2010/11/12

Calamaro en Arequipa: el hedonista e(sté)tico

Por Orlando Mazeyra Guillén

«Mis páginas en blanco son los recitales que todavía no hice», afirma Andrés Calamaro (Buenos Aires, 1961). Arequipa, en el que sin duda será el evento musical del año, tendrá la oportunidad de convertirse en la página en blanco que seduzca al célebre cantautor, para rendirse, en una noche de clímax rockero, ante las copiosas melodías de esta leyenda del país de Gardel, Charly García y Fito Páez, que ha hecho de su disidencia («siempre seguí la misma dirección, la difícil: la que usa el Salmón»), su honestidad brutal («malo el mentirle a tus hijos, peor el que aconseja sin saber») y de ese inagotable afán por reinventarse y desmarcarse de sí mismo: una enfermedad congénita, una metamorfosis épica que sus seguidores agradecemos con fervor: acoplando, así, su versatilidad y lirismo a nuestras circunstancias íntimas, asociando –gracias a la magia y potencia de la música– sus creaciones con momentos decisivos; también verbos o adjetivos, que calzan como guantes en nuestras biografías anónimas o memorias colectivas (el amor y su contracara, la guerra y las dictaduras, el exceso y la nostalgia de su ausencia, la soledad, la angustia, la búsqueda de casas o de «alguna casa», el dolor, el afán contestatario, la violencia en todas sus formas y derredores, los reos de nocturnidad, los perdedores; sin dejar pasar la pasión por el fútbol o Bob Dylan, etcétera).

Confieso que me cuesta creer que este ídolo del rock en español, eficaz aglutinador de masas por donde vaya, en sus inicios, se conformaba con ser tecladista. Pues –como le confesó al caricaturista Ricardo Liniers– al principio, cantar ante a un auditorio atestado de gentes le resultaba una experiencia terrible y abrumadora.

Aunque llega a Arequipa como parte de la gira de presentación de su último disco: «On The Rock» (2010), para nadie es un secreto que «Honestidad Brutal» (1999), su décimo álbum como solista es también su buque insignia, con sus 37 entregas en dos discos, constituye el punto más alto en su devenir creativo: «Costó. Mucho. Tal vez demasiado –le contó el Salmón al escritor Rodrigo Fresán–. Todavía estoy pagando». Y no miente, porque se refiere a una monstruosa producción que podríamos entender como una desaforada tentativa por introducirse sin reparos en una espiral vitalista, una «orgía perpetua», el festín del insomne sin remedio, donde la realidad y la irrealidad se confunden, se cruzan y descruzan a través del experimento, los alucinógenos, psicotrópicos y la behetría. Es, según el propio Andrés Calamaro (AC), el disco del exceso que, once años después, sigue siendo la piedra de toque de toda su trayectoria artística (todo lo que haga o deshaga será cotejado con este trabajo): «Son sueños y pesadillas del rock and roll», sentencia AC, quizá recordando el fraseo sicodélico de ese clásico llamado «Te quiero igual» que también es un homenaje a Dylan: «No sé si estoy despierto o tengo los ojos abiertos. Sé que te quiero y que me esperan muchos más aeropuertos». En esta satisfacción viciosa que mezcla altas dosis de amor, euforia y de locura, donde el paroxismo no es más que una impronta que dará cuenta de un instante eterno en el cual los «aeropuertos» adquieren un hálito que escapa a esa innecesaria definición formal del recinto destinado al tráfico de aviones (y de otras cosas); los aeropuertos son, para el Salmón, los lugares a donde él viajó, no sana ni santamente, solo o acompañado (de otras cosas), allí, lejos, «el centro de la tierra (donde) las raíces del amor, donde estaban, quedarán».

Hincha del Rojo (Independiente de Avellaneda, cuna de cracks como Ricardo Bochini) e incondicional de Maradona, a quien le dedicó una sensible melodía que, al igual que «El perro», incendia los conciertos en su natal Argentina. La canción que homenajea al mejor futbolista de todos los tiempos tuvo y tiene muchos críticos, pero AC, con particular sencillez, nos hace entender que los seres humanos estamos por encima de cualquier mito o fanatismo: «la canción es el rescate del individuo por encima de cualquier rito masivo».

AC, el hedonista e(sté)tico, cumple también una labor cívica, como caústico opinador de la realidad argentina y, por qué no, latinoamericana y española. Tomando partido, con su peculiar estilo, en temas o coyunturas que a otros hacen callar o cerrar los ojos («otra vez nadie dice la verdad, ni en pedo ni de casualidad, la coima en el senado no es pecado, (pero) el pibe está en cana por viajar colado. Nadie dice esta boca es mía, pero a mí me hacen denuncia por apología; mientras tanto pasan factura: son los paladines de la mano dura… ¡Lástima, Argentina, eras un bizcochuelo, ahora eres gelatina!». Calamaro coincide, por ejemplo, con el Nobel Mario Vargas Llosa (a pesar de haber bromeado en algún concierto diciendo que el novelista arequipeño había decidido «devolver el Nobel para dárselo a Joaquín Sabina») en temas que erisipelan o crispan a muchos: los toros y la legalización del consumo de drogas.

El año 2005, en el mítico concierto denominado El Regreso, en el estadio de Obras Sanitarias, en Buenos Aires, AC trató de explicarle al público (desilusionando a no pocos de los más de 22 mil exultantes seguidores), que su coreada melodía titulada «Media Verónica» no estaba inspirada en una mujer, sino que hacía referencia a «una de las suertes que hacen los toreros, una posición como de baile para enfrentar al toro, ¡algo artístico!». Muchos repudiaron lo que entendieron como una oda a la fiesta brava. No obstante, Andrelo no dio marcha atrás y terminó con una conclusión rotunda: «A mí me gustan mucho los toros y acá comemos mucha carne, así que todo bien, ¿no?».

Todo bien, Andrés, ¡todo bien! Los arequipeños también comemos mucha carne. Además, acá, al pie del volcán, amamos otra fiesta, digamos más pareja y menos salvaje (quizá revestida de un arte más rudimentario), enfrentando a los toros entre ellos, a veces utilizando a la vaca o ternera como ‘manzana de discordia’ y el concurso del hombre pasa a un segundo plano, pues es través de arengas o silencios como se involucra, y, desde luego, para tomar decisiones en cuanto al toro ganador, como en una pelea de box. Pero, más allá de coincidir o no con tus posturas políticas o culturales, sabemos, al menos tus seguidores, que tu Rock está por encima de todo. Y Arequipa siempre será vulnerable a tu lado más amable, en este pedazo del planeta siempre contarás con soldados de tus lados más malvados y arquitectos de tus lados incorrectos. Calamaro, artesano de nuestros lados más humanos («¡qué más quisiera que pasar la vida entera como estudiante el día de la primavera!»).

Ojalá el repertorio y el aliento del público arequipeño den pie a la mejor antología de la portentosa producción calamaresca: El Salmón, Flaca, Crímenes Perfectos, Mi enfermedad, Los divinos, Te quiero igual, Clonazepan y circo, La parte de adelante, Sin documentos, Paloma, Media Verónica, Me envenenaste, Mil horas, Estadio Azteca, etcétera.

Sabemos que veremos a un Calamaro más asentado, con mujer e hija, y ya frisando los cincuenta. Pero –y esto es lo más estimulante para él y todo el público– con muchas páginas en blanco esperando por su indiscutible talento, su hedonismo, antes que ético, estético. Y, si las crisis vuelven: «parte de mí no cambió, y a la vez, ya no soy el viejo Andrés que no dormía jamás», que sean para darle de comer al monstruo que pide un poco de amor para retribuir con una montaña de horror: «los hombres creen que tienen dieciocho años hasta que tienen veintiocho. Y un día se miran al espejo y se dan cuenta (…) Yo tengo la suerte o la desgracia de que muchas veces mis canciones se dan cuenta de lo que me pasa o me va a pasar antes que yo».

Estaremos a tu lado, Salmón, coreando cada canción, alentando a rabiar al poeta maldito que se disfraza de cantante (y viceversa). Porque todos, al unísono y en complicidad terminante, podemos exclamar: «Quiero arreglar todo lo que hice mal».

Arequipa, noviembre 2010.

Nota.- Calamaro en el concierto del jueves 11 en Lima se fue y volvió varias veces. Esperemos que el público arequipeño se ponga las pilas. Entre las canciones que tocó en la capital, estuvieron:

1. Let it be (Los Beatles)
2. El Salmón
3. Los divinos
4. Mi enfermedad
5. Tres Marías
6. Mil horas
7. Tuyo Siempre
8. Todos se van
9. Mi gin tonic
10. Todavía una canción de amor
11. Me estás atrapando otra vez
12. Flor de samurai
13. Buena Suerte y Hasta Luego
14. Costumbres Argentinas
15. El perro
16. Te quiero igual
17. No woman, no cry (Bob Marley)
18. Los chicos
19. Estadio Azteca
20. Crímenes perfectos
21.Volver (Tango)
22. Flaca
23. Alta Suciedad
24. Canal 69


6 comments:

EL OTRO KELSEN said...

No creo que a Calamaro le cueste mucho soltarse la lengua y decir lo que le venga en gana, aún a pesar de las gentes que le siguen. Nunca desilusionará a nadie. Calamaro puede promover y aplaudir la matanza de toros, puede violar, asaltar o matar a cualquier vecino, pero todas esas cosas juntas no bastarán para que la gente se desilusione. Las gentes son egoistas y les llega altamente el problema de los demás; con tal que Calamaro siga cantando, las gentes, una y mil veces, pasarán esas cosas por alto. Juro que si Calamaro matara a alguien por el motivo más vil posible y luego saliera libre, llenaría nuevamente los estadios...

Orlando Mazeyra Guillén said...

No, Roger, una cosa es ser un artista y otra muy distinta atentar contra la libertad y la integridad de otros. Por más genio que seas, si violas o matas, tendrás que pagar por tus actos. Estamos condenados a ser libres, como diría Sartre (creo). ¿Vista a Polanski? Se le acusa de pederastia. Si es pederasta, entonces tiene que pagar por más genio que sea. Cuando atentas contra otra persona no hay Bebé de Rosemary o Pianista que te salve.
Tu profecía es desafortunada y descabellada.
Un saludo,
Orlando

EL OTRO KELSEN said...

Agradezco tu comentario Orlando, pero creo que el mío no iba por ahí. Por supuesto que la ley o el derecho no pueden dejar de juzgar al responsable de un delito, por más artista que sea, por más Calamaro que sea. A lo que iba es a que los seguidores de Calamaro, sabrán perdonarle cualquier delito.
Te dejo un comentario de alguien que se hace llamar LA TRAVIATA y que escribió esto en el último post de mi blog sobre Calamaro:

A diferencia de lo que opina Orlando, tu "profecía" -como él la llama- no me parece descabellada (aunque, quizá, sí un tanto desaforada). Los artistas gozan de cierta inmunidad en sus actos y opiniones y, claro, las más de las veces se pasa por alto muchas cosas que a otro tipo de personajes públicos nunca se le perdonarían. Se les soporta toda clase de excentricidades y manías (por ser eufemísticos), las que se olvidan rápidamente o, simplemente, no se toman en cuenta; porque lo importante es que sigan cantando (y encantando). Un ejemplito de esto es el mismísimo Charly, quien se puede dar el lujo de cometer "excesos", como romper los equipos de sonido en pleno concierto, golpear y lesionar a periodistas, actores e incluso fans, insultar a diestra y siniestra a quien le venga en gana, etc, etc, etc, pero, para sus miles de seguidores siempre Charly será Charly. En sus conciertos podrá faltar todo, incluso el mismo Charly, pero nunca su legión de fanáticos. Y es que ellos están exonerados de dar cuenta de sus comportamientos y opiniones y todo en son de la música, de la buena música.

Orlando Mazeyra Guillén said...

Roger, Charly García ha tenido muchos juicios por los motivos que cita el amigo "Traviata", igual Calamaro sólo por decir en un concierto que era una buena noche para fumar un porrito (imagínate cuántas veces tendrían que encanar al profe Juan Carlos) y a Maradona lo encanaron por posesión de drogas.
Sí, es cierto, haga lo que haga fuera de la cancha siempre admiraré a Maradona (no por ser un drogadicto ni por hacer sufrir a su familia), sino por la magia que supo poner en un terreno de juego. Eso es todo. Yo sí sé (puedo) separar al 'artista' del ser humano que come, duerme y caga como nosotros. Alguien dijo: "si hubiera vivido en la época de Shakespeare hubiera preferido no conocerlo... pues quizá me hubiera decepcionado". O mejor una cita que pongo en mi librito: "Hay perfectos hijos de puta que son grandes artistas". ¿Me dejo entender? Mejor otra anécdota: mi hermana me dijo que no escuchara a Mick Jagger porque había visto una biografía que contaba que les pegaba a sus hijos. ¿De locos, no? Es como si "El Salmón", o "Mi enfermedad" dejaran de marcar con fuego mi vida por el simple hecho de que mañana Calamaro mate a su vecina. No, viejo, si no diferenciamos: estamos en nada (para variar).

ERICk said...

Si es que algo nos enseñó el exacerbado y equivocado culto a la personalidad es el crearnos héroes inmaculados, héroes como Cristo que no desea ni de a vainas a Magdalena.
Por ello, y teniendo en cuenta las distinciones hechas, es imposible no discrepar.
Y que tal si, no siendo fanáticos, tratásemos de defender al Calamaro que es persona y no Dios (por lo menos no celestial pero sí terrenal a manera de Armstrong para Cortázar), es decir, qué hay de defendible en ese tipo que tiene la asesina (y suicida) convicción de decir lo que piensa, a pesar de las consecuencias, de los juicios y de los prejuicios (de quienes creen que por ser oyente se tiene que ser devoto). Pues nada menos que la CONSECUENCIA consigo mismo (cosa que nos falta en gran cantidad a unos cuantos): por ser amigo acérrimo de Maradona, por haber nacido torero, cobarde y artista, por hacerle la media verónica a quienes piensan mal de él, por renunciar a ser progre,por defender a la hoja compañera, por cantar no para deleitar sino para deleitarse con lo que mejor sabe hacer y por desgarrase el alma a la vez que desgarra conciencias. Y si es rápido y es gratis, entonces… Why not?
pd. si a calamaro le dijesen que es patético, él pensaria que aún no es lo suficientemenmte patético para sentirse satisfecho.

Orlando Mazeyra Guillén said...

Acá hay un fanático de Andrés Calamaro que permite comentarios como los de Erick para demostrar todo lo que genera el Salmón. A Calamaro ya le dijeron muchas veces que es patético (como a todos si es que nos vivimos en otro planeta). Así que nada nuevo. Si le rindo culto a algo, no será a la persona con errores y aciertos (como casi todos), sino a su música. Calamaro es un GRANDE. Pero los que utilizan como caballito de batalla lo de su defensa a la fiesta brava... ¿serán vegetarianos o hasta 'frutarianos' como diría MVLL?