2015/12/05

Empieza el Hay Festival con dos platos fuertes: Martin Amis y Fernando Savater en el Teatro Municipal

Página 11 del diario El Pueblo de Arequipa, sábado 5 de diciembre.
Por Orlando Mazeyra Guillén
En 1991 apareció “Ética para Amador”, quizá el más célebre de todos los libros del escritor y filósofo vasco Fernando Savater. Esta publicación es un ensayo bastante informal y, sobre todo, didáctico en el que un padre —el autor que, al final, oficia de padre postizo de todos sus agradecidos lectores— dialoga con su hijo —Amador— acerca de en qué consiste vivir o aprender a vivir. ¿Qué es la ética? Saber vivir, “o arte de vivir”. La cuestión, desde luego, no es tan sencilla. Savater nos habla del aprendizaje intelectual de la libertad y de su difícil pero inevitable ejercicio: “estamos condenados a ser libres”, recalca recordando a Jean-Paul Sartre.
En estos tiempos de fanatismos y extremismos de toda índole —aquellos capaces de abolir la otredad—  cabe recordar la pregunta que aparece en las páginas de este libro: ¿en qué consiste tratar a las personas como a personas, es decir, humanamente? “Consiste en que intentes ponerte en su lugar. Reconocer a alguien como semejante implica sobre todo la posibilidad de comprenderlo desde dentro, de adoptar por un momento su propio punto de vista”.
Podrá sonar provocador de mi parte —y no intento hacerle mala prensa al autor, además creo que esto poco le interesará viniendo de un lector devoto— pero éste es un testimonio auténtico: luego de leer a Savater, cuando todavía era un mozalbete universitario (y estaba a punto de viajar a Camaná a pasar el año nuevo con mis mejores amigos), me atreví a ejercer mi libertad —a ponerla en riesgo, ¿pero quién que aspire a vivir dignamente no lo hace a menudo?— probando por primera vez “sustancias prohibidas”, para utilizar un eufemismo quizá más indecoroso que mi confesión. La experiencia, como muchas otras, tuvo sus claroscuros pero me permitió algo decisivo para saber vivir: conocerse.
EL VALOR DE EDUCAR (fragmento)
Imagínense ustedes —nos dice  Savater— que sobre los automóviles  no recibiesen los jóvenes más que dos tipos de información: la de los anunciantes y la crónica de accidentes de tráfico. La publicidad les presentaría vehículos omnipotentes que transcurren en paisajes de maravilla y prometen la compañía de las más sugestivas beldades; por otro lado se les iba a brindar la nómina de familias despanzurradas entre hierros retorcidos, atropellos fatales y conductores que dan una cabezadita para luego prolongar eternamente el sueño en el fondo de algún precipicio. Los unos muestran un falso paraíso para todos, los otros el infierno muy cierto de unos cuantos. ¿Qué faltaría aquí? Quizá la noticia objetiva de que los coches sirven para trasladarse de un lugar a otro con cierta comodidad, aunque su uso desmedido produce atascos de tráfico y los excesos de velocidad pueden ser fatales. Pero sobre todo faltaría el profesor que enseña a conducir a quien decide utilizar uno de esos vehículos. No necesito añadir lo que ocurriría además si los autos hubiese que comprarlos de segunda mano a bandas de gángsters y todas las gasolineras y los talleres de reparaciones funcionasen en la clandestinidad... En la escuela sólo se pueden enseñar los usos responsables de la libertad, no aconsejar a los alumnos que renuncien a ella. Algunos pseudoeducadores dicen que la droga no es cuestión de libertad personal porque el drogadicto pierde el libre albedrío: ¡como si no perdiese también la libertad de ser soltero quien se casa, la de convertirse en atleta quien dedica sus horas al estudio o la libertad de permanecer en casa quien emprende un viaje! Cada elección libre determina decisivamente la orientación de nuestras elecciones futuras y ello no es un argumento contra la libertad sino el motivo para tomarla en serio y ser responsable”.
Savater es autor de más de cincuenta ensayos sobre política, filosofía o literatura y de varias obras literarias, ha recibido numerosos galardones por sus trabajos como el Premio Ortega y Gasset de Periodismo, el Premio Nacional de Ensayo o el Premio Planeta (antes fue finalista de este importante lauro que ganó Vargas Llosa en 1993 con “Lituma en los Andes”). Sus últimos libros llevan por título “¡No te prives! Defensa de la ciudadanía” (Ariel, 2014) y “Voltaire contra los fanáticos (Je suis Charlie)” (Ariel, 2015). Pero podemos mencionar otros títulos importantes como la secuela de su libro de ética también dedicado a su vástago: “Política para Amador”, “El valor de educar”, “El valor de elegir”, entre otros.
MARTIN AMIS CON PETER FLORENCE
En la antesala, Martin Amis, Premio Somerset Maugham con su primera novela “El libro de Rachel”, dialogará con Peter Florence (fundador del Hay Festival). Amis es uno de los escritores británicos más importantes, autor de las celebradas obras “Dinero”, “Experiencia” (una portentosa autobiografía donde repasa sus libros y la historia detrás de sus libros, cómo escribe ficciones y de qué están hechas éstas: “la verdad está en la ficción. En ella es donde el termómetro espiritual da su medida exacta”, afirma) y “Lionel Asbo”. En su libro más reciente, “La Zona de Interés” (Anagrama, 2015), se adentra arriesgadamente en los campos de concentración y el Holocausto con una crítica acerada y sarcástica del nazismo. Hablará sobre este trabajo y su trayectoria.

TRES EVENTOS RECOMENDADOS DEL SÁBADO
4 p.m. Paraninfo de la UNSA
¿Existe la literatura peruana? Habla la selección peruana
Jeremías Gamboa, Sergio Galarza, Claudia Ulloa Donoso, Gabriela Wiener, Pedro Llosa Vélez y Jorge Alejandro Vargas Prado en conversación con Ricardo Sumalavia, quien oficia de moderador.
6 p.m. Teatro Municipal
Martin Amis en conversación con Peter Florence
7.30 p.m. Teatro Municipal

Fernando Savater en conversación con Juan Manuel Robles

2015/12/01

¿Cómo se encuentra la producción narrativa en Arequipa en este momento?

Goyo Torres, profesor de la Escuela de Literatura de la UNSA.
En el portal Frase Corta aparece una entrevista que le hace Augusto Carrasco al escritor y profesor de la Escuela de Literatura de la Universidad Nacional de San Agustín Goyo Torres Santillana. Acá algunas preguntas:

¿Cómo ve a los más jóvenes? ¿Quiénes se están perfilando?
Hay dos espacios para poder explicar la literatura en la ciudad. Escritores que están fuera de la escuela de literatura. Creo que la escuela de literatura es un espacio motivador para los que llegan con la intención de hacerse escritores aunque la escuela tiene otra perspectiva. De la gente que está fuera que no ha pasado por la escuela y que escribe se puede mencionar a Orlando Mazeyra, quizá una de las promociones posteriores a la gente que ha surgido en los noventa, el que más ha trabajado la palabra y además tiene una vena emotiva muy fuerte. Aquí (en la escuela) podemos hablar de Yero Chuquicaña, quien ha publicado dos textos pequeños (Air-Max 180 y Taca-Taca, ambos publicados bajo el sello de Aletheya Editorial) que son extraordinarios.
¿En qué proyectos se encuentra usted actualmente?
Estoy terminando un libro de cuentos que tiene por título provisional “Animal Nocturno”. Tengo una novela en proceso que es la novela más extensa que he escrito y tiene un título provisional también llamado “Hay otras formas de volver”. El tiempo en la historia abarca desde 1978 hasta 2008. El núcleo central de esta historia es la toma de locales que hacen los estudiantes del colegio Honorio Delgado, donde yo estudié, para reclamar los terrenos que le habían quitado en ese momento.
Esos son dos proyectos casi concluidos que ya tengo. Y claro, hay hasta tres proyectos hacia futuro. Espero que la vida me de tiempo para terminarlos de escribir.
He sentido un poco de pesadez en su última afirmación.
Es que nadie sabe qué pasará. La vida es un poco azar. Pero mientras haya tiempo y fuerzas tengo que cubrir las ideas que van surgiendo.
¿Podría recomendar a los lectores de Frasecorta algún libro, película o disco?
Quisiera recomendar para profesores y comunicadores estos dos de Lacan: “El estadio y el espejo” y “Los cuatro discursos”. La película francesa “Las invasiones bárbaras” me parece extraordinaria. Me gusta la música clásica. También recomendaría al trovador francés Georges Moustaki. Y por supuesto, Boccherini. En una película llamada “Capitán de mar y guerra” se interpreta el segmento “Pasacalle” de Boccherini. 
Se puede leer toda la entrevista haciendo clic acá:

2015/11/29

“Toda intención moralista mata el arte” - Hay Festival Arequipa

“Toda intención moralista mata el arte”
Por Orlando Mazeyra Guillén*

ACTUALIZACIÓN: Pedro Salinas presentará "Mitad monjes, mitad soldados" en el Salón Consistorial de la Municipalidad Provincial de Arequipa, este lunes 7 de diciembre a las 7 de la noche.

Pedro Salinas (Lima, 1963) es uno de los escritores invitados al Hay Festival que, bajo el lema “imagina el mundo”, se realizará por primera vez en nuestra ciudad del 5 al 8 de diciembre. Este, sin duda, será el evento cultural arequipeño más importante del siglo XXI. Llegarán pensadores de la talla del filósofo vasco Fernando Savater, novelistas de primera fila como Martin Amis, Jorge Edwards (premio Cervantes), Sergio Ramírez (premio Carlos Fuentes), Juan Gabriel Vásquez e Irvine Welsh. También los arequipeños Oswaldo Reynoso (cuya obra acaba de ser publicada en Italia) y Jorge Eduardo Benavides, el chileno Alberto Fuguet, la argentina Leila Guerriero, el boliviano Rodrigo Hasbún, la española Sara Mesa, entre otros.

Toda la ciudad necesita saberlo: estamos a pocos días del Hay Festival Arequipa, una auténtica celebración de la cultura y del compromiso social. Literatura, artes visuales, cine, música, geopolítica, periodismo y ciencia se mezclan en un ambiente de diálogo que promueve el intercambio cultural, la educación y el desarrollo.
A propósito de la aparición del libro Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015) entrevisté a Pedro Salinas para ir preparándonos, pues serán cuatro días intensos con más de cincuenta actividades culturales que ojalá nos quiten las anteojeras de siempre y, todos juntos, convirtamos a nuestra ciudad en un referente cultural de América Latina y del mundo.

MITAD MONJES, MITAD SOLDADOS
—Pedro, el libro es una denuncia, un muestrario de lo más abyecto del Sodalicio (aunque quizá haya cosas peores, como tú mismo lo mencionas), pero también es una advertencia. Quiero, primero, detenerme en la forma cómo se recluta a los adolescentes aprovechándose de la fragilidad emocional propia de la adolescencia: a través del deporte, de invitar un helado y fomentar la pertenencia. Esto no sólo se practica en el Sodalicio sino en muchas sectas y nuevas iglesias cristianas que aparecen a diario: sé de casos de amigos del colegio con problemas de conducta y hogares desintegrados que eran rápidamente captados con el fulbito, ahora el rugby, yendo a tomar un café y entrando en sintonía, etcétera. ¿Qué hacer frente a estos fanáticos al acecho? Tremenda tarea la de los padres de familia para evitar que sus hijos caigan en las manos de estas oscuras organizaciones que, en vez de acercarlos a Dios, los llevan de paseo al infierno, ¿no te parece? ¿Qué podrías decir tú como padre de familia, qué consejos dar, pues esto va más allá, creo yo, del mismo Sodalicio?

Definitivamente, si bien el libro se enfoca en el líder del Sodalicio y en la arquitectura de su organización, también es un llamado de alerta a los padres de familia, porque estas organizaciones de características sectarias suelen enmascararse en grupos aparentemente bienintencionados.

—Uno de los testimonios más conmovedores de los exsodálites es el tuyo: “El vacío afectivo y la ausencia física de mi padre me golpearon fuerte entonces comencé a fumar marihuana, dejé de estudiar y sólo iba al colegio con la intención de perder el tiempo, fastidiar a los profesores o a mis compañeros de clase”. Entonces conoces a dos sodálites en el colegio: “ambos me cayeron muy bien. El primero me sorprendió por su grandeza de alma y calidad humana. El segundo llamó mi atención porque hablaba mi lenguaje. Jerga. Lisuras. Era “achorado”. Y pícaro, como para demostrarme que él era tan vivo como yo. O más que yo. Ambos me hablaron de la ventaja del retiro. Y ya adivinarán. Terminé yendo (…) Con el transcurrir del tiempo, y la propia pasión que se va generando al interior de la agrupación, que cada vez le exige a uno más compromiso, más dedicación y más radicalismo, me fui alejando de mi familia, de mis mejores amigos e incluso rompí con mi enamorada (…) a unos cuantos se nos propuso la posibilidad de ser sodálites, de ser parte de los elegidos del Señor. Para formar la milicia exclusiva de dios, que es como un comando de élite, o algo parecido. Comos los Rambos del Cristianismo, digamos. Te hacen sentir eso. Que vas a ser parte de los Delta Force del catolicismo, de los X-Men de Figari, y que vas a ayudar a transformar el mundo”. Aquí me detengo: ¿se trata, en el fondo, de inocular una droga, no? Una seductora ficción que será, al principio, placentera y luego te pasará factura hasta dejarte en las escombreras de un sueño ‘divino’. Pedro, a pesar de todo, la estela del Sodalicio te seguirá por siempre, este libro es una prueba de ello. ¿Cómo confiar en que se puede enderezar un árbol que creció torcido? ¿Cómo perdonar tanta maldad de gente que se hace llamar católica? Insisto: hablamos de una droga ‘dogmática’, o algo así, que seduce a más no poder…

He leído varios libros sobre sectas y he visto no pocos documentales sobre el tema para entender cómo te enganchas y por qué permaneces. Es un tema bastante complejo. Hay cosas que tengo bastante claras ahora, pero hay otras que todavía se mantienen en la nebulosa.

—En su confesión, Santiago cuenta que Figari soltó un día: “No es bueno tener enamorada”. Era como una resolución. Además muchos exsodálites hablan de su marcada misoginia. Santiago agrega: “Y si ya tenías enamorada, pues tenías que romper con ella”. Este parece ser como el sambenito del Sodalicio: conozco a gente que a partir de entrar en él, dejan de hacer el amor con sus parejas, es distancian, ya no son los mismos y desean terminar con ellas, todo claro en el nombre de Cristo. Creo que cuando ya dejan a sus parejas por orden de la secta están llegando a un punto de no retorno. ¿Qué puedes aconsejar desde tu experiencia a la gente que recién está “empezando” en esto? A riesgo claro de que hagan oídos sordos…

Una de las cosas que me hizo entrar en crisis y plantearme la disyuntiva de salirme fue la nostalgia por mi libertad. Había probado el sexo antes de entrar al Sodalicio, y no fui muy obediente durante mi paso por él, por lo que frecuenté amigos que odiaban al Sodalicio y que me hicieron hacer querer recuperar mi independencia. Pero la cárcel mental que crean en ti es muy jodida de vencer.

Rafo León menciona que “uno descubre con horror que el Sodalicio compone un sistema de captación fanatizante y pedestre sin otro fin aparente que el dominio los muchachos y, por supuesto, con la mira puesta en el dinero y posición de sus familias. Con un poderoso componente racista y clasista. La personalidad de Figari, manipulador, cruel, narcisista y arbitrario, hace que en varios de los testimonios se lo compare con Vladimiro Montesinos, Abimael Guzmán o Alan García. Es en los testimonios donde encontramos de primera mano lo más doloroso y destructivo: el abuso, el abuso de poder, la manipulación de la conciencia y el abuso sexual puro y duro”.
La Iglesia Católica está protegiendo a una escoria así. Es triste decirlo pero si no se sigue machando con todo este asqueroso asunto, si no se termina de destapar esta olla de grillos, no habrá castigo. Y sabemos que la impunidad hace más atrevido al criminal. En qué medida somos TODOS cómplices de Figari si permitimos que viva en un “retiro espiritual”, triste coartada con la que la iglesia católica lo quiere blindar y mantenerlo al margen de la ley.

Una de las satisfacciones más grandes que nos ha dado a Paola Ugaz y a mí esta publicación ha sido ver la reacción de la sociedad a través de las redes y de los comentarios en reuniones y en los medios de comunicación. El zamacón ha sido fuerte. Y ojalá que sea aleccionador. En todo caso, quiero creer que podría ser así. Pero sí. En buena cuenta, el Sodalicio, la Legión de Cristo, los Karadima, y otros han existido debido a la permisividad de las sociedades. Y del infantilismo de muchos padres de familia que encargan incondicionalmente a sus hijos a terceros que no se preocupan de conocer bien.

—Creo que el libro nos cuenta muchas historias escabrosas: maltratos físicos y verbales, pederastia, sometimiento, despropósitos y experiencias insólitas. Hay una catarsis. Digo: hay muchas catarsis. ¿Qué viene para Pedro Salinas –el exsodálite– después de esto recordando aquella frase “una vez sodálite, sodálite para siempre”?

Espero no volver a realizar una investigación como esta, que terminó siendo una caja de Pandora. Creo que ya cumplí. Y por fin, muchos de mis amigos que se quedaron ahí han visto la verdad y la están aceptando de a pocos. Sé que el impacto para varios de ellos ha sido devastador. Pero ni modo. Y le pido infinitas disculpas y perdón a todos aquellos que embarqué en esta organización sectaria y terminaron pagando un precio muy alto. De verdad, lo siento mucho. Pero ello fue lo que me animó a buscar justicia a través de esta publicación. No se podrá volver el tiempo atrás, pero en adelante espero que tengamos los ojos más abiertos ante este tipo de movimientos aparentemente inocentes. Y a aquellos sodálites inocentes que están pagando el pato por la culpa de muchos de los que están en la cúpula y los han manipulado durante años, espero que sean conscientes de que tienen que reinventarse y redundarse. Porque el Sodalitium tal como ha sido hasta hoy está infectado en su "espiritualidad" por todos los vicios y perversiones de Luis Fernando Figari. 

—Hay algo que me preocupa muchísimo en Arequipa: en los últimos años el Sodalicio de Vida Cristiana ha tomado mucho protagonismo en el manejo de eventos culturales o artísticos. Ojo: manejar el arte y la cultura es una fuerte herramienta de poder, como me recordó el artista Milko Torres. ¿Qué hacer al respecto?

¿Qué hacer? Cada quién sabrá lo que tiene que hacer sobre el particular. Yo no soy quién para decirlo. Apenas he publicado una pequeña investigación sobre una organización católica ultramontana. El arte es creación. Un fervor apagado, como decía André Gide. Una manifestación de la libertad. Eso sí. Toda intención moralista, que viene con un interés determinado, mata el arte. Lo estrangula. Lo asesina. Si me preguntan, el arte está hecho para perturbar, para remover las conciencias, para inquietar. Porque es subversivo. Aquel que no logra mover a la gente, no es arte. Y al no serlo, no significa ninguna herramienta de poder. Ni debe preocuparnos.

Pedro Salinas participará el domingo 6 de diciembre en dos eventos que recomiendo mucho:
10:00 - 11:00 a.m. en el Paraninfo de la UNSA
El laberinto de la peruanidad
Gustavo Gorriti, José Ugaz y Jorge Bedregal La Vera con Pedro Salinas 
La labor del periodista Gustavo Gorriti ha sido reconocida con varias distinciones internacionales, entre otras, el premio María Moors Cabot, el premio CPJ International Press Freedom y el Rey de España. En 2005 fue nombrado presidente del Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS). José Ugaz es un jurista peruano que en 1992 se incorporó como Oficial de Derechos Humanos a la Misión de Paz de la ONU para El Salvador (ONUSAL). También ha sido designado como Procurador Ad Hoc de la República del Perú en varios casos de corrupción: Zanatti (1993-1994); CLAE (1994), INABIF (1997) y Montesinos-Fujimori (2000-2002). Actualmente es presidente de Transparency International. Por último, Jorge Bedregal La Vera es analista político, historiador y docente en la Universidad Nacional San Agustín. Modera el periodista y escritor Pedro Salinas (Lima, 1963), ganador del Premio Nacional de Periodismo y Derechos Humanos 1994 y autor del reciente libro Mitad monjes, mitad soldados.

6:00 p.m. en la Sala Mariano Melgar de la UNSA

Patricio Fernández Chadwick, Ed Vulliamy y Pedro Salinas con Marco Zileri

En torno al ensayo de investigación hablarán Patricio Fernández Chadwick, fundador y editor del semanario The Clinic, de carácter satírico y el de mayor lectura en su país; Ed Vulliamy, periodista británico —ganador del Amnesty International Media Award— que trabaja para The Observer y The Guardian, experto en el conflicto bosnio y autor deAméxica, y el escritor y periodista Pedro Salinas, que publicó recientemente Mitad monejes, mitad soldados, una investigación sobre el Sodalicio. Modera la charla el periodista Marco Zileri.
Se ofrecerá traducción simultánea del inglés.

*Entrevista publicada en el diario El Pueblo de Arequipa el domingo 29 de noviembre.

Más información sobre el “Hay Festival Arequipa” en su portal:

2015/10/17

Sostiene Pereira o cómo se juega al fútbol


Sostiene Pereira o cómo se juega al fútbol. Este emotivo video muestra un momento difícil del Uruguay-Inglaterra del Mundial Brasil 2014 que, como todos recordamos, terminaron ganando los celestes (2-1). Es un video motivacional hecho por uruguayos pero termina con las palabras de un periodista peruano que transmitía el partido en vivo para todo el Perú, vía ATV. Sí, es Eddie Fleischman, y, más allá de si te parece un buen o mal periodista deportivo, él lanza un pedido, que para los que amamos el fútbol es un clamor: “A ver si sirve de ejemplo lo que muestra Uruguay”. Pero no. No, pe, comparito, así no juega Perú. Nuestra “idiosincrasia” es distinta, ¿manyas?

2015/09/27

FBC MELGAR (2) - Universitario (0): así informa la prensa deportiva limeña




A pesar de algunas lagunas (como mencionó Juan Reynoso en conferencia de prensa), el equipo rojinegro le ganó con autoridad al club Universitario de Deportes. Con sólidas actuaciones de Lampros Kontogiannis, Montaño y del tridente ofensivo: “Cachete” Zúñiga, Bernardo Cuesta (un golazo en el segundo tiempo) y Omar Fernández (marcó el primero tras un grosero error del meta José Carvallo).
La prensa deportiva limeña aguardaba un cierre sabatino de edición con una victoria del equipo capitalino que, según ellos, podía “dormir puntero”. Sí, claro, ese era su deseo: vender como pan caliente una victoria del equipo de Challe en Arequipa. Lástima para ellos. El “Dominó” les cortó la racha y otra vez asoma el fantasma de la baja en las huestes del equipo de Ate.
LA PRENSA DEPORTIVA QUE SE VENDE HOY EN LIMA
Atención. “El Bocón”, en una nota pequeñita, informa: “U pierde invicto en era Challe en Arequipa”.
Y tal como vaticinábamos anoche: si ganaba el FBC Melgar, la portada sería Messi, tal como ocurre en “Depor” que se lamenta con su nota minúscula: “La U bajó de su nube, perdió 2-0 en Arequipa”.
Finalmente, “TodoSport” tiene a Messi dentro de su plan de contingencias. Pero pone un pretexto risible: “U cayó 2-0  [porque] faltó la Pulga [Ruidíaz]”.
Párrafo aparte para la transmisión de CMD (Cable Mágico Deportes): hubo duelo, mucha tristeza. Notorios lamentos, según me informan porque yo estuve en la tribuna: José Luis Carranza juraba que la “U” estaba más cerca del empate que Melgar del segundo y le fue muy mal.
¡Arriba, Melgar! ¡Paso a paso! ¡Contra todo y contra todos!


EN LA PREVIA

Horas antes publicamos en Ovación del Sur nuestra "Oración al balón" que dio resultado. Y fue compartida por el defensar mexicano Lampros Kontogiannis, a través de su cuenta de twitter.

ORACIÓN AL BALÓN (Por Orlando Mazeyra Guillén)

Empatía: según la Academia de la Lengua es la identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro. Tú, como hincha del Dominó, para identificarte con tus jugadores –ponerte por un instante en sus botines–, debes haber jugado, obvio. No pido mucho (sería incoherente): al menos haber pateado un balón. No importa si fue en tu cuna con una pelota de playa que era casi de tu tamaño, en tu patio con un tío cojo o en una pista con piedras oficiando de marcas precarias para definir las porterías. No, no se trata de tu (falta de) talento, de si no pasaste del polvoriento canchón de tu barrio o de si llegaste a jugar las etapas decisivas de la Copa Perú: hablo de las emociones. Hablo de fútbol.
Vuelvo al inicio: empatía. Eso te pido cuando los veas pisar el gramado del Monumental Arequipa. Porque tú bien sabes que es un placer jugarlo, pero no es nada sencillo. Entonces insisto: ponte, al menos por un instante, en la piel de esos once leones que saltan a la cancha para defender tus colores. Piensa en lo más elemental: una pichanga (porque hasta las pichangas hay que ganarlas). Piensa en la atención que tienes que prestar a los movimientos de tus pares: compañeros de equipo y rivales. Los desplazamientos, tu ubicación en la cancha y, sobre todo, el desplazamiento del balón. Algunos le dicen: saber jugar sin pelota. Concentración pura. Te distraes y cagas. Te equivocas en un pase y la inseguridad empieza a ganar una batalla. Cuando tienes miedo del rival –sí, dije miedo, porque el árbitro, por ejemplo, también puede ser tu rival, un tipo que venga a joderte todo lo planificado durante la semana– tienes que utilizar esa angustia como un impulso. Chumpitaz decía que si uno no tiene miedo antes de saltar a la cancha, entonces debía dedicarse a otra cosa: a ser un pésimo comentarista de CMD, por ejemplo. Por algo todos lo conocen como el Capitán de América.
Maradona, por su parte, utilizaba la bronca como combustible (lo hizo a la perfección contra los ingleses en México 86, por ejemplo, y después contra los italianos nada más y nada menos que en Italia 90) y Jorge Valdano hablaba del miedo escénico, saltar a un estadio repleto de hinchas. No sólo hay que enfrentar al rival sino a la tribuna, sobre todo cuando juegas de visita o no sabes ser local a estadio lleno como siento que en ciertas ocasiones le ocurre a mi equipo. ¿De dónde debe llegar a veces la garra que por momentos desaparece del césped de juego? De la grada: del grito incondicional del hincha.
El fútbol es una droga formidable (la primera que descubrí, la que me acompañará toda la vida). Te olvidas de todo: de la chica que te dejó o de la que no te hace caso, de los problemas en casa, de que ya no hay plata en la billetera, de que el lunes hay que volver a trabajar. Una válvula de escape: un grito de gol esta noche, quizá dos, los que sean necesarios para lograr una victoria… eso es todo lo que necesito para que la vida, al menos por unos días, sea perfecta. Por eso cuando la tengan Cachete, Cuesta, Fernández o cualquiera de los de rojo y negro y, de pronto, apunten al arco del rival, repite la oración al balón que Valdano nos enseñó. Es una sola palabra, no te la puedes olvidar (todos la decimos tácitamente antes del grito de gol): ¡entra!

2015/09/18

Sobre la supuesta "Generación Post"

Ilustración: Enrique Congrains
Antes de copiar los textos del escritor limeño Fernando Ampuero y del crítico mollendino Fernando Rivera, sólo un apunte:
El olvido que seremos: dentro de cincuenta años, cuando en el Perú se siga leyendo a Vargas Llosa, Arguedas, Reynoso o Ribeyro, esperemos que ya no se hable de una literatura “andina” y, su forzada contratara, la literatura “criolla”. Ojalá. Lo que sí puedo decir o apostillar (para estar en sintonía con el artículo de la "Generación Post"), a manera de testimonio personal, es que cuando trabajé en Lima en el área cultural de una revista, el director, incómodo por lo que yo decía –escribía– sobre Lima (la detestaba desde los forros, me parecía y me parece una ciudad atroz e invivible), me informaba que yo estaba en la “metrópoli” y que procurara no escribir nada respecto a mi ciudad natal: “nada, estamos en Lima, olvídate de tu tierra”. Y, claro, tampoco podía escribir sobre, por ejemplo, lo salvaje que me parecía transportarse en el Metropolitano. Muchos meses después, cuando me entrevistaron en RPP a raíz de la aparición de mi último libro de relatos, recordé estas experiencias, y el entrevistador, saliendo de la radio, me dijo que Arequipa era poco menos que un “pueblo”. Ah, debo recordar también que renuncié a esa revista luego de publicar esos textos “antilimeños” en el semanario de César Hildebrandt, quien nunca censuró mis relatos. Y siempre le estoy agradecido porque yo podía escribir sobre el río Chili o el sillar arequipeño sin que él me acusara de ser (o sonar, qué sé yo) muy "telúrico" o “andino”.

Acá los textos aparecidos parcialmente en El Dominical del diario El Comercio:

Tras la publicación del artículo “Generación Post” en nuestra edición del domingo 31 de agosto, donde Fernando Ampuero comparte su opinión personal sobre el estado de la narrativa peruana contemporánea, varias voces se han levantado, algunas celebrando la lucidez y la generosidad del escritor, otras arremetiendo contra su visión, llegando a calificarla como prejuiciosa y sesgada ideológicamente.
Uno de estas es la de Fernando Rivera, profesor de Literatura en la Universidad de Tulane y doctor por la de Princeton —de donde se graduó con una tesis sobre José María Arguedas, supervisado por el mismísimo Ricardo Piglia—, para quien la revista que hace Ampuero no es más que el reciclaje de una “absurda confrontación entre andinos y criollos”.
Ampuero ha propuesto unas apostillas y Rivera nos ha remitido sus comentarios respecto al artículo original. A continuación, presentamos los dos textos en su integridad: 
"El canon no estaba en discusión" 
Por Fernando Ampuero 
Tras la publicación en el suplemento El Dominical de mi artículo sobre la nueva narrativa peruana, “Generación Post”, han aparecido reacciones a favor y en contra. Estas últimas, desde luego, eran previsibles. Hasta el momento, afortunadamente, el debate discurre en un nivel moderado, sin mayores adjetivos e injurias, e incluso, pese a darse en territorio comanche (las redes sociales), revela una cierta voluntad de mutuo entendimiento. Los puntos calientes, y que ya resultan típicos en nuestras polémicas literarias, son dos: 1) la preeminencia de nuestros autores urbanos, cuyas obras suenan y son leídas; y 2) el canon literario. De lo primero solo quiero precisar que al destacar a los escritores urbanos no estoy rechazando a la literatura andina. Simplemente afirmo que hoy no asoman autores notables de tema andino, a excepción de los pocos narradores que mencioné en mi artículo. Y, por supuesto, no discrimino a los autores por el lugar en que viven o han nacido, como suelta alegremente por ahí un comentarista con ánimo tergiversador. 

     Sobre el tema del canon, eso sí, hay más que decir, dado que algunas voces discrepantes pecan de lectura apresurada. A saber, en ninguna parte de mi artículo he propuesto yo un canon. Tan solo creí conveniente dar una lista de nuevos autores de interés (naturalmente no mencioné a todos* para no caer en las habituales guías telefónicas), quienes han demostrado, con sus obras, una calidad digna de encomio. Algunos de ellos lucen asentados o en tránsito de estarlo, otros recién empiezan pero apuntan bien; todos, a mi entender, prometen. (No consideré a autores mayores de 50 años, repito esto, porque algunos veteranos reclaman su inclusión). El conjunto, cosa que también expresé puntualmente, responde a un reporte del tiempo: una fotografía del momento. Vale decir, si el artículo en cuestión hubiese sido escrito el año pasado, sin La distancia que nos separa, Cisneros no habría sido mencionado. 
     Cito la única parte de mi artículo donde aparece el término canon: “Nuestra tradición literaria reporta la gloria de autores de un puñado de cuentos o poemas: pesa más el cuento o la novela lograda que un amplio conjunto de obras. Y en esta ocasión, sin duda, tenemos buenos textos, aunque todavía no nos sea posible predecir cuáles seguirán vigentes o formarán parte del canon”.  
     Más claro: no tengo una bola de cristal. Pero no por ello reprimo mi entusiasmo ante la Generación Post. Si dos o tres de los autores que figuran en el listado de mi artículo ingresaran al canon real (para hacerle compañía a Vallejo, Eguren, Eielson, Vargas Llosa, Ribeyro, etc.), no al ensueño canónico sobre el que ilusamente se discute, me sentiría, como lector, bastante satisfecho. Esa noticia, sin embargo, solo la obtendremos dentro de cincuenta años. La literatura peruana actual, y todas las literaturas en general, están pobladas por supuestas glorias efímeras, que el tiempo se encarga de ir confirmando o borrando.   
     Un día que rebuscaba estantes en una librería de viejo, encontré a un narrador peruano de la primera mitad del siglo XX, Francisco Vegas Seminario, condecorado en muchos países y ganador de varios premios nacionales. No escribía mal, pero hoy nadie lo recuerda. Como él hay muchos autores en el olvido, en amarillento descanso, así como otros que tal vez algún día sean rescatados. Eleodoro Vargas Vicuña, por ejemplo. ¿Alguien lo hará de una buena vez?
     El canon es una institución móvil, cambiante, y, en ocasiones, depende de los vientos de cada época. Vallejo, si hubiese vivido hasta los noventa años, quizá no estaría en el canon. Podría haber sido considerado un malabarista del lenguaje y no el gran poeta que es. ¿Qué ayudó a su canonización? ¿Su muerte prematura, la pasión política de su poesía que sintonizó con la utopía comunista, su genio evidente? 
     Mi artículo Generación Post solo pretendía señalar un fenómeno que todo lector imparcial podrá reconocer: hay nuevos escritores que valen la pena. No pido disculpas por mi opinión “generosa”, porque ahí están sus libros para defenderse solos. Tampoco me engaño (a mí me gusta leer), ni cedo a simpatías extraliterarias. Debo decir también que fuera de la nota principal escribí cuatro textos breves, pero por problemas de espacio (entró el aviso de una universidad) solo se publicaron tres: “Tradiciones literarias”, “El caso Cisneros” y “Heridos de guerra”. El texto excluido, justamente, se titulaba “El canon”. Era el más breve y decía lo siguiente: “Años atrás los críticos literarios con acceso a los medios decidían qué autor formaría parte del canon. Tenían aciertos y desaciertos. Hoy, con el torbellino de las redes sociales, cada autor, que ya es dueño de su propio periódico, irrumpe y avasalla en pos de un sitio. Quizá engañen a los lectores, aunque no por mucho tiempo. El relumbrón del momento y la trascendencia son esferas diferentes”. 

*Algunos amigos me han hecho notar olvidos, que aquí intento subsanar. Debí mencionar también a otros autores promisorios como Luis Hernán Castañeda, Orlando Mazeyra, Miguel Ildelfonso, Félix Terrones, Juan Manuel Chávez, Martín Roldán Ruiz. Todos ellos son plumas en alza. 
"Dime dónde escribes y te diré quién eres, o el regreso a la absurda confrontación andinos vs. criollos"
Por Fernando Rivera
En un artículo reciente Fernando Ampuero ha nombrado a una generación de narradores (menores de 40) la Generación Post. En realidad es el reciclamiento de una absurda polémica anterior, la de andinos vs. criollos, que no alcanzó siquiera para una confrontación consistente de identidades literarias. Solo que ahora, según Ampuero, los andinos han desaparecido y la Generación Post, al parecer los nuevos criollos, es la que domina la escena y se caracteriza porque escribe sobre temas urbanos, habita en Internet y las redes sociales, y publica mayormente en editoras transnacionales. 

     Este criterio fue inservible para mapear, reflexionar o debatir, seriamente, la narrativa peruana en el pasado, y lo sigue siendo ahora. ¿Clasificar a los narradores por el lugar donde viven?, ¿los escritores del "interior" aún no conocen ni se comunican por Internet? ¿Cuando Fernando Ampuero estuvo en Cusco, Arequipa o Trujillo se comunicaba con Lima a través de señales de humo?, ¿estas eran aldeas y no urbes? ¿Ha leído Ampuero la narrativa que se escribe y se publica en estas ciudades?, ¿sabe de qué temas y con qué técnicas escriben? Es obvio que no.
     Slavoj Žižek, desde el psicoanálisis, ha señalado convincentemente que toda construcción de la realidad es ideológica y producto de la fantasía. No hay un punto cero, todos nos  miramos desde algún punto  que es siempre ideológico. Pero de ahí a ideologizarse es otro asunto. Es asumir ciegamente una comprensión de la realidad de antemano sin reflexionar ni tener contacto con ella. En ese sentido el artículo de Fernando Ampuero recoge dos prejuicios todavía ejercidos (por lo general, pero no siempre) en la crítica periodística y en ciertos círculos de escritores e intelectuales, que revelan un profundo sesgo ideológico. El prejuicio del lugar del escritor o escritora, y el prejuicio del tema. 
     El primero implica asignarle un valor, una cualidad y una tradición al escritor o escritora por el simple hecho de vivir o haberse formado en un lugar. Lo que trae las siguientes ecuaciones: 1) provincia igual tradicional (antiguo, retrasado), igual andino, igual Alegría, Arguedas, Scorza; y 2) Lima igual reciente, moderno, posmoderno (que en este momento ya es una categoría histórica, al igual que cosmopolita es una categoría arqueológica), igual urbe, igual Ribeyro, Vargas Llosa, Bryce Echenique. 
     El segundo prejuicio ubica al escritor o escritora en una corriente narrativa solo por el hecho de escribir sobre un tema. Así, a un escritor o escritora que escriba sobre los Andes, el “interior”, la comunidad, ciertos problemas sociales, mitos, lo indígena se le asigna —digamos— una simpleza en la técnica o una recurrencia del realismo mágico. Y al escritor o escritora que escriba sobre la urbe (llámese Lima, como si no existieran otras urbes en el país) con sus temáticas y problemas del mundo moderno y posmoderno (¿incluye la migración?, parece que no) se le asigna —digamos— una mayor complejidad técnica o cierta sofisticación narrativa que muchas veces se entiende como imitación de los grandes centros metropolitanos (¿pero todavía se cree en el cuento de la metrópoli?). Curiosa esta delimitación, ya que Efraín Kristal ha demostrado de manera contundente, hace como treinta años, que la primera literatura indigenista se hacía desde una mirada y conciencia urbanas. De lo cual se puede desprender que las novelas de Arguedas no serían indigenistas, y Lituma en los Andes y Un lugar llamado Oreja de Perro, sí. Estoy de acuerdo.
     Esta ideología literaria, que probablemente tenga sus raíces en los postulados de Hippolyte Taine de hace ciento cincuenta años, no suele considerar la literatura urbana o la innovación narrativa “andina” (sí, también hay innovación) que se hace en el “interior”. No se contemplan, no se leen, no existen, activadas justamente por estos prejuicios que predefinen su posición y valor narrativo. Una ordenación de este tipo, más que un sentido literario, tiene uno político, el de establecer y reforzar ciertas coordenadas de dominación cultural y social. Ya en la polémica entre Arguedas y Cortázar no tenía asidero (el mismo Cortázar reconoció  después, en privado, haberse equivocado), y ahora mucho menos. Sería tan absurdo como llamar escritores del “interior” y asignarles un supuesto margen narrativo, al argentino Juan José Saer y hoy en día al mexicano Yuri Herrera.
    Pero como en toda clasificación hay excepciones, la mirada ideologizada del artículo de Ampuero menciona algunas. Pareciera una cura en salud. Menciona el caso de Karina Pacheco y Christian Reynoso, a quienes ubica como andinos o del “interior”. ¿Sabe Ampuero que la cusqueña Pacheco y el puñeno Reynoso vivieron en Madrid y paran viajando por el mundo? Pero, claro, son provincianos, y por ello solo ingresan (a la Generación Post y al canon) como una excepción, ya que pertenecen a una región codificada y mapeada como margen de antemano.
    Me pregunto si Modiano (que escribe casi siempre sobre los mismos barrios parisinos) o  el magnífico Sebald (ya ido, y que escribió mucho sobre el campo y pequeñas aldeas) le dijeran a Fernando Ampuero (yo sé que no lo harían, pero hagamos un ejercicio de ficción) desde París o Norwich: «¡Hey, tú, escritor andino o provinciano del mundo [porque, ese es otro prejuicio, el de “la literatura mundial”], qué tanto escribes de tus barrios limeños!» Pues sería un desacierto porque es un escritor ciudadano del mundo como cualquier otro, como Karina Pacheco y Christian Reynoso, como Carlos Herrera, Dino Jurado, Fátima Carrasco, Yuri Vásquez, Juan Pablo Heredia, Goyo Torres, Zoila Vega, Rosario Cardeña u Orlando Mazeyra (de más y menos de 40, solo de Arequipa, ¡tantas excepciones!), y como muchos otros, que también son escritores peruanos y punto.
    Hay una línea de base que comparto con Fernando Ampuero (creo entender el lado más noble que anima estas cartografías): la narrativa peruana está pasando por un gran momento en el que surgen distintas y no tan distintas pero renovadas propuestas narrativas. Pues bien, esta riqueza de los modos de narrar, de la incursión narrativa en la representación, reflexión, interrogación del mundo, requiere también de una crítica y comentarios que aporten comprensión e inteligencia. Que se funden en criterios de apertura y no de confrontación, de razonamiento y no de prejuicio, de soportes verbales que operen como prisma y no como espejo. 

 Fuente: El Comercio

2015/08/19

Dejarse llevar


La historia “Dejarse llevar” aparece en la edición N° 262 del semanario Hildebrandt en sus trece. Acá un fragmento:

Y Erick toma el computador portátil e ingresa a YouTube: encuentra el concierto en el estadio de Vélez Sarsfield de hace cinco años cuando él estaba estudiando en la Universidad de Buenos Aires. «Una lluvia torrencial, pero Charly García estaba entero, fue algo que no se puede contar, hay que vivirlo». Sí, hay cosas que no se pueden contar, sólo se viven. Se recuerdan. Si las quieres plasmar en una hoja en blanco las traicionas, las perviertes y, finalmente, las matas. Y también te matas. Cuando a Erick alguien le dice que tiene miedo de morir de sobredosis, él recomienda una cosa: «Sólo déjate llevar». Pase lo que pase: sólo déjate llevar.

2015/08/13

FBC Melgar: un sentimiento no tiene precio

Cuando era chibolo, después de alentar a mi equipo, volvía a pie desde el estadio Melgar. Por la Salaverry hasta la avenida Parra y luego bajaba hasta el Puente de Fierro. Llegaba a La Arboleda, tocaba la puerta de mi jato y mi vieja salía por la ventana del segundo piso. Le bastaba ver mi rostro para saber cómo había quedado el Dominó. Hoy, después de tremendo papelón, quiero recordar al equipo del año 1992, al que le tengo tanto cariño (ese FBC Melgar que me hizo llorar en la liguilla, porque yo sí he llorado por mi equipo): ganaran, empataran o perdieran yo, como hincha, sabía que había dejado todo en la tribuna (iba a la barra León del Sur y saltaba hasta quedarme sin piernas) y que ellos, por su parte, habían dejado la piel dentro de la cancha. Ahora no. Sólo sé que ellos (y Reynoso) pasan puntual por caja y nada más. Eso es lo que más jode: me pongo necio (o lúcido) y caigo en la cuenta de que un árabe ha venido (a Lima) a hacer buenos negocios. Ya lo dijo Bielsa: no puedes manejar a un club de fútbol como a una empresa (sociedades anónimas, negocios y más negocios): un HINCHA no es un obrero, un SENTIMIENTO no tiene precio. ‪#‎YoSíAmoAlDominó‬


FBC MELGAR del año 1992: equipazo.

2015/06/12

MARIO VARGAS LLOSA: MADAME BOVARY (TAMBIÉN) SOY YO




Impulsivo y sentimental: veneno adolescente*

La rebeldía, en el caso de Emma, no tiene el semblante épico que el de los héroes viriles de la novela decimonónica, pero no es menos heroica. Se trata de una rebeldía individual y, en apariencia, egoísta: ella violenta los códigos del medio azuzada por problemas estrictamente suyos, no en nombre de la humanidad, de cierta ética e ideología. Es porque su fantasía y su cuerpo, sus sueños y sus apetitos, se sienten aherrojados por la sociedad, que Emma sufre, es adúltera, miente, roba, y, finalmente, se suicida […] Emma estaba sola, y, por impulsiva y sentimental, solía equivocar el camino, empeñarse en acciones que, en última instancia favorecían al enemigo (…) Esa derrota fatídica por las condiciones en que se planteaba el combate, tiene ribetes de tragedia y de folletín, y ésa es una de las mezclas a las que yo, envenenado, como ella, por ciertas lecturas y espectáculos de adolescencia, soy más sensible.
Pero no sólo por el hecho de que Emma sea capaz de enfrentarse a su medio –familia, clase, sociedad– sino por las causas de su enfrentamiento lo que fuerza mi admiración por su inapresable figurilla. Esas causas tienen que ver con algo que ella y yo compartimos estrechamente: nuestro incurable materialismo, nuestra predilección por los placeres del cuerpo sobre los del alma, nuestro respeto por los sentidos y el instinto, nuestra preferencia por esta vida terrenal a cualquier otra. Las ambiciones por las que Emma peca y muere son aquellas que la religión y la moral occidentales han combatido más bárbaramente a lo largo de la historia. Emma quiere gozar, no se resigna a reprimir en sí esa profunda exigencia sensual que Charles no puede satisfacer porque ni sabe que existe, y quiere, además, rodear su vida de elemento superfluos y gratos, la elegancia y el refinamiento, materializar en objetos el apetito de belleza que han hecho brotar en ella su imaginación, su sensibilidad y sus lecturas […] La rebeldía en Emma nace de esta convicción: no me resigno a mi suerte, la dudosa compensación del más allá no me importa, quiero que mi vida se realice plena y total aquí y ahora. Hay sin duda una quimera en el corazón del destino ambicionado por Emma, sobre todo si se lo convierte en patrón colectivo, en proyecto humano. Ninguna sociedad podrá ofrecer a todos sus miembros una existencia semejante, y, de otra parte, es evidente, para que la vida en comunidad sea posible, que el hombre debe resignarse a embridar sus deseos, a limitar esa vocación de transgresión que Bataille llamaba el Mal. Pero Emma representa y defiende de modo ejemplar un lado de lo humano brutalmente negado por casi todas las religiones, filosofías e ideologías, y presentado por ellas como motivo de vergüenza para la especie. Su represión ha sido una causa de infelicidad tan extendida como la explotación económica, el sectarismo religioso o la sed de conquista entre hombres. Al cabo de un tiempo, sectores cada vez más amplios –ahora hasta la Iglesia– han llegado a admitir que el hombre tenía derecho a comer, a pensar y expresar sus ideas libremente, a la salud, a una vejez segura. Pero todavía, como en los tiempos de Emma Bovary, se mantienen los mismos tabúes –y en esto la derecha y la izquierda se dan la mano– que universalmente niegan a los hombres el derecho al placer, a la realización de sus deseos. La historia de Emma es una ciega, tenaz, desesperada rebelión contra la violencia social que sofoca ese derecho. 

*Mario Vargas Llosa. 
Creo que el autor de "La ciudad y los perros" también puede decir con pleno derecho y absoluta justicia: "MADAME BOVARY SOY YO".

2015/05/31

La religión de los idiotas



Yo no pongo la mano en el fuego ni por mí mismo, 
no comprendo cómo funciona mi mecanismo... 
A veces tengo ganas de reír 
y sin darme cuenta me pongo a llorar. 

Si se me levanta un dolor de cabeza 
en vez de una aspirina una cerveza 
Si veo en la ventana que sale la luna 
en vez de ir pa' la cama una vacuna 
de soledad y locura. 

Si sé que mañana es día de trabajo 
Siempre es el penúltimo trago, 
Si sé que tus labios desean los míos  
ya no me apetece besarlos, 
Si siento que alguien se acerca 
A mí con malas intenciones, 
De par en par le abro las puertas 
De mi puta vida pa' que la destroce, 
Y luego solo y desolado 
Apuro hasta la última gota 
Brindando por los evangelios de mi religión, 
Que es la de los idiotas. 

Debe ser que mi carretera es bastante estrecha, 
35 años tropezando en la misma piedra, 
A veces tengo ganas de reír 
Y sin darme cuenta me pongo a llorar. 

Si se me levanta un dolor de cabeza 
En vez de una aspirina una cerveza 
Si veo en la ventana que sale la luna 
En vez de ir pa' la cama una vacuna
De soledad y locura. 

Si sé que mañana es día de trabajo 
Siempre es el penúltimo trago 
Si sé que tus labios desean los míos 
Ya no me apetece besarlos, 
Si siento que alguien se acerca, 
A mí con malas intenciones 
De par en par le abro las puertas 
De mi puta vida pa' que la destroce, 
Y luego solo y desolado 
Apuro hasta la última gota 
Brindando por los evangelios de mi religión, 
Que es la de los idiotas. 

No sé si me contradigo 
O no entiendo lo que digo, 
Muchas veces me planteo 
Si soy solo lo que veo, 
Y no lo entiendo y no comprendo 
Cómo puedo estar tan loco, 
De enfrentar solo este baile 
Aun sabiendo que estoy cojo, 
Y mi cabeza, que confunde 
Las mentiras con verdades 
Piensa que ha visto la luna 
Hoy nos vemos en los bares

Melendi

2015/05/11

El gran BARRIGANA


[…] Y escuchaba boquiabierto en la radio de mi padre, con los dedos como pantalla en la oreja, los relatos de Artur Agostinho que, los domingos a las tres de la tarde, narraba con tono épico las proezas del gran Frederico Barrigana en un estadio lleno de gente a reventar. A los doce años, si no hubiese deseado con tanta pasión ser escritor, habría querido ser el "Mãos de Ferro". Pero, claro, tenía la suficiente conciencia de mis limitaciones como para comprender que no se puede querer ser el gran Frederico Barrigana; se es, por don divino, perfecto como él desde el principio.
El dolor de no haber presenciado nunca un solo partido del gran Frederico Barrigana me acompañó toda la vida entre accesos de melancolía periódica que me llevaban a despreciar con un encogimiento de hombros a todos los otros guardametas, portugueses o extranjeros, que el Estadio da Luz me presentaba: era el Síndrome de Barrigana (entidad nosológica que aún no he renunciado a hacer incluir en los libros de Medicina).
Taladrándome el cerebro: el Mãos de Ferro se convirtió en el metro-patrón ideal, inalcanzable, de platino iridiado como el del Instituto de Pesos y medidas (para más aclaraciones véase la reproducción en el Manual de Física del tercer año de liceo) que servía para evaluar todo en la vida, fuesen políticos, poetas, virreyes o escultores.
En 1973, en la Baixa do Cassanje en Angola, quiso el Altísimo que mis sueños y mis oraciones fuesen finalmente atendidos. En un intervalo de dramas guerreros en la frontera con el Congo que no importan ahora, pasaba yo por el campo de fútbol de Ferroviário e Malanje cuando reparé en un hombre de cierta edad, calvo y barrigón, chutando con ropa de entrenamiento a la meta defendida por un mulato con raya abierta a navaja en la maraña de rizos de su pelo, y en un grupo de niños negros que por detrás de la red aplaudían con entusiasmo al grito de:
–Dale, Barrigana.
–Sacúdete, Barrigana.
–Mátalo, Barrigana.
Me acerqué primero incrédulo, después extasiado: era Él. En un campo perdido de África, en medio de los baobabs y mangos plagados de murciélagos, el Mãos de Ferro con silbato al cuello enseñaba fútbol a los chicos de las chabolas poseído de un espíritu misionero y de una devoción pedagógica que me transportaron y enternecieron. A cada chute del genio, los muchachos admirados gritaban "Dale con todo, Barrigana" con una familiaridad que irritó a mi ídolo. Nadie, desde su punto de vista y del mío, Jefe de Estado, mariscal de campo, Papa o dentista, tenía derecho a tutear al divino Frederico Barrigana. Justamente indignado con tamaño ultraje, el Mãos de Ferro inmovilizó con un gesto patricio al mulato con raya a navaja que se cuadró de inmediato, sumiso, avanzó con el índice levantado hacia los niños paralizados del susto y ordenó con una voz terrible de Juicio Final, para hacerles hablar bien enseñándoles la respetuosa cortesía debida a los dioses que muy de vez en cuando la misericordia de Júpiter envía a nuestro encuentro para justificarnos la existencia, conquistadores, santos, geómetras y recaudadores de impuestos.
–Ni Barrigana ni de tú. De usted: señor Barrigana.
Y nunca lo admiré tanto como ese día.

ANTÓNIO LOBO ANTUNES
Libro de crónicas

2015/05/01

Underwood

Frank Underwood 


Las palabras que aquella vez me dijo mi padre me dejaron un eco que resonaba más que esta máquina de hace 70 años: "Esta Underwood construyó un imperio", dijo: "ahora ve y construye el tuyo". Esas palabras han sido gran parte de lo que me ha motivado en la vida. Sólo he escrito una carta más con estas teclas. No me falló entonces. 
[…] Quiero decirle algo que nunca le he dicho a nadie. A los 13 años sorprendí a mi padre en el establo. Tenía una escopeta en la boca. Me llamó con la mano y me dijo: "Ven, Francis, jala el gatillo". Porque no tenía el coraje de hacerlo él. Le dije: "No, papá", y me fui, sabiendo que él nunca tendría el coraje. 
Los siete años siguientes fueron un infierno para mi padre, pero un infierno más grande para mi madre y para mí. Nos amargó la vida con la bebida, la desesperación y la violencia. Mi único arrepentimiento en la vida es no haber jalado ese gatillo. Habría estado mejor en la tumba y nosotros habríamos vivido mucho mejor sin él.