2013/12/28

Balance del año 2013 - Ricardo González Vigil (El Comercio)

Recuento de fin de año del crítico Ricardo González Vigil.
Hoy, sábado 28 de diciembre, aparece el balance de fin de año del crítico Ricardo González Vigil en El Comercio, quien considera el acontecimiento cultural del año la publicación, en siete tomos, de la Obra antropológica y cultural de José María Arguedas.

Agradezco su mención en el género cuento: 

El hiperrealismo lleno de adrenalina se percibe en los jóvenes Rafael Inocente (No todas van al paraíso), José Lalupú (Ciudad acuarela), Orlando Mazeyra (Mi familia y otras miserias), Víctor Ruiz Velasco (La felicidad es un arma caliente) y Fernando Sarmiento (Todos los jueves son ceniza), y estalla en el expresionismo de Celicia Podestá (La orina tibia de tu cuerpo).


2013/12/25

Libros 2013 - Correo Semanal

TODAS LAS ARTES. Balance de la producción cultural peruana en el 2013 (Revista Correo Semanal del 19 de diciembre)
Más que un ‘ranking’ de lo mejor del año, el escritor y periodista Jerónimo Pimentel prefiere compartir una lista de recomendaciones. “Lo que habla de cierta vitalidad en la producción literaria nacional, algo que no sería otra cosa que un buen síntoma”, señala. Y así menciona: Contarlo Todo (Mondadori) de Jeremías Gamboa, El héroe discreto (Alfaguara) de Mario Vargas Llosa, y Los provincianos (Solar) de Daniel Alarcón.
En relatos destaca: Mano poderosa (Estruendomudo) de Hugo Martínez, Okinawa existe (Mesa Redonda) de Augusto Higa Oshiro, Mi familia y otras miserias (Tribal) de Orlando Mazeyra, y Piel inédita (Eclipsa Ediciones) de Miguel Ángel Torres Vitolas.

Fuente: Revista Correo Semanal (19 de diciembre de 2013).


Por otro lado, en la última edición del año del semanario Hildebrandt en sus trece (Nro. 183, del 20 de diciembre) aparece mi historia El pequeño mal. Acá un fragmento: 
“Allí viene el gelatina”, bromeaban alumnos de otras promociones durante el recreo luego de un nuevo desmayo. Siempre fui el raro, el enfermizo, el anormal de la familia. Sufría, pues, del pequeño mal y, tras un largo tratamiento, lo he superado. Al menos eso dice mi neuróloga (una mujer que tiene varias denuncias en el Seguro Social por mala praxis). Será por eso que no le creo: simplemente el pequeño mal se ha vuelto grande. Tomó otras proporciones. Cuando uno crece entonces los problemas proliferan, se acentúan. El cuerpo se convierte en una cárcel cada vez más asfixiante, la vida es más padecimiento y menos aventura.


El pequeño mal en el semanario Hildebrandt en sus trece.

2013/12/14

Mi mejor amigo

En la edición Nro. 182 de Hildebrandt en sus trece (13 de diciembre) aparece Mi mejor amigo.
El coronel Jerónimo Castillo hizo buenas migas con mi padre. Era su superior, piloto de caza, dos años mayor que él y además su paisano. Conocía como pocos el temperamento —la “especial” forma de ser— de papá. Y, en consecuencia, sabía bien de qué pie cojeaba. Lo comprendía (o intentaba hacerlo). Su hijo menor, Jaime, fue mi mejor amigo de la infancia. 


2013/12/12

El alcohólico que deja de beber

Usted mismo ha recordado una vez que Ernest Hemingway, cuando terminaba un relato, se sentía vacío, triste y feliz al mismo tiempo, como si hubiera acabado de hacer el amor. Usted, ¿cómo se siente en esas ocasiones?


Es muy exacto eso. Cuando uno termina una novela, siente un vacío, una nostalgia, y también una incomodidad, porque una novela llega a formar parte de la vida de uno, es una cosa que se integra enteramente a la existencia de uno. Y de pronto queda privado de eso. Supongo que le ocurre al alcohólico que deja de beber, o al drogadicto que deja de drogarse. Hay algo que era no un ingrediente, sino en verdad su vida entera, que de pronto le ha sido arrebatado.

M.V.LL. en diálogo con R.A.S.

2013/11/27

Mundo urgente

Hoy, miércoles 27 de noviembre, en el diario El Pueblo aparece una reseña sobre Mi familia y otras miserias.
Un narrador hiperrealista
Por José Gabriel Valdivia*

            El año 2007, Orlando Mazeyra (Arequipa, 1980) me invitó a presentar su primer libro de cuentos Urgente: necesito un retazo de felicidad. En algunos comentarios escritos para tal propósito, avizoré el nacimiento de un genuino narrador por algunos cuentos, aunque breves, que pulseaban la realidad e intentaban traducirla en las historias y personajes inventados, como también en el esfuerzo por elaborar un lenguaje propio, ecuánime y auténtico. 
            Dos años después, publica La prosperidad reclusa, un conjunto de relatos que ya manifiestan con mayor intensidad un espíritu crítico en los temas que aborda o la infeliz realidad que intenta retratar. En este, los personajes -ya menos confusos- exploran sus interioridades y los conflictos del entorno que los anticipa y mantiene ilesos hasta el final, pero con la fuerza del que -en otro momento- espera vengarse para quedar mano a mano.
            Este año 2013, Orlando Mazeyra nos enrostra un conjunto de cuentos, Mi familia y otras miserias, que portan una vestidura trágica y una tesitura dramática. Muchos de ellos son tan patéticos por el tema y atrevidos por la denuncia sensata e inconforme. Además, son una suerte de testimonio de parte frente al oficio de escribir, porque  -propia confesión- el autor no puede desembarazarse de su adicción por la escritura literaria. 
            Desde los epígrafes se desnuda la intención del libro: un afán desmitificador de la familia como la base de la sociedad, una tentación parricida, emancipadora, de la figura aplastante del padre, y también la dignidad del oficio de escribir ante un mundo rodeado de circunstancias miserables.
            En los comentarios de la contra-carátula, el narrador Fernando Ampuero o el  poeta y crítico, Raúl Bueno Chávez, afirman que Mazeyra es un escritor de raza, es decir, que no se conforma con escribir bien sino que aspira a profundizar no solo la realidad literaria sino a explorar los intrincados vericuetos de la condición humana.
            Por allí también se orienta mi primera apreciación. Mazeyra no se inhibe ni se fuerza para decir lo que tiene que decir. No tiene prejuicios al abordar algunos temas inusitados en la actual narrativa peruana, ni teme la censura de los que no comparten ni aceptan la estética del realismo sucio.   
            Hay dos relatos que expresan –en este, su tercer cuentario– la poética de la narrativa de Orlando Mazeyra: Los libros malditos y La compañía de Jesús. En el primero, se narra la historia de un aborto que un adicto por la lectura se empecina en descubrir. En el segundo, una versión callejera de los “fletes” humanos que concluye con un arrepentido y tímido muchacho, incapaz de hacer favores sexuales.
En ambos, lo abyecto y protervo, lo moralista y realista, se estrechan con el impulso de una escritura firme, crítica y rebelde. En ellos también se percibe una denuncia lacerada de lo íntimo, de lo privado, frente a un espacio público, temible y deplorable.
Mi familia y otras miserias confirma el arribo de un escritor que ha logrado con dosis de descarnada realidad y virtuosos mecanismos narrativos, construir relatos conmovedores que sujetan al lector y lo impelen a comprender que entre la ficción y el mundo urgente que lo rodea, no existe más que un segmento invisible de distancia, de frontera o confusión. Realidad y fantasía son las caras de una misma moneda.

*Escritor, crítico y docente de la Escuela de Literatura de la UNSA

 También aparece en el portal de El Búho:

2013/11/24

Hoy, 24 de noviembre, a las 8 p.m. en Radio Programas del Perú


Gracias a la gentil invitación de Amelia Villanueva (productora del programa cultural Letras en el tiempo), hoy estaremos en la señal de RPP Noticias, a las ocho de la noche. Primero, habrá una entrevista al escritor Fernando Ampuero, quien acaba de publicar Cuentos con editorial Planeta.
Luego, hablaré con el conductor del programa, Jerónimo Pimentel, sobre mi último libro Mi familia y otras miserias y sobre mi oficio de narrador en general.
Le agradezco a Amelia Villanueva por sus generosas palabras, pues me hizo saber que le gustó mucho el libro. Y gracias, por supuesto, al poeta y narrador Jerónimo Pimentel quien también elogió mi última entrega de narraciones.
Actualización del 25 de noviembre: acá el audio de la entrevista:

2013/11/22

Hablamos del peligro de estar vivos...

En la Edición Nro. 179 de Hildebrandt en sus trece (del 22 al 28 de noviembre) aparece ¿Te gusta Vallejo?

"Nadie nos prometió un jardín de rosas: hablamos del peligro de estar vivos"
(Este fragmento inicial para todos los que se apartaron de mi lado por culpa de la escritura... y para los otros también).

Es sábado. Cuatro de la tarde. Estoy dentro de una cabina de internet de la avenida Salaverry. No hay mucho que decir. Releo las dos carillas y siento que algo no encaja. Todo sobra. Las frases son artificiosas. Tres tardes consecutivas frente al editor de texto una computadora  pública. Por eso selecciono el texto y lo borro. Grabo para sea irreversible. No es fácil aceptar que uno está en blanco. Y si no está en blanco, entonces arma párrafos rengos, contrahechos, deleznables.


 

2013/11/20

Días de pesca / Gravedad: dos pelis

La última película de Sorín: Días de pesca (2012). "Llegó el momento de cambiar de vida: empezar de vuelta".
I. CARVER REVISITADO

De Carlos Sorín (Buenos Aires, 1944) ya había visto con especial interés Historias mínimas (2002), La ventana (2008) y especialmente El camino de San Diego (2006), gran película (no sólo) para maradonianos.
Quería ver Días de pesca (2012) desde hace algunos meses. Se la encargué a la señora Raquel del centro comercial Siglo XX (o Don Ramón, como prefieran, y gracias a Christian Silva por la corrección) y por fin la conseguí.
Pequeños detalles que dicen mucho. Miradas. Gestos. El retrato de un enfermo alcohólico en recuperación. Y para recuperarse busca cultivar un nuevo pasatiempo: la pesca. 
La película dice más en sus omisiones que en lo que cuenta (en lo que muestra). El director señala que sus trabajos están más cerca del cuento que de la novela (y que lee más narrativa breve, ya se había inspirado en Chéjov en La ventana): “Lo del alcohólico apareció, primero, por mis lecturas de Raymond Carver (los de Carver son mis libros de cabecera) y, segundo, porque a mí me conmueve aquella gente que cae en una adicción, sea cocaína, sea lo que sea, y trata de salir, y trata de recuperar todas esas cosas que  destruye a lo largo del camino de la droga o del alcohol”.
Vale la pena verla. En serio.

II. VAMOS AL ESPACIO... A QUEDARNOS DORMIDOS

Por otro lado, el domingo pasado (a raíz del "día del cine" o algo parecido), en el Cineplanet del Real Plaza de la avenida Ejército pude ver la última película de Alfonso Cuarón (México, 1961) que venía precedida de mucha publicidad y algunas críticas alicientes: Gravedad (2013). La verdad es que me quedé dormido. Muy previsible, por momentos aburrida, soporífera. Hasta me atrevería a decir que lo mejor radicó en el humor simplón del personaje que encarna George Clooney. O sea, me quedo con cualquiera de las Qué pasó ayer (The hangover 1, 2 y 3) o con los últimos bodrios de Adam Sandler.
Acerca de esta película lo que más voy a recordar no tiene que ver con alguna escena, sino con la pregunta que le hizo un reportero de TV AZTECA a Cuarón: "¿cómo fue la experiencia de grabar en el espacio?". Sí, me quedo con eso.


  



2013/11/19

El día del fin del mundo


El día del fin del mundo
será limpio y ordenado
como el cuaderno del mejor alumno.
El borracho del pueblo
dormirá en una zanja,
el tren expreso pasará
sin detenerse en la estación,
y la banda del Regimiento
ensayará infinitamente
la marcha que toca hace veinte años en la plaza.
Sólo que algunos niños
dejarán sus volantines enredados
en los alambres telefónicos,
para volver llorando a sus casas
sin saber qué decir a sus madres
y yo grabaré mis iniciales
en la corteza de un tilo
pensando que eso no sirve para nada.
Los evangélicos saldrán a las esquinas
a cantar sus himnos de costumbre.
La anciana loca paseará con su quitasol.
Y yo diré: "el mundo no puede terminar
porque las palomas y los gorriones 
siguen peleando por la avena en el patio".

Jorge Teillier (1935-1996).





2013/11/16

Buen día, futuro lleno de conflictos: LINAJE DESDORADO

Linaje desdorado en la edición Nro. 178 de Hildebrandt en sus trece (15 de noviembre)


Buen día, primeras luces del día,
buen día, primeros silencios de la mañana,
buen día, futuro lleno de conflictos.
El tiempo viene envuelto en plástico fino.

Buen día, problemas que me van a separar del mundo,
buen día, extraños asuntos de nariz y garganta,
desayuno ravioles cuando viene clareando el día,
el tiempo viene envuelto en plástico fino.

Espero soportar con dignidad el día,
buen día nariz estancada de corte español,
buen día, el futuro es posible como somos,
extraño todo el tiempo tu tacto divino.

Miro tranquilamente las luces de la mañana,
voy a darme cuenta que voy a naufragarme,
y permitirme vivir mis horarios imposibles,
el tiempo viene envuelto en plástico fino.

Tomarme con calma lo que haga falta tomarme,
aunque me traten de reventado y egoísta.
Voy a vivir como quiera el resto del día,
extraño demasiado tu tacto divino.

Buen día, al dormir cuando se me da la gana,
buen día, ser el único habitante del planeta,
buen día, y adiós para siempre intentar ser distinto,
el tiempo viene envuelto en plástico fino.

Buen día, voy a seguir escribiendo canciones,
buen día, a primeras luces de un día celeste,
prefiero la mañana cuando no he dormido,
el tiempo viene envuelto en plástico fino.

2013/11/15

Terapia de grupo & Feria del libro de Juliaca

El tercer número de Libertalia dedicado a Kill Bill.
 CONFESIONES

Los invito a leer, en el tercer número de la revista Libertalia, mi crónica “Terapia de grupo: yo vengo del infierno”. Además, recomiendo el artículo de Álex Rivera de los Ríos y también una entrevista al cantautor Daniel F.
Terapia de grupo
LA FERIA DEL LIBRO DE JULIACA
Por otro lado, la semana pasada estuvimos en la II Feria del Libro de Juliaca, donde, a pesar del soroche, pasamos gratos momentos gracias al esfuerzo de Walter Bedregal Paz, quien sacó adelante un evento libresco que se debe repetir el próximo año.
El trato brindado por el anfitrión a escritores extranjeros (como el poeta Marco Fonz) y  nacionales (Yuri Vásquez, Álex Rivera de los Ríos, Giovanni Barletti, entre otros) fue sencillamente de excepción y todos aquellos que organizan ferias librescas harían bien en pedirle asesoría o, al menos, un par de consejos.
Por la experiencia vivida, creemos que si Walter Bedregal lo desea será capaz de organizar la mejor feria del libro del sur del país. Los que participamos de ella sabemos que no es una exageración.
También aprovecho para agradecer las palabras del escritor Darwin Bedoya que presentó mi libro Mi familia y otras miserias. El otro presentador llegó desde La Paz: se trata de José Villanueva Criales, quien ya le había dedicado un bello texto a Mi familia y otras miserias y tuvo la oportunidad de leerlo.
Esperamos volver pronto. ¡Gracias por todo, Walter, tu generosidad es tan grande como tu corazón!

La II Feria del Libro de Juliaca: un loable esfuerzo de Walter Bedregal Paz. Que se repita.

2013/11/09

En la Feria del Libro de Juliaca 09/11/2013

Iglesia de Santa Catalina de Juliaca, sábado 09 de noviembre por la mañana.


Gracias a la invitación de Walter Bedregal y de la editorial Hijos de la Lluvia estaremos, hoy sábado 9 de noviembre, en la Feria del Libro de Juliaca (Real Plaza) presentando mi último libro. Los comentarios a cargo de Darwin Bedoya y del escritor boliviano José Villanueva Criales.

2013/11/05

06/11/2013: Biblioteca Mario Vargas Llosa

Escenificación de Solosín (adaptación hecha por Héctor Cornejo Belón)
33 años. La edad de Cristo. 
Será un cumpleaños raro. Distinto. Eso espero. La Biblioteca Mario Vargas Llosa me hizo un regalo involuntario: a las once de la mañana estaré conversando con alumnos de quinto de secundaria sobre mi narrativa y aprovecharemos para escenificar nuevamente la adaptación de mi cuento Solosín.


Buen regalo, decía (una nota de Correo señala que también se regalarán libros a estudiantes). Pero, claro, se aceptan otros (en realidad, todos son bienvenidos). El obsequio más importante seguirá estando ausente... Deberías saber por qué.


2013/11/04

Un libro sobre un diván

Por José Villanueva Criales

Para leer el libro Mi familia y otras miserias de Orlando Mazeyra Guillén es aconsejable disponer de un cuarto ventilado y tranquilo con un diván y una silla, similar a la oficina de un psiquiatra. En la silla nos sentaremos nosotros y en el diván apoyaremos el libro. Luego, devotos de la rapsodomancia, abriremos una página a la suerte.

Las historias con las que nos toparemos; entre la crónica, la ficción y los recuerdos súper lúcidos del tercer día de la borrachera, tienen la habilidad de vaciarse en el lector poco a poco, con gran calma y parsimonia. Este es un libro que se absorbe por goteo, son pequeños alfileres los que pinchan las yemas de los dedos con una naturalidad premeditada que aleja totalmente la idea de un dolor trágico para convertirse en un complot de memorias exiliadas y reunidas por el autor. Mazeyra ha decidido liberarse de sus demonios poniéndoles títulos. El libro llora en el diván lo que él ya no quiere llorar en su casa en Arequipa.

Mi familia y otras miserias tiene la curiosa facultad de gritar silenciosamente una pesadumbre que rueda siempre más acá de los recuerdos. La lejanía, condición esencial en la obra, ha perdido su connotación temporal para ganar una nueva connotación narrativa. Si bien es claro que en el libro se habla sobre relatos del pasado que el autor ha vivido y mucho más importante: recuerda; nada hay más equivocado que pensar en esta obra como una galería de memorias tristes. El autor no ha evocado nada que no esté en su bolsillo en este preciso momento, nada que no lleve consigo todos los días como un bocio lleno de alcohol barato en el cuello. La lejanía habita la narración. Las historias son contadas de una manera tan ausente que, aun aberrantes y grotescas, es imposible pensar que no sigan transcurriendo ahora mismo y nunca dejen de hacerlo. La cura de Mazeyra es la eternidad. Sólo eternizando los momentos trágicos como si hubieran sido grabados con una cámara oculta es posible revisitarlos con serenidad; recuerdos que se hacen más claros y menos dolorosos.

Es muy latente el retrato de relaciones familiares intensas y descarnadas en la obra, pues para Mazeyra la familia se expone en tanto dimensión biológica, como un sino genético insalvable del que no se puede huir y cuyo estandarte se lleva siempre en un lugar profundo del cuerpo. Este pensamiento otorga al libro una de sus facultades más apreciables: la de no lamentarse. El libro es pesado como un tótem, y con este “pesado” no nos referimos a la complejidad narrativa o estilística del mismo, el libro es pesado porque si bien una versión final de su manuscrito ha sido entregada a la editorial Tribal, la versión original del autor ha sido rociada con alcohol y quemada. El último de sus puntos finales es una invocación al olvido. Si se sigue el consejo inicial se podrá probar que el diván ha quedado marcado por el peso de las palabras después de la sesión de lectura y el lector, atónito y conmovido, sólo podrá dar un último consejo: Señor Mazeyra, cuide mucho de sus hijos.


La Paz, octubre de 2013.
Fuente: http://www.letras.s5.com/omaz101113.html

2013/11/02

Dormir como salida

En la edición Nro. 176 de Hildebrandt en sus trece
Ya está en Arequipa y en todo el Perú la última edición (viernes 1 de noviembre) del semanario Hildebrandt en sus trece con Dormir como salida.
La última vez que fui a la playa con ella. Es todo. Espero volver pronto. Ojalá.

2013/10/22

A punto de pisar una iglesia

Mi relato A punto de pisar una iglesia aparece en la Edición Nro.174 de Hildebrandt en sus trece (18 de octubre de 2013).

Dejé de confesarme en la secundaria cuando un cura de la iglesia de La Compañía de Jesús se mostró exageradamente interesado en las cosas que yo pensaba —aquello que mi desmesurada imaginación me proveía— cuando me procuraba placer a mí mismo. El viejo empezó a jadear, sin el menor embarazo, dentro del confesionario.
Asqueado y furioso, me juré nunca más volver a comparecer ante un cura y así lo hice.
            Sin embargo, antes de acontecimientos importantes (exámenes de ingreso a la universidad, entrevistas de trabajo, visitas al doctor u operaciones de algunos de mis familiares) le escribía pequeños textos a Dios en alguna estampita del Señor de los Milagros, la Virgencita de Chapi o del Divino Niño.
Escribirle a ese siempre inaccesible Ser Superior era una manera de confesarme sin necesidad de compartir mis miserias (“pecados” les llamaba en el colegio) con algún cura potencialmente peligroso y desagradable.
            Ahora ya no le escribo a Dios, sólo hablo con Él. Presiento que nunca me escucha. Se trata de un monólogo esquizoide. El soliloquio de una prescindible y afectada versión menor de Juan Pablo Castel.
            —Lo que escribes no es cristiano.
            —¿Y quién te ha dicho que yo quiero escribir cosas cristianas?
            —Yo no puedo estar de acuerdo con las cosas que estás escribiendo. Eso es todo y te lo estoy haciendo saber.
            —No busco que apruebes lo que escribo, ¿lo puedes entender?
            —Cada día te entiendo menos. Te estás haciendo un daño irreparable. Cuando te des cuenta será muy tarde.
            Así empezó la fractura definitiva.
(...)
Ahora que lo pienso: también escribo porque nunca podré llevar a un hijo mío al estadio.


Fragmento de A punto de pisar un iglesia 
publicado en Hildebrandt en sus trece

2013/10/21

Fin de semana en Moquegua con "Mi familia y otras miserias"

Escribe René Coayla

Hay escritores y escritores. 
Si imaginamos la literatura como un mar inmenso donde los autores nadan como peces y los encontráramos en cardúmenes de estilos, temas y variedades, entonces Orlando Mazeyra Guillén sería un pez exótico, un extraño e impresionante espécimen, una ballena blanca... de ésas de novela.

Muchos amigos me piden que les diga qué leer (¡como si yo fuera qué!), pero si alguien me preguntara ahora sobre algo bueno, les diría, sin duda, que busquen cuentos de Orlando Mazeyra. Cualquiera de sus tres libros son un viaje a una extraña diversión, superada por sus personajes dramáticos y las historias tan interesantes que imagina, -¿o vive?- este enigmático autor.
Cuando uno lo lee por primera vez a Mazeyra se queda prendado, admirado y lleno de emoción por seguir leyéndolo. La exquisitez de su obra domina el mundo actual con cadenas de sorprendente injusticia, tristeza, y amor, sobre todo eso, el más extraño, inefable y al fin y al cabo, entendible amor.
Mazeyra estuvo en Moquegua, el reciente sábado 19 de Octubre, y "Los Malos Muchachos" tuvimos el honor de presentar su tercer libro, aquí un resumen de lo que se vivió:
LLEGADA
Mazeyra pisó tierras moqueguanas al promediar las 10:30 pm del viernes 18 de Octubre del 2013. Ni bien llega a la ciudad, se hospeda en el hotel designado por la asociación. Y luego ingresa al Bandido Pisco Bar donde cena una rica pizza y comparte opiniones con Andy Badoino, nuestro mal muchacho propietario del lugar.
Al día siguiente, muy temprano, es entrevistado en el programa de las 8 de la mañana en radio Studio 97, por el periodista/amigo/asesor/director del INC/locutor Omar Benites, quien le da la bienvenida a la ciudad y conversa amenamente con Mazeyra sobre su vida y obra.
Orlando siendo entrevistado por Omar Benites, en radio Studio 97.
Junto a Mazeyra, yo, recién levantado. Se nota ¿no? 
Firmando el pirmer libro del día: el de Omar Benites.
La elocuencia y tenacidad del autor es resaltante durante la entrevista. Pero su sinceridad es triste, emotiva, amarga.
Durante la tarde, antes de almorzar, fuimos a dar un breve paseo por la "Paisajista", la misma que durante las noches de fin de semana acoge a los borrachos y parejas en affaire.
Pensando en "La poderosa", del Che.


LA PRESENTACIÓN DE “MI FAMILIA Y OTRAS MISERIAS”



Giovanni Barletti, escritor moqueguano autor de El que no corre, vuela, Dabai Chelo, dabai, y La casa amarilla, realiza la presentación del libro de Mazeyra, donde realiza comentarios entrelazados que acrecientan en el público presente la curiosidad por el extraño autor. Barletti realiza una descripción fugaz de algunos cuentos importantes en el libro. Y menciona pasajes y anécdotas que vivió con el autor durante tiempos pasados de alcohol, libros y más alcohol.
Algunos invitados: (de izq. a der.)


Vittorio Badoino, Jhener Pomacosi, Mary Causillas, César Caro.
El previo electrónico lo puso Andy Badoino.
Giovanni Barletti.
Docentes de comunicación que se apuntaron felices al evento. ¡Un abrazo a las tres!
Giovanni Barletti y Ariana Fonttis, en momentos de alegría.
Barletti presentando el libro "Mi Familia y otras miserias". Junto a él, el autor, Orlando Mazeyra Guillén.
Una parte importante de la cita: Los infaltables bocaditos y su correspondiente gaseosita. Las gracias a la familia Coca-Cola y su distribuidora en Moquegua.
El poeta Jhener Pomacosi y José Luis Ormeño Sosa, conocido muchacho malo.
"La Prosperidad Reclusa", "Mi Familia y otras miserias", y su autor.
La Banda a dúo "IRIE", alegró el after con la mejor música reggae.
Banda IRIE: Bruno Hurtado y Andy Montenegro, ambos moqueguanos.
Mi progenitora y yo, rodeando a Orlando en un abrazo duradero.
En el terminal. Mazeyra: contento. Yo: feliz. Ambos: despidiéndonos.
¡Vuelve pronto! Moquegua es tu casa.



























2013/10/17

Tránsitos (una cartografía literaria): qué otra manera tenía para defenderme


Acabo de llegar de la frontera (estuve en Tacna, donde presenté mi último libro al lado de varios narradores chilenos) y me encuentro con un envío precisamente del otro lado de la frontera: Tránsitos (una cartografía literaria). Gracias a Alberto Fuguet por el obsequio y a Felipe de la Universidad Diego Portales de Chile. 
Algunos de los textos incluidos en este enorme libro (en esta cartografía literaria) ya han aparecido en diarios y revistas de Chile y de América.
Acá un fragmento:

Ser joven nunca ha sido fácil. Ser joven y no contar con tu padre, menos. Ahora bien, todo se complica aún más si uno es joven, quiere ser escritor y anda buscando un padre por ahí. Un padre literario. Un padre a secas. Los padres biológicos, se sabe, no se eligen. Al revés, muchas veces se padecen. Con los padres literarios, sin embargo, sucede algo parecido. Uno cree que los elige, pero no es así. Se heredan, te son impuestos, uno tropieza con ellos sin estar del todo preparado. Los padres que valen son los que te forman antes de que tú mismo desees formarte. Te marcan y, muchas veces, esa huella es indeleble.
(…) Lo chicha es el regalo de Fujimori al mundo. La cultura chicha es una suma de subculturas, incluyendo la popular, la masiva, la de la sierra que bajó a la ciudad. Es el mal gusto llevado al límite. Es lo procaz, lo sensacionalista, lo analfabeto, lo chillón. Es la irrupción de las masas y el terror de las elites. La prensa chicha deja a la prensa amarilla de otros países como suplemento cultural. Estos tabloides multicolores tapizan los quioscos y los llenan de lodo fosforescente.
A Mario Vargas Llosa le quedan pocas horas antes de partir y sale a recorrer Lima en auto. El centro, la Plaza de Armas, la plaza Bolívar. Luego, el barrio chino. Más allá del barrio La Colmena, y de la vieja facultad de San Marcos («En ese edificio estudié»), los autos se detienen en la Alameda Chabuca Granda.
Unas vendedoras lo saludan cariñosas. Le cuentan que lo echan de menos, que hace falta.
Pero ustedes no votaron por mí —les responde, risueño.
Después camina hasta la orilla del río Rímac. Lo mira.
No dice nada. Pero es obvio que algo piensa. De regreso al auto, Vargas Llosa se detiene frente a un quiosco. Todo lo que ha dicho —en las conferencias de prensa, en entrevistas, en la televisión, en la presentación— se ha escuchado, y fuerte. A Montesinos, la mano derecha de Fujimori, lo trató de «criminal, ladrón y cómplice de torturadores». La prensa chicha —El Chino, La Yuca, El Ojo— ataca hoy de vuelta: «Miserable no merece ser peruano: Varguitas no quiere a su padre ni a su patria».
Otra portada:
«El escritor plagiador y enemigo del país, el español Mario Vargas Llosa, llegó al país sólo a fregar la paciencia y a incentivar aún más que Choledo la violencia».
Una más:
«Como siempre, viene, miente, insulta y se va».
VLL los mira y dice:
—Esto es una vergüenza para el Perú.
Luego mira el titular de nuevo.
—Aunque no está mal escrito —y se ríe con todos sus dientes—. Hay que reconocerlo.
***
Soy de la estirpe de los que creen que fueron criados por la familia equivocada, pero con los libros y las películas correctas. Esos tres eran los libros correctos.
Aún no se me ocurría ser escritor, todavía no escuchaba el llamado de la vocación, pero ahí dije: yo también puedo hacer esto. Lo que es falso, claro. Aún no he escrito nada como ese cuento «Día domingo» ni, menos aún, «La casa verde», pero lo importante es que Vargas Llosa me hizo pensar que sí lo podía hacer. Que lo podía imitar: su mundo es amplio, generoso, abierto, democrático, todos caben. Su mundo era su mundo, por cierto, pero también era el mío. Vargas Llosa me dijo desde muy temprano: la gente de clase media, que toma helados y va a la playa o a colegios horrorosos, también son un tema digno de transformar en arte. Úsalos. Aprovecha tu propia experiencia. No todo es imaginación febril y exuberante. Lo fascinante de Vargas Llosa es que sus libros no parecían arte, no tenían ese olor culterano y denso y, sin embargo, casi de refilón, me hacían sentir cosas. Los libros de Vargas Llosa parecían inyectados de vida.
Años después, en la universidad, Vargas Llosa me atacó de nuevo. Fue el año 1984. Ese año salió a la calle Historia de Mayta. Me pareció el mejor reportaje que jamás había leído. No podía respetar al resto de mis profesores después de eso. Entonces me lancé a su díptico sobre escritores en ciernes y periodistas con los ojos abiertos: Conversación en La Catedral y La tía Julia y el escribidor.
¿Quién era Vargas Llosa y por qué escribía esas cosas sobre mí?
De nuevo: momento justo, libros justos. Ya no cabía duda.
La vocación estaba y los planos arquitectónicos descansaban ahí, listos para ser afanados. La genialidad de Vargas Llosa es que no es un genio. Leyéndolo, uno siente que la disciplina, el trabajo y la mirada es lo que importa y la base de todo. Vargas Llosa no era un poeta, un excéntrico, un mago. A pesar de todas sus experimentaciones, lo suyo es clásico. Y, como tal, permite que todos aprendan de él. Y si uno tiene suerte, no se nota.
Esto no lo pienso yo, solamente. Cada día me topo con más hermanos que me dicen —que sienten— prácticamente lo mismo. Son pocos los padres que permiten eso. Darte tanto y, a la vez, dejarte libre.
Si Vargas Llosa hubiera sido elegido presidente dudo que hubiera logrado hacer lo que hizo, desde un puesto mucho más abajo, acá en la república de las letras. Vargas Llosa democratizó la literatura y les dio oportunidad a todos para que creyeran en sí mismos. Sólo por eso, que no es poco, estaré siempre agradecido y en deuda.
Mi impresión es que no soy el único. Yo, que partí solo, me he ido dando cuenta de que tengo muchos más hermanos de lo que imaginaba. Somos muchos, y estamos en todas partes.
***
El sol ya se puso, pero aún queda una luz flotando arriba del frío Pacífico. La calle es angosta y está resbaladiza por la niebla y el mar que salta sobre ella. La larga calle —pareciera que no terminara— separa el mar del muro del Colegio Militar Leoncio Prado. Es como si el colegio se cayera directamente al mar. El viento azota el muro pero no lo bota.
—Está de otro color —dice Vargas Llosa—. Y los muros están más altos.
Los guardias lo dejan entrar. Saben perfectamente quién es. El permiso ha sido autorizado. Que ingrese. Debajo de la estatua de Leoncio Prado hay unos perros. Es la hora del cadete. En medio de la niebla oscura, se escuchan las voces roncas, escupiendo invectivas contra los chilenos.
El avión partirá pronto. Es hora de irse. Ya está oscuro.
Los cadetes marchan hacia el rancho.
—Yo no hubiera sobrevivido aquí ni un día —comenta alguien.
—Por eso me puse a escribir —dice Vargas Llosa.
El viento barre su voz y lo silencia.
—Qué otra arma tenía para defenderme.