara tendré cuando se toque el tema del vandalismo y rapiña lujuriosamente extendida en los últimos años de mi régimen cuando los robos de los jefes de las instituciones públicas eran imitados por sus subordinados hasta extremos insospechados. En las últimas semanas, sabiendo que no volveríamos al poder, nos llevamos todo, literalmente todo, desde computadoras hasta papel higiénico, pasando por puertas, bisagras, escritorios, sillas, cuadros, etc. (sólo un etcétera por pudor).
Nuestros robos y malversaciones fueron indescriptibles. No puedo exagerar, hay cientos de miles de testigos. Yo, Alan García, ¿podré mantener ante “El de la Buena Memoria” la misma actitud arrogante y desfachatada que tuve cuando para evadir la responsabilidad de mi indescriptible fracaso económico, eché la culpa a las entidades financieras, e igual que otro famoso sinvergüenza, el presidente mexicano José López Portillo, ordené la expropiación de los bancos, las compañías de seguros y el cierre de las casas de cambio? ¿Fue una expropiación legal?, ¿se llevó a cabo?, ¿tenía gente preparada para manejar esas empresas?, y lo más importante, ¿solucionó mi fracaso administrativo?

Todas las respuestas son negativas. Lo único positivo, más que positivo, extraordinario, fue que obligué a Mario Vargas Llosa a lanzarse a la política en un acto desesperado para llenar el vacío de liderazgo en los partidos opositores.
Yo, Alan, que los primeros meses saludaba al pueblo desde los balcones de palacio con mi pañuelo blanco. No con el pañuelo del Jefe Víctor Raúl ni con el de Pavarotti, sino con el de aficionado que pide que al toro del pueblo le corten las orejas y el rabo.
Sí, yo, Alan, alias “Caballo Loco”, que quebranté la unidad del partido aprista. Que no paré la masacre de los presos políticos en Lurigancho y en el Frontón. Que no cumplí ninguna de mis promesas de gobierno.
Que dejé a los narcotraficantes apoderarse de nuestra montaña, de nuestras fuerzas armadas y de nuestros campesinos. ¿Qué diablos puedo decir ante los hechos?
Yo, “el compañero Alan”, que en el discurso inaugural de mi mandato presidencial prometí acabar con la corrupción, que al día siguiente destituí indiscriminadamente a jefes y oficiales de la Guardia Civil, que los sustituí con personas de mi confianza, que no contento con esto hasta cambié el nombre a las fuerzas policiales para que no quede una pizca de los antiguos “Caballeros de la Ley” ni del lema “El Honor es mi Divisa”, que todo eso fue para crear una fuerza organizada de extorsión, represión y crimen. Yo, que dejé finalmente a la ciudadanía sin protección y con mayor peligro que antes. Y a las instituciones policiales desprestigiadas para siempre. ¿Me pondré atrevido ante el Señor y seré capaz de negar todo? Sería mucho concha.

Yo, Alan García, hice mucho más daño. No tuve el menor sentido común para tratar el pago de la deuda externa. Demagógicamente declaré que no la pagaría, y en todo caso los pagos no serían mayores al 10% de nuestras exportaciones. Yo, que no me senté a negociar con mis deudores, que no les presenté un plan dilatorio que pudiera ser tragado de alguna manera por la banca extranjera. En vez de decirles: “el cheque está en el correo”, “mañana se lo pago”, o indicarles cortésmente: “quisiera pagarles pero no puedo”, “con todo respeto es imposible
por el momento”. No, yo que no tuve la menor idea de cómo funciona la política y finanzas internacionales, me puse como un matón de barrio. Fui más insolente y descomedido con sus representantes en privado que en público, gané no sólo enemigos institucionales. El resultado fue trágico, todos nos cortaron el crédito y nuestro país terminó pagando un 50% más de lo que dije. ¡Qué imbécil fui!
Repito, si yo fuese Alan García qué cara pondría ante la Verdad. Si además, junto al Juez Supremo veo al fundador del partido, Víctor Raúl Haya de la Torre, ¿qué le diré, cómo me justificaré? ¿Qué muecas deformarán mi rostro cuando tenga que dar cuenta de tantas irresponsables decisiones, que causaron un desconcierto generalizado entre todos los que vivían en el Perú o los que tenían algo que ver con él? ¿No fui yo, el que convertí la inflación en un reto para las calculadoras, que tenían que absorber tres ceros cada pocos meses?
Cualquier intento de respuesta es inútil, cualquier refutación es innecesaria. El asunto es muy privado, es de Alan García y el Juez, nadie más. Así está de seria la cosa. Claro, él debe estar feliz por ahora, la Justicia Peruana no le culpó ni le culpará, y para hacer lo que hizo del Perú, se nota que no creyó nunca en la Otra Justicia. O, quizás Alan, aventurero irresponsable, cree que el Señor es como el pueblo peruano: amnésico.
Hay cada desalmado...
Herbert Morote, Réquiem por Perú, mi patria


2006/06/04

¡Perú, hoy me dueles en el pecho!

¡Perú, hoy me dueles en el pecho!
País miseria.
País mierda.
País cloaca.
País fracaso.

¡Perú, hoy me dueles en el pecho!
País Fujimori.
País Odría.
País Montesinos.
País García.

¡Perú, hoy me dueles en el pecho!
País amnesia.
País tortura.
País suicida.
País mentira.

¿Por qué me dueles tanto?
¿Por qué tanto gobernante espanto?
¿Hasta cuándo persistir en el quebranto?
¿Por qué darle tu cuerpo al que te ha vejado tanto?

Perú… ya no me dueles…
porque el Apra nunca muere,
pero la dignidad sí muere.

2006/06/02

Evitable: cuando votar es un desvarío

“…me caracterizo por recordar preferentemente los hechos malos y, así, casi podría decir que ‘todo tiempo pasado fue peor’, si no fuera porque el presente me parece tan horrible como el pasado; recuerdo tantas calamidades, tantos rostros cínicos y crueles, tantas malas acciones, que la memoria es para mí como la temerosa luz que alumbra un sórdido museo de la vergüenza.”
Ernesto Sábato, El Túnel
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En alguna oportunidad leí una genial frase de Bertrand Russell: “la historia del mundo es la suma de aquello que hubiera sido evitable”. Hoy, a la luz (o, mejor dicho, en las tinieblas) de nuestra coyuntura política pienso que todo esto hubiera sido evitable. Pero, lástima, estamos en el patíbulo nuevamente y ya no hay vuelta atrás (¿esperaremos otros cinco años para volver a equivocarnos?).
Evitable. Tenemos la guillotina sobre nuestra nuca. Sólo falta la elección final: hay dos despeñaderos posibles, ¿hacia cuál de los dos nos precipitaremos? ¿Hacia el abismo ya conocido de la corrupción galopante, los costales henchidos de Intis, las interminables colas y los reiterados balconazos? ¿O, como de costumbre, nos lanzaremos a ese vacío desconocido que, por ser nuevo, pasa de inmediato a ser ciegamente esperanzador?
A mi entender, el editorial de Caretas 1927 titulado sugerentemente "NO SUICIDARSE", no se equivoca al sentenciar que el voto en blanco es –si cabe el término– un acto pilatesco: compatriotas si quieren joderse, ¡jódanse!; pero yo me lavo las manos: no escojo a ninguno de estos dos mamarrachos.
Cito acá los párrafos iniciales de dicho editorial:

Hay varias formas de pegarse un tiro en una encrucijada histórica como ésta: votar en blanco, viciar el voto, irse de paseo o sufragar mal.
Sin embargo, algunos de esos 2.6 millones de ciudadanos de derecha o de izquierda cuyos candidatos se quedaron en la primera vuelta, aun ahora, exquisitos como son, creen resguardar convicciones sacrosantas absteniéndose de elegir al “menos malo” en la segunda.
Con esa actitud están jugando a la ruleta rusa y promoviendo un mal peor.
Parecen olvidar que en esta combi nacional todos somos pasajeros –aun quienes viven en el exterior, ya que tienen parientes al fondo del pasillo–, y negarse a participar en la conducción del vehículo es una forma de suicidio.

Suscribo todo lo expresado hasta el cuarto párrafo; pero ahí me detengo, cavilo, y pienso que las líneas posteriores hubieran sido evitables. Se dice que Humala representa un “chavismo sin petróleo”. Sin embargo, no se dice nada sobre lo que representa Alan García. ¿Acaso un ladrón más curtido y mejor entrenado por la escuela de la experiencia? ¿O quizá un violador de derechos humanos que nunca mostró el más remoto asomo de mea culpa al respecto? Seamos simples, sinteticemos lo que A.G.P. representa en dos palabras: el engañamuchachos.

Evitable. Cuando, en otro párrafo, leo “desquiciado megalómano” pienso que se refieren al personaje en cuestión, pero no; me equivoqué: hablan de Simón Gorila (Hugo Chávez). Y me pregunto si era necesario que CARETAS nos recuerde de una manera tan burda (¿chavista?) que el presidente de Venezuela es y será un gorila. Me pregunto también si ¿acaso es necesario aclarar que todo lo que dijo Chávez acerca del líder del Apra es patéticamente cierto? ¿No es una verdad como una catedral que García Pérez es un ladrón de cuatro esquinas y un corrupto de siete suelas? Por favor, no nos fijemos en el mensajero sino en el mensaje. No hace falta ser chavista, castrista o evo-moralista para decir “Dios libre al Perú de un bandido como éste”; sólo basta tener una pizca de memoria y dos dedos de frente.
A estas alturas alguien me acusará de humalista, y caerá en un error grosero. ¿Cuántos de los que el domingo votarán por García Pérez son en realidad apristas? ¿Desde cuándo Vargas Llosa, Flores Nano, Rey Rey, Martha Chávez, García Belaúnde son militantes del partido de la estrella? Ahí tienen la respuesta. Será, como dicen, el voto del miedo… del miedo a lo desconocido… del miedo al cambio.
Confieso que detesto la imagen del cachaco (del militarote, diría Vargas Llosa), y estoy convencido de que los militares jodieron a mi país. Pero en una encrucijada como ésta tendré que hacer de tripas corazón y optar por el verdadero mal menor.
Optar esta semana por Humala sería un desvarío histórico descomunal”, concluye CARETAS y nunca como ahora toma partido por la agrupación política fundada por Haya de la Torre. Siento que es de elemental honestidad el hecho de matizar un poco dicha sentencia. Votar por cualquiera de los dos candidatos en cuestión constituye una especie de desvarío, de frenesí. El simple hecho de ser peruanos nos expone a vivir al borde del desvarío y de eso somos conscientes todos los que queremos un cambio, un cambio de verdad, no una caricatura de democracia.

Hace cinco años me equivoqué. Voté por un advenedizo Alejandro Toledo (y lo digo porque ya casi nadie se acuerda de que votó por nuestro actual mandatario). Me equivoqué, lo sé, pero tengo la tranquila certeza de que me hubiera equivocado el doble si votaba por García Pérez (o peor aún: si votaba en blanco). ¿Me dejo entender? Espero que así sea.

Ahora, yo votaré por Ollanta Humala. Mi memoria me impide votar por Alan García. Llevar otra vez a ese sujeto a Palacio de Gobierno sería el tiro de gracia para nuestra moribunda dignidad nacional. Si García vuelve a alzarse como presidente del Perú nuestra bandera quedará percudida para siempre y no habría “lavado de bandera” o revuelta popular que nos la devuelva. Porque no hay desvarío peor que el desvarío de la memoria.
Juan Pablo Castel, aquel mítico personaje de Sábato, sabía muy bien de desvaríos. De esos desvaríos que atenazan al peruano de a pie, a todos aquellos compatriotas para quienes la democracia es una palabra inasible, para aquellos a quienes el presente (democrático) es tan horrible como el pasado, para quienes por suerte todavía recuerdan tantas calamidades, tantos rostros cínicos y crueles, tantas malas acciones… porque la memoria es, para nosotros los peruanos, como la temerosa luz que alumbra un sórdido museo de la vergüenza.
Yo votaré por Ollanta Humala porque sé que si mañana Fujimori viene a pedirle disculpas a mi pueblo y, acto seguido, a reclamar una nueva oportunidad, se la negaré de saque y sin titubear un instante.
Votar por Humala será, no lo niego, un desvarío, pero un desvarío digno. Porque los cínicos y crueles como Fujimori, Montesinos y García sólo nos deben servir para documentar nuestro pasado tenebroso. Para que se pudran juntos en el sórdido museo de la vergüenza. Y para acudir a ellos cada vez que la memoria lo requiera tanto o más como este 4 de junio.

© Orlando Mazeyra Guillén, 2006.

2006/06/01

Obra de Arte

"Todas las obras de arte deben empezar por el final."
Edgar Allan Poe
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Tus gafas multifocales, hechas pedazos, decoran el suelo de una manera vulgar (tan vulgar e insulsa que, por un momento, me relajo… me llego a excitar olvidándome de cuanto necesito olvidar). Un ramal carmesí baja apurado de tu pecho y se bifurca, se alarga en varias direcciones: sobre el parqué, debajo de la pianola, y empieza a confundirse con el rojo intenso de la raída alfombra que se extiende debajo de tu delgadas piernas de balletista virgen.
Tus ojos, abiertos, parecen apuntar hacia un cielo estrellado que ese techo barroco te niega tajantemente. Las pupilas inflamadas, a punto de estallar, como las venas de tus sienes. Una boca regular, discreta, que apenas se atreve a mostrar la hilera superior de tus dientes de cebra circense. Una lengua tersa, perfecta, como la de un recién nacido que llora en los brazos de la matrona.
Todavía sostengo con firmeza el revólver: un humo ralo que se desvanece con precocidad, el gatillo tibio y el tambor vacío, caliente e indiferente. La imagen de tu cara, de tu terror infinito antes del estruendo, permanece fresca e incorruptible. Una sola bala. Un solo destino. Un corazón perforado y un pulso agotado.
Ahora, antes de huir al monte y perderme por un par de semanas (o talvez más), es cuando quiero recordar el por qué decidí ajusticiarte. Trato de recordar por qué te elegí a ti. ¿Me gustó tu casa?, ¿tu eterna sonrisa?, ¿tu fama?, ¿o lo que me llevó hacia ti fue ese nuevo reto: el matar a alguien cercano, a alguien cuya sangre también es mía?
Siento una chicharra que apura mi partida. Me quito los guantes, envuelvo el revólver en un pañuelo y me despido de ti:
–¡Gracias papá, me ayudaste demasiado!
Me lavo el rostro y que quito el delantal que utilizo cada vez que pinto. Saco la acuarela al patio y pienso en un buen nombre. “Mi última visita a papá”, me gusta mucho, aunque también podría ser “La bala que le regalé a mi viejo”. No sería mala idea llamarlo por la noche para que él me dé su valiosa opinión.
13 de Marzo de 2006.
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Imagen: Muerte de Marat (1793) de Jacques Louis David.

2006/05/01

El Proyecto Sherezade


El Proyecto Sherezade de narrativa contemporánea surgió en 1996 como un espacio virtual para promover el intercambio de narraciones entre hispanohablantes mediante la publicación de cuentos inéditos y las opiniones de sus lectores. Desde entonces hemos seleccionado para publicar electrónicamente más de 150 cuentos de autores de 25 países.
Estos cuentos han alcanzado así una difusión impensable con el formato impreso, que tradicionalmente los relega a las últimas páginas del periódico dominical, a tiradas muy reducidas financiadas por entidades filantrópicas, o a antologías de autores consagrados. Creemos que la red hará por el cuento lo que la imprenta ha hecho por la novela, género cuyo éxito se debe en gran parte a que su extensión se adecua a la producción, comercialización y consumo en formato libro. La brevedad e inmediatez que el cuento ha heredado de sus orígenes orales lo hacen el género ideal para la publicación, distribución y lectura en la red.
Si desea participar en este proyecto envíenos su cuento. Los cuentos seleccionados aparecerán con el nombre y la dirección de correo electrónico de su autor, quien continúa siendo el dueño exclusivo del cuento que sólo cede temporalmente para su publicación en Proyecto Sherezade. También puede participar enviando comentarios a los cuentos.
No hay intereses comerciales relacionados con ningún aspecto de Proyecto Sherezade, que es posible gracias al trabajo desinteresado de cinco personas del medio académico y cultural que realizan la selección, edición e ilustración de los cuentos, así como de los cibernarradores y lectores que nos envían sus cuentos y comentarios desde los cinco continentes. Proyecto Sherezade está instalado en un servidor de la Universidad de Manitoba, Winnipeg, Canadá.

2006/04/09

Todo vale... Nada valen...

si continúo así: voy a morirme joven y sin identidad
Ska del éxodo… de un pueblo desechable,
donde la corrupción resulta excarcelable…
y usted y yo somos culpables…
ATTAQUE 77, Éxodo Ska
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–¿Ya viste las últimas encuestas? –te había preguntado tu hermana en la mañana–. Si sale ese cachaco no sé cómo hago pero como sea me voy del Perú. Hasta de sirvienta en Chile voy a estar mejor que con ese nazi de presidente.

El taxista acelera en el tramo final de la pendiente, se abre hacia la izquierda y deja atrás a una camioneta tapizada con coloridos anuncios que, alternando entre el rojo y el verde, te dicen: “Vota por el Flaco Eguren: marca el mapa de Unidad Nacional y escribe el número 1”. Las últimas reminiscencias de ese cerro colorado que le da nombre a tu distrito se extinguen mientras cruzas el Puente del Diablo y, de pronto, se erige ante ti la Cruz de Juan Pablo II: el chofer forma un puño cerrado con la mano derecha, se golpea el centro del pecho tres veces –cada golpe más fuerte que el anterior– y se persigna. Se percata de que observas sus movimientos con atención y te mira como diciéndote “¿y tú por qué no te haces la señal de la cruz?”; pero, por suerte, él es más cauto:
–Hace un año se murió.
–Sí… –respondes y tratas de evitar el tema porque en esta ciudad casi nadie entiende lo que es el agnosticismo; miras la fachada de la cevichería El Puente y recuerdas ese plato sabatino que tu gastritis crónica te impide comer desde hace un buen tiempo: Choritos a la Chalaca.
–Estos últimos días le ando pidiendo que nos proteja.
–¿De quiénes? –le preguntas acomodando tu corbata.
–De todos estos políticos cochinos y mentirosos.
–Ojalá lo escuche…
–Esta cruz la construyeron para la llegada del Papa –te dice como si tú no lo supieras–. ¡Cómo se pasa el tiempo, no hay vuelta que darle! Eso fue a mediados de los ochentas, tú todavía eras un chibolo…
–Yo tenía cuatro años, ¡cómo no me voy a acordar!, toda mi familia se congregó de madrugada en la avenida Pumacahua para verlo bajar del aeropuerto en el papamóvil –Y toda tu mente se desplaza al año 1985: el frío del alba mistiano, las masas de gente apostadas en las orillas de la avenida, la pista ornada con rosas y el Misti con el mejor semblante posible. Todos ansiosos, todos esperándolo. Todos con el absoluto convencimiento de estar a punto de ver a un hombre bueno y honorable, a alguien digno de ser admirado (y hasta venerado). Esa multitud tenía algo distinto, peculiar; estaba dotada de un alma colectiva: todos parecían sentir, pensar y obrar en torno a la imagen del Papa. ¿Qué político peruano podría lograr hoy ese tipo de aquiescencia colectiva? ¿Qué candidato presidencial estaba en condiciones de agolpar a las masas de una manera tan rotunda y espontánea? No había nadie, nadie en absoluto… y eso te jodía… te jodía sobre todo porque tú tampoco hacías nada para cambiarlo.
Léelo todo en Todo vale... Nada valen... .

2006/04/04

La Revista Voces

La Revista Voces de Madrid tiene como misión el proporcionar un medio adecuado para la difusión de obras de calidad escritas por autores noveles en lengua castellana.
En su número Nº LIII del mes de abril aparecen dos relatos míos. Los puedes leer visitando dicha página:

2006/04/01

Peor es nada

Publicado en la Biblioteca Cervantes Virtual
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Peor es nada es un microrrelato donde una verdad tácita desdice y afirma una extraña relación de pareja.
Lee la historia haciendo clic aquí: Peor es Nada

2006/03/25

¡LOURDES ESTÁ CASADA!



¡Lourdes está casada! Subrepticiamente, como afirmaría algún miope complaciente, pero bien casada, y hasta religada. Estamos ad portas de las elecciones presidenciales y, por fortuna, no son pocos los que han caído en la cuenta. Está casada con la plutocracia; Flores Nano es cónyuge de la insensible derecha que alberga a ese manojo de ricos que quieren eternizarse en el poder (y, así, ampliar la ancha franja que existe entre ellos y el pueblo ignorante… ignorante porque ignora lo que es progreso, bienestar social, justicia… y hasta ignora, ¡qué más da!, el significado de la palabra esperanza).

Humala tiene mujer y ambos, por notorias afinidades, han gestado un camino nefasto: el nacionalismo debería ser una razón rotunda para tacharlo de por vida, para desestimar de saque su propuesta con una arcada patriótica. Pero su demagogia encandila y cala profundo: sus maximalismos de progresista barato incendian una pradera que ya arde por culpa de las promesas incumplidas, la vergüenza ajena y la impotencia popular. Es comprensible: ¿quién no quisiera mandar a la hoguera a esa sarta de oportunistas, bribones y ladrones?

Alan es el árbol que creció torcido. Sus verborreas, mea culpas e histrionismos aquilatan la validez de esa frase que dice "la política es el arte de la mentira". García Pérez miente. Quiere encorsetar, corregir o al menos edulcorar sus desvaríos; pero es un juego. Es un actor talentoso que quiere volver a ser el director de reparto. Para el casting sólo hay un requisito: mostrar con beneplácito la credencial con la estrella roja. Y entre ellos, como antaño, se hará la repartija (un pésimo reparto, desde luego, porque la Casa del APRA no es ni será la Casa del Pueblo).

Ahí tenemos a la terna. Uno de ellos será nuestro futuro presidente. Seamos coherentes: si nuestra política está tan viciada, tan moralmente corrompida, entonces emitamos un voto acorde. Viciemos el voto. No creo que suene a disparate en el país de lo kafkiano: ¡estamos hartos, ya no queremos tener presidentes!

Borges, seguramente invadido por un optimismo desproporcionado, dejó dicho: "Quizá los hombres merezcamos algún día que no haya gobiernos". ¿Será posible?

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Imagen: el célebre Jesús Lora cercado por la sincera DERECHA, la IZQUIERDA apócrifa y el truculento RETROCESO... ¿Por quién votará? A su Derecha Flores Nano le muestra el dedito (¿se lo meterá a la boca?). A su falsa izquierda aparece Humala con la misma táctica que llevó a Fujimori al poder ("no a los partidos tradicionales... sí al salto al vacío"). Atrás, García Pérez, fiel imagen del búfalo que se abre camino como sea. La carrera hacia el poder de cada cinco años: Lo que menos importa es el pueblo.

2006/03/09

Jorge Eduardo Eielson

De no ser por Reynoso, yo, ignorante, no sabría quién es (no digo quién fue porque su literatura lo sobrevivirá) Jorge Eduardo Eielson (1924–2006). Todavía recuerdo como, yo, hundido en un silencio admirativo le escuché decir, “es que tenemos que entender qué es la poesía: ¡es la expresión de la belleza! Esa expresión de la belleza tú la puedes expresar a través de la palabra, de la música, los colores, a través de las formas. La belleza tú la puedes expresar por diferentes medios. Ése es el concepto que tiene Eielson, por eso cuando publica su primer libro le pone Poesía Escrita, porque él también hace poesía pintando.

Esta mañana, leyendo el blog de Gustavo Faverón, me entero de que Eielson ha fallecido en Italia. Acá, como el mejor tributo que se me ocurre darle, les entrego un fragmento de un libro que justamente me encontraba leyendo estos días.

---
(...)


–¿Tienes algo que hacer mañana?

–Nada –contesté sorprendido.

–Siéntate entonces y juega, ocioso –mi tío ganaría siempre en tales juegos. Sus artimañas eran ya más viejas que la tierra y yo no podía competir con él. Podía, eso sí, borrarlo para siempre de mi existencia. Porque él podía jugar con la vida de los indios, apoderarse de sus tierras, juntar monedas de oro en un banco de provincia, emborracharse como un odre, insultar a todo el mundo, pero no podía jugar con las palabras, no podía afrontarme en esta partida de revancha en la que yo toda la vida habría de ganarle, aún después de muerto. Campas, amueshas o cashibos no podían subsistir fuera del cono de sombra que arrojaba mi tío, pero sus verdaderas vidas las compartían sólo con sus dioses. A ellos iban sus ofrendas de pájaros multicolores, sus olorosas joyas de semillas y dientes de mono, sus miserables muñecas de barro cocido, sus libaciones nocturnas bajo la luna llena. No hablaban mucho entre ellos, pero reían y cantaban siempre, chapoteando sobre sus propios excrementos devorados por los piojos y la tenia.

¿Qué sabes tú, Dogaresa, de tales santuarios humanos? ¿Los altares de San Pedro se enrojecen acaso cuando muere un cashibo en la selva del Perú? ¿Desaparece la sonrisa de La Gioconda? ¿Cae la torre de Pisa? ¿Venecia se hunde un poco más en el pantano que la espera desde hace siglos? Tu Gran Traje de Seda es el luto que yo te impuse para vivir a mi lado. Tú lo aceptaste. Lo arrastraste en las grandes ocasiones: ir al bistrot de la esquina y tomar un rouge y unas papas fritas, por ejemplo. Aceptar la invitación de un gordo insolente que te hacía la corte en mis propias barbas.

A veces hasta comprar una baguette debajo del hotel, con tu Gran Traje de Seda y baja por la escalera crujiente y hedionda de orines y humedad. Pero sobre todo aceptar la invitación de un gordo insolente que te hacía la corte en mis propias barbas. Un viejo amigo mío, decía él. Un gordo con hijos, además. Pero con automóvil y cuenta en el banco. Una terrible cosa que sudaba en pleno invierno y se llamaba Giuliano. Es decir Giulia con ano. ¿No te conté nunca quién era Giuliano? ¿Quién había sido antes de convertirse en ese gordo vestido de azul con camisa blanca y zapatos lustrados? Todos los años Giuliano dejaba mujer e hijos en Lima y volaba a París o Roma absolutamente convencido de que yo podía ofrecerle todo cuanto poseía, y que –él lo sabía bien– no era sino tu cuerpo. Como ello no sucedía, me arrastraba siempre a Pigalle o a la Pissaggiata Archeologica. Giuliano bufaba e invitaba a diestra y siniestra. Las putas lo adoraban. Las cargaba en el coche y terminábamos en su hotel. Al día siguiente las despedía y me deslizaba a mí también un cheque “para que te comprara ropa, pobre muchacha, se ve que te quiere mucho”. ¡Como si tu Gran Traje de Seda no bastara! Y “estos artistas locos que no piensan en el mañana” se miraba en el espejo y yo me arqueaba de náuseas simulando que reía contento y feliz, y él se vestía de nuevo esta vez de marrón color mierda cagado por dentro y por fuera y me preguntaba cómo le quedaba esperando que le lamiera el culo y yo se lo lamía porque pagaba anticipado y decía: “¡Formidable!”, y él me invitaba a tomar a tomar desayuno sin dignidad de mi parte y sin el menor embarazo de la suya me preguntaba qué cosas hacía contigo en la cama y que cuántas veces te lo metía y si te gustaba chuparlo y si no me ponías cuernos de vez en cuando y si no habíamos probado el menaje-à-trois con otro hombre puesto que a mí me debería gustar y ella ni qué decir. Luego el pobre Giuliano me hablaba de sus millones y de su fábrica y edificios en construcción y de la santidad de Blanquita, su mujer, y de la fantástica inteligencia de Jhonny y Robertito, sus hijos, que ya estaban en la universidad y estudiaban química industrial e ingeniería eléctrica en los Estados Unidos, naturalmente.

Giuliano, Dogaresa, es decir tú con ano, con panza, con zapatos lustrados, con millones. Algo incurable. Giuliano, dueño de fábricas de helados y chocolates. De margarina y ladrillos. De puertas y ventanas. Pero, sobre todo de helados y chocolates. ¡Quién lo hubiera dicho! ¿Sabes tú que era hijo de un italiano y una chuncha? ¿Qué era casi analfabeto? ¿Qué apenas llegado a Lima de San Ramón “una dama de mucho nombre” se enamoró perdidamente de él? Era un muchacho muy guapo, entonces, Giuliano. Las mujeres se morían por él.

Jorge Eduardo Eielson, Cuerpo de Giulia-no

2006/03/01

Hablando de gordas...

Acabo de revisar un comentario que me llamó mucho la atención. Me lo envía gentilmente Lilith (mnemosina@elparnaso.com), y analiza mi narración Ella se sabe gorda:

Es interesante el contraste que le has dado a la historia entre el párrafo del principio, que tiene una nota de esperanza, y el del final, que termina en un quejido desanimado. Has captado perfectamente la amarga frustración, tan pocas veces comentada pero tantas veces sufrida, de aquellos que van de dieta en dieta y esfuerzo en esfuerzo, sabiendo que todo es inútil, ya sea por su propia falta de constancia y entusiasmo o por la inevitabilidad de su constitución.

”El texto se permite ser de lo más prosaico y, a la vez, tocar esa vena sensible que tantos tenemos en este medio que nos obliga a ser estéticamente muertos de hambre y nos culpabiliza si no lo conseguimos. Muy interesante.


2006/02/20

QUIPU: LITERATURA DESCENTRALIZADA




Antes que nada, le agradezco a Gustavo Faverón (GF) por haber dado un paso que estimo fundamental rumbo a la tan necesaria descentralización de nuestra literatura.

Que nuestra literatura es tan rica y variada como nuestra gastronomía es una verdad que nadie puede discutir. Tampoco se puede discutir otra verdad que –y lo digo con mucha pena y desazón– ha pasado a ser un dogma: si no escribes desde Lima o pensando en Lima estás condenado al, si cabe el término, ostracismo literario: al destierro (y en el mejor de los casos a la indiferencia) del circuito editorial capitalino. El escritor provinciano es (salvo raras excepciones), el réprobo por antonomasia en un oficio que ya es de réprobos; es la pluma que no tiene acceso a un tintero teñido de centralismo (la literatura lamentablemente tampoco puede mantenerse indemne de los vicios que dictan que EL PERÚ ES LIMA y que LIMA ES EL PERÚ).

La idea de GF de aprovechar, de exprimir al máximo las oportunidades que da la red de redes (internet) para difundir las elucubraciones de autores del interior del país (sin cerrarles la puerta a los autores de la capital), me parece inestimable.

Ojalá este novel proyecto tenga el éxito que se merece. Felicito nuevamente a GF, quien, sin estar en el país, pone su necesario aporte en busca del engrandecimiento de nuestras letras. Muchos de los que sí estamos acá deberíamos emularlo.

QUIPU: Literatura Descentralizada”, es el nombre del proyecto que busca publicar en soporte electrónico a autores “que, por uno u otro motivo, tengan dificultades de acceso a los medios masivos de comunicación o al circuito editorial”.

Los invito a leer un par de relatos míos recientemente aparecidos en QUIPU.
"Tendré que confiar en ella" (242 palabras):
"3:15 p.m." (992 palabras):

2006/02/18

3:15

Es algo más que simple: que yo recuerde, me pasa todos los días y dura sólo un minuto, raras veces dos. Mi ojo izquierdo se trastorna justo a las tres y cuarto de la tarde. He hablado al respecto con infinidad de oculistas y ellos siempre, dibujando sonrisas incrédulas o musitando ñoñerías, han dudado de la veracidad de mi singular afirmación. Los más generosos me tildan de hipocondríaco; otros –hablo de los peores– me recomiendan sin el menor empacho a curanderas o loqueros y asocian lo mío a paranoias y delirios pasajeros. ¡Ya estoy harto de los escépticos de bata blanca!
En cierta ocasión, tuve a mal el tomar una previsible decisión: asistir a una nueva consulta médica exactamente a las tres de la tarde. De esta manera, un experto en la materia estaría a mi lado en la hora crucial.
-Ahora veo distinto, doctor –le informé señalando mi ojo izquierdo con ambos dedos índice. El consultorio era el más escueto de todos los que había pisado: apenas había un minúsculo reloj de pared escoltado por un par de diplomas del colegio médico. Eran, pues, las tres y quince.
-¿Cómo dice? –me preguntó acercando el oftalmoscopio… ya me sabía de memoria el nombre de ese aparato que no servía para nada que no fuera perder el tiempo.
-Con el izquierdo, doctor, el problema es con el ojo izquierdo. De mi ojo derecho no tengo quejas.
-¿Ve o no ve con el ojo izquierdo?
-Veo, pero veo cosas que no quisiera ver, ése es el inconveniente. Veo cosas que, ¡créamelo!, preferiría no ver.
-¿Qué ve?
Recién acababa de conocer al doctor Camargo. Apenas quince minutos atrás le había estrechado la mano por primera vez en toda mi vida –me lo recomendó mi primo Nemesio, decía que era de los mejores oftalmólogos de la ciudad –; pero con el ojo izquierdo veía muchas cosas ocultas, íntimas: la noche anterior, saliendo casi a escondidas de un prostíbulo de la avenida Ejército… corriendo hacia su auto… ¡Está muy asustado! El pobre no lo puede ocultar: tiene miedo de que alguien lo reconozca. Sube a un vehículo plomizo y, nervioso, se seca el sudor de la frente con su corbata cuadriculada. Mira hacia todos los lados y recién enciende el motor…
-Veo su canita al aire de anoche, doctor –le dije con la mayor naturalidad del mundo-. Eso es lo que veo: ayer usted se fue de putas.
Se sonrojó y empezó a sudar, pero esta vez no se secó la frente con la corbata (era la cuadriculada, la misma de ayer), sino con un pañuelo que sacó de uno de los cajones del escritorio.
-No sé de lo que me habla… –me dijo agachando la cabeza y regresando el pañuelo al cajón.
-¿Quiere que siga? –le pregunté.
Bastaba mirarlo para saber lo que el infeliz quería: que me retirase cuanto antes de su consultorio. Las imágenes, una tras otra, seguían desfilando por mi ojo izquierdo: tres jóvenes, seguramente sus hijos, todos lejos, muy lejos… una mujer con la cabeza rapada, el rostro desencajado y un cuerpo depauperado que reposa en una cama de sábanas rosadas: ¡era su esposa y estaba muy enferma!
-Los tres se fueron para siempre –le dije con mucha pena.
-¿Quiénes? –me preguntó pasmado.
-Sus hijos, doctor. No los volverá a ver.
-¡Qué sabe usted de mis hijos! –exclamó dibujando un mohín de desprecio-. ¡Loco! Está usted medio loco… y si no medio, entonces completamente.
Lo miré estudiando todos sus movimientos y quise decirle que el único loco era su hermano mayor (estaba atado a una camisa de fuerza en la habitación de un hospital que yo no alcanzaba a reconocer)… pero eso no venía al caso, además había cosas más importantes que decirle:
-Vaya a verla pronto, no pierda más el tiempo conmigo.
Me miró, pero esta vez ya no pasmado, ahora estaba totalmente aterrado. Se soltó la corbata y me preguntó:
-¿Qué carajos le pasa a usted?
-A mí nada pero a su mujer, en cambio, le está pasando de todo: va a morir esta noche. Ella ya lo presiente, por eso quiere verlo, quiere ver a sus hijos… Oiga, disculpe que me entrometa, pero me parece inaceptable: ¡su mujer está en las últimas y usted que se va de putas! Vaya, doctor, ¡vaya a verla ahora mismo! Despídase y dígale que ellos no volverán… No sea cobarde, ¡dígale la verdad!
-¿De qué verdad me habla, loco de mierda?
-De la verdad, la verdad más oculta… la verdad que su mujer se iba a llevar a la tumba: ella se acostaba con ese tipo alto, bigotón, el de la casa de rejas y el jardín de magnolias, creo que es su vecino.
Se paró deprisa de su asiento y me lanzó un bofetón tan fuerte que casi me tira al suelo.
-Creo que es su vecino, doctor… –fue lo último que le repetí.
-…También mi mejor amigo –me dijo y, como un poseso, salió corriendo del consultorio. ¿Hacia dónde? Eso sólo Dios lo sabe.
A los dos días pasé deliberadamente por el cementerio. Estaban enterrando a la esposa del oculista. Había muy poca gente, apenas un racimo de veinte personas. No estaban ni el doctor Camargo ni sus hijos… tampoco su vecino (el sujeto del mostacho, de las rejas y las magnolias). Mientras me preguntaba qué habría sido de ellos dos, me acerqué al cortejo fúnebre percatándome de que todos me miraban extrañados. Al poco rato, me di cuenta de que estaban esperando al párroco del cementerio para rezar el responso. El Padre Joaquín era célebre por su impuntualidad.
-¡Qué barbaridad, no llega el Padre! –exclamó una mujer que estaba casi a mi costado. Me miró, se abanicó el rostro y lo pensó bastante antes de preguntarme-: ¿Qué hora tiene usted, por favor?
-Las tres y diez –le dije muy angustiado, y salí casi corriendo del cementerio. No hubiera sido nada saludable el estar allí a las tres y cuarto.
08-II-2006

2006/01/23

Suspiro Surrealista

Publicado en Gambito de Peón
de Ricardo Sumalavia.
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Ayer franqueé ariscos ríos voladores de enardecidas aguas sólidas, y alcancé a auscultar una miríada de cebras violetas con cuernos de unicornio gallego.

En un sendero evanescente, me bramaron un millar de perros sofistas (que, de rato en rato, maullaban como anacondas astrales); y, más luego, me hicieron ceremoniosas venias unos gatos políglotas (que ladraban en silencio como los alacranes marinos del desierto de Atacama).

Arribé, extenuado, a un paraje locuaz en donde olí a nerviosas estatuas de sillar que, movedizas, inhalaban un viento pétreo; y se me aproximaron unos huracanes de olores amargos (y con sabores hirvientes): fui, allí, presa de un kilo de colores transparentes bañados en una oscuridad luminosa que provocó incipientes risas entre almas de hojalata y masas etéreas.

Y, con la ayuda de un tentáculo de alfil londinense, tomé presurosa nota de sucesos inextricables que devendrían en el otoño: Mayorías ricas y minorías pobres, ¡Liberales bermellones y Comunistas anémicos!, ¡Incas que invadirán Madrid y Aztecas que devastarán Barcelona!

Cuando sentí mi propia muerte, un cuervo níveo me masculló entre sollozos turgentes: “La América será para los americanos y no sólo para los de la buhardilla, sólo habrá armas de juguete… y panes de a verdad. Las fronteras serán de cartón y las manos estarán enlazadas...”
Yo, antes de despertar, lamí al cuervo con el ombligo de la oreja de mis caderas, y le dije: “Esto es una patraña, Odiseo: ¡es un suspiro surrealista!”.
© Orlando Mazeyra Guillén, 2006.

2006/01/20

OSWALDO REYNOSO: «El agnosticismo es una reverenda pendejada»

PARTE II





El escarabajo y el hombre: una novela experimental

–Hablando de la novela corta, ¿por qué su novela corta El Escarabajo y el hombre lleva el nombre de “novela experimental”?
El Escarabajo y el hombre es una novela experimental por lo siguiente: Primero, por el tratamiento del lenguaje. En la lengua hay tres formas de expresión: a) popular, b) estándar, c) literaria. En la lengua popular nos emparentamos con la jerga; estándar es la forma, digamos, culta; literaria es cuando utilizamos la lengua para la expresión de la belleza. Uno puede hacer literatura tomando la lengua estándar o tomando la lengua coloquial…
–Se puede mezclar ambas, también –lo interrumpo.
–A eso voy a llegar. La lengua popular o regional es peculiar y tiene un par de características: Primero, su ámbito de comprensión es limitado: las palabras que se emplean en Lima no se emplean en Arequipa, y las palabras que se emplean en Miraflores no se emplean en Huaycán. Y en segundo lugar: son efímeras.
–Pasan de moda.
–Así es. Pero la forma estándar no pasa de moda. La forma estándar es la que en este momento estamos utilizando, es la que yo utilizo cuando doy una clase, es la que utiliza un señor en México cuando escribe un tratado y cualquier hispanohablante lo entiende. La forma literaria, en cambio, busca la belleza. Puedes emplear una de las dos para expresar belleza. Antiguamente se creía que sólo se podía hacer belleza sólo con la forma estándar. Pero ahora la literatura puede hacer belleza con las dos, que es lo que dice Arguedas. El escarabajo y el hombre es experimental porque allí tu encuentras dos formas trabajadas..
–Son capítulos alternos.
–Así es; pero además hay otra cosa: son 3 historias. Una es la que cuenta el alumno al profesor, otra es lo que se habla del escarabajo y finalmente los diálogos de los dos hombres que caminan en la carretera. Durante la lectura ninguna de las tres historias tiene que ver.
–Son independientes.
–Sí, pero cuando tú terminas de leer, la novela estalla.
–Como que convergen –apostillo.
–Los tres convergen: encuentras lo popular, lo estándar y el diálogo. En el proceso de la lectura tú encuentras vínculos que no están dichos. Cuando terminas de leer se te aclara. Es un experimento en lo que se refiere a lenguaje, experimento también en lo que se refiere a bloques narrativos, y, además, experimento en otra cosa: todo lo que dice el alumno a su profesor sucede en la noche, es la sombra de la vida; pero los dos tipos que caminan en la carretera lo hacen a pleno sol.
–Hay contrastes.
–Por todo esto hay un trabajo experimental.
–En la contratapa de esta novela aparecen unas palabras de Beto Ortiz. ¿Qué relación lleva usted con Beto Ortiz?
–Bueno, yo cuando llegué de China, el vino a buscarme para hacerme un reportaje. El trabajaba en canal cinco.
–¿En Panorama?
–Así es. De allí nació mi amistad con él.
–Y le gustó lo que él escribió.
–Sí, él escribe bien.
Cuando el escritor se acomoda a su sociedad no sirve: la literatura es ver a la sociedad con otros ojos
–Si lo obligo a elegir una de todas las obras que ha escrito, ¿cuál elegiría?
–Ninguna. Porque para mí todas las obras de un escritor pertenecen a una sola novela.
–Su novela En octubre no hay milagros es una especie de, digamos, burla de algo tan inveterado, tan arraigado en nuestra sociedad, ¿no le pareció demasiado peligroso?
–Pero la literatura siempre es riesgo. Cuando el escritor se acomoda a su sociedad no sirve. La literatura es ver a la sociedad con otros ojos, ver otro punto de vista…
El agnosticismo: una reverenda pendejada
–Usted, ¿qué religión profesa?
–Ninguna: yo soy ateo.
–¿Y por qué no se da el beneficio de la duda: el agnosticismo?
–No, no, no. Eso del agnosticismo a mí me parece una pendejada… una reverenda pendejada.
–Como decía Engels –le digo–: “El materialista vergonzante”.
–Una reverenda pendejada –me lo repite–: o uno cree o no cree.
–Pero si lo vemos como algo que es inaccesible a nuestro entendimiento, podemos ser agnósticos, porque es algo que no entendemos.
–Yo entiendo que no puede existir –me dice con firmeza y agrega–: Y, además, yo soy un ateo comprobado.
–Benedetti dice: “yo soy ateo, pero creo en un Dios personal: mi conciencia
–Yo creo en la conciencia –me dice, y acota–: pero no como un Dios. Y yo soy un ateo comprobado.
–¿Y por qué me repite eso?
–Yo soy un ateo comprobado porque cuando… –trata de recordar– estaba acá –señala su habitación– y tuve fuertes dolores de estómago y tomé pastillas para el dolor y vino el médico y no ubicaba mi enfermedad. Y yo caí en un estado de inconsciencia y me llevaron moribundo al hospital. En el hospital, al llegar me hicieron unos análisis y me iban a hacer una operación muy riesgosa. Yo me recuerdo en el quirófano y también recuerdo a un cura que me decía que me arrepienta de mis pecados y yo le dije que yo era ateo.
–Este testimonio es bien fuerte.
–Yo le digo al sacerdote –continúa–: “Yo soy ateo”, y él insistió. Yo le dije: “mire, usted señor, usted no tiene ningún derecho de venir a perturbar mi tránsito a la muerte. Usted no tiene ningún derecho: serán sus creencias pero no mías. Así que le pido, por favor, que se retire”. Estaban los médicos y las enfermeras, pero el otro insistió. Entonces le dije: “Oye, conchatumadre, ¡te vas, carajo, o me levanto y te saco a patadas de acá!
–Eso confirma totalmente su ateísmo porque dicen que en el temor de la llegada de la muerte, muchos ateos se convierten, se arrepienten.
–Por eso soy un ateo comprobado. Muchos se arrepienten, pero yo estuve al borde de la muerte y lo mandé a la mierda al cura –y sonríe, como sintiéndose orgulloso.
–Benedetti dice que “la vida es un paréntesis entre dos nadas”. ¿Para usted qué es la vida?
–Nunca me he preocupado en definir la vida, lo único que me interesa es vivirla.
–Pero en base a su experiencia personal, ¿no le puede dar una definición?
–No, ¿para qué?

La soledad, la muerte y Aladino
–Usted es soltero. Pero el tema de la soledad no lo ha expresado en sus obras…
–Yo exploté… No exploté, sino que hablé de la soledad en Los Eunucos Inmortales. Hablo de la soledad. Pero yo no he vivido solo, siempre he estado bien acompañado. Para mí no hay ningún momento de soledad y, al contrario, yo quisiera tener soledad y no puedo.
–Y el tema de la muerte, ¿usted piensa en la muerte?
–Por el momento no pienso en la muerte.
–¿No le teme a la muerte?
–No pienso en la muerte –me lo repite–, no tengo tiempo para pensar en la muerte: estoy muy ocupado en vivir como para pensar en la muerte.
–Y ¿qué me puede decir de su libro En busca de Aladino?
–Te voy a leer la primera parte: Sheherezada inicia el relato del cuento de Aladino y la lámpara maravillosa diciendo que en la antigüedad del tiempo y el pasado de las edades y de los momentos, en una ciudad de China, de cuyo nombre no me acuerdo en este instante, había –pero Alá es más sabio- un hombre que era sastre de oficio y pobre de condición. Y aquel hombre tenía un hijo llamado Aladino, que era un niño mal educado que desde su infancia resultó un palomilla muy enfadoso... ¿Pero cuál es esa ciudad entre las ciudades chinas? Mohamet, un amigo palestino, me informa que, por lo general, las alusiones a ciudades chinas que aparecen en los cuentos árabes se refieren a las de la actual región autónoma uygur* de Xinjiang, en el centro de Asia, Por otra parte, amigos chinos dedicados al folclor me indican que ninguna etnia de China tiene un relato con tema similar al de Aladino, es decir, en cuanto al tópico central de una lámpara dispensadora de maravillas. Sin embargo, es posible, hacen la salvedad, que en la tradición oral o escrita de los uygures se descubra algunos vestigios de tal tema. Pues bien, decido viajar a Xinjiang. Mi objetivo es ubicar esa ciudad entre las ciudades de China. Deseo encontrar a Aladino jugando en plena calle con los muchachos de su barrio, como se dice en el relato. Es preciso advertir, desde ahora, que en esta búsqueda no hay ningún interés de investigación erudita sobre tal tópico literario. Presiento que es la apasionada exploración de una moral de la piel. Y en esta aventura, sólo utilizaré como referencia la atmósfera voluptuosa que emana del cuento de Las mil y una noches y las descripciones sensuales y frutales que se hacen de Aladino. Ojalá que pueda encontrar el ambiente real del cuento que me mostró lo que pudo ser la maravilla de mi adolescencia.
–Usted trata de encontrar el lugar de origen del cuento…
–Buscando a Aladino quiero encontrar el ambiente real del cuento.

La política, la religión y el poder de la literatura

–Usted es de izquierda, pero ¿nunca ha tenido una filiación política?
–Lo que pasa es que la filiación política recorta la libertad del escritor. Porque si tú perteneces a un partido político tienes que seguir una línea política.
–Lo que habla Vargas Llosa de los gregarismos que te quitan la libertad individual…
–Claro, tienes que ponerte al servicio político. No es lo mismo la política que la ideología. Yo soy de izquierda, mi ideología es de izquierda, pero no pertenezco a ningún partido político.
–Dicen que la religión es el opio de los pueblos. ¿Cómo puede hacer el escritor para exterminar este opio?
–Dejando de creer en la religión como yo.
–Pero uno, sólo, puede dejar de creer pero ¿y los demás?
–La gente siempre cree en lo sobrenatural: cuando no se explica lo que se ve, inmediatamente se cree en lo sobrenatural.
–Vargas Llosa en su juventud era sartriano. Creía que la literatura podía cambiar el mundo. Pero ahora ya no cree eso. ¿Usted cree en la literatura puede cambiar el mundo?
–Sí, y la prueba de ello es que los regimenes dictatoriales, cuando llegan al poder, queman los libros.
No hay gran ni pequeño escritor
Mientras, recargo la grabadora, Don Oswaldo me ofrece un trago. Le digo que me gustaría un pisco. Y mientras sirve dos copas, le sigo lanzando preguntas:
–Si usted tuviera que elegir al mejor escritor peruano, ¿a cuál elegiría?
–En estos momentos a ninguno porque estoy tomando pisco.
–Pero todavía no ha bebido ni una gota –le digo, sin esperar un instante.
–Pero voy a tomar pisco. Porque para mí un escritor tiene valor en el momento en que lo leo. Hay veces que tengo deseos de comerme un cebiche y hay veces que no me agrada comer un cebiche, ¿no es cierto? Lo mismo pasa con los escritores. Porque para mí la lectura de un poema o una novela es un placer, y ese placer está en relación directa con lo que a uno le está pasando. De tal manera que para mí no hay ni gran ni pequeño escritor. La literatura cumple una función cuando alguien la lee: hay veces que leo a Proust y me aburre y hay veces que no me aburre.
–Pero si le lanzo nombres, usted puede decir que prefiere a uno de los dos. Por ejemplo, si le digo: ¿Ribeyro o Vargas Llosa?
–Depende del estado en que me encuentre –y, levantando su copa, agrega: ¡salud!
Bayly: un payaso en la vida y en la literatura
–¡Salud! –respondo y sorbo el pisco–. Usted dio una conferencia, hace unas semanas, en el Centro Cultural Peruano Británico y habló, entre otros, de Bayly. Yo creía que a usted le gustaba la literatura de Bayly.
–¡No, no, no! Bayly a mí no me agrada en absoluto. Me parece un payaso, payaso en la vida y en la literatura. Las novelas de Bayly son una farsa… La única novela de Bayly que me agradó ha sido Los últimos días de La Prensa: allí hay cosas muy interesantes. Pero los otros libros no pasan de ser novelitas rosas, ¿cuál es la característica de la novelita rosa? La característica de la novelita rosa, que después la han tomado en la televisión, en las telenovelas, es la siguiente: hay un tipo que tiene “nombre”, dinero, comodidades y se enamora de la florista o de la modistilla, en el siglo XX se enamora de la criada, y en base a ese desencuentro funciona el conflicto, como Natacha.
–Para usted ¿la literatura de Bayly es muy light?
–En las novelas de Bayly siempre hay un personaje rico, con poder, y que tiene amores de clase media. Allí viene el problema: ¡siempre es lo mismo! Él, en ese esquema, ha variado a la modistilla, a la florista y a la empleada con un joven… Pero si tú desnudas la novela resulta que siempre es el mismo esquema: ¡por eso tiene éxito!
–Y es repetitivo, da vueltas en lo mismo…
–Es el mismo esquema de novela: ¡una farsa! Pero yo no considero que las novelas de Bayly sean light. Hay una muy buena literatura light (…) Lo que hace Bayly no es literatura light, es literatura basura.
–O sea que para usted la literatura de Bayly no sirve para nada.
–No, para nada. ¿Tú puedes leer a Bayly tres veces?
–No.
–¿Entonces?

Alberto Fuguet
–Y ¿ha leído algo del escritor chileno Alberto Fuguet?
–Sí.
–¿También le parece asociado a lo de Bayly?
–No.
–¿Es mejor?
–Es mejor, ¡por supuesto! ¡Tinta Roja es superior, por supuesto! Hay otro libro…
–¿Sobredosis?
–No lo recuerdo ahora…
–Pero a ambos los enmarcan en el mismo grupo…
–No. Ya te dije que hay una gran literatura light y Bayly no tiene, tampoco, que hacer nada frente a la gran literatura erótica. Absolutamente nada, es un farsante.
Vargas Losa y el reconocimiento social
–¿Y la literatura erótica de Vargas Llosa?
–¡No! No me gusta, es muy fría.
Elogio de la madrastra, ¿no le gustó?
–Muy fría…
–Y ¿Los cuadernos de don Rigoberto?
–Muy fría también –repite, con desdén.
–¿El tema del Nóbel?
–No –con mayor desgano.
–Es un tema que me parece muy complejo: ¿usted cree que Vargas Llosa merezca el Nóbel de Literatura?
–Para mí el Nóbel de Literatura no tiene ningún significado. Porque en el siglo XX se dieron 100 premios. A esos cien ¿quiénes los leen?
–¿Has leído algo de Echegaray?
–No.
–¿Algo de Jacinto Benavente?
–No.
–Gabriela Mistral ¿te gusta?
–Sí, pero la he leído muy poco… en el colegio.
–(Aplaude) ¿Ya ves? A mí nunca me han gustado los premios…
–Pero si usted es ateo y, en consecuencia, todo se acaba con la muerte; entonces el hombre, que es consciente de todo esto, busca algo que lo inmortalice, que lo haga pasar a la posteridad…
–En primer lugar, eso es una masturbación inútil, porque después de muerto nadie te va a avisar que pasó. ¡Es una masturbación! “Yo imagino...”, “yo no sé que va a pasar...”. Las cosas se deciden aquí, ahora y para siempre. Lo demás es masturbación.
–Pero –insisto– es una forma de defender la vida: el reconocimiento social es una forma simbólica de vencer a la muerte porque Vargas Llosa puede morir o mañana.
–Claro.
–Pero con el reconocimiento ya trascendió…
–Pero él ya sabe, pues...